Con la frente marchita
Por: Walter Graziano
Economista
¿Por qué la economía argentina debe afrontar tantos tropiezos si por primera vez en más de medio siglo se ha podido crecer a tasas asiáticas, generar empleo y multiplicar por seis las reservas externas en menos de diez años sin recurrir al fácil expediente de salir a tomar deuda en los mercados o con los bancos internacionales? ¿Por qué tanto descrédito local y tanta resistencia en el exterior, si el déficit fiscal argentino que se proyecta para 2010 -producido sobre todo por la crisis global- es menor que el de todos los países desarrollados, y apenas un quinto del norteamericano? Para meditar: aún en 2010, con todos los problemas que hay, la economía argentina califica mejor que la propia Alemania en cuanto a los criterios de Maastricht de la UE acerca de las relaciones de déficit fiscal y deuda pública con respecto al PBI. Claro que no significa que este plan sea perfecto, está muy lejos de ser una panacea, pero a pesar de sus varias falencias y puntos débiles, es indudablemente un plan innovador y superador con respecto a todos los que hemos vivido desde hace muchas décadas.
Debe tomarse conciencia de que a la Argentina no le ha ido mejor de casualidad. Los puntos débiles de la economía argentina son susceptibles de ser corregidos en el marco de este mismo plan, lo que daría un indudable nuevo espaldarazo al crecimiento de la economía argentina. A veces parece que ni siquiera es necesario ser economista o un entendido en materia económica para comprender esto. Sin embargo, cada día parece que estuviéramos frente a una verdadera «maquinaria» que pugna por tirarlo todo por la borda. ¿Qué ocurre entonces? Si al lector le interesan estos interrogantes, le propongo que los mantenga un rato en suspenso, lea lo que sigue, medite y luego intente, si no contestarlos -lo que sería demasiado ambicioso que lográramos sólo en un rato de meditación-, al menos sí intuir con base sólida algunas de las causas por las que ocurre la maraña de sucesos políticos y económicos extraños que a diario se observan, y por qué una muy buena parte de la oposición, engañada, actúa como si estuviera convencida de que el país marcha al caos económico, cuando en realidad eso está muy lejos de ocurrir.
Comencemos con la parte de la historia que da para esta nota: el lector seguramente sabe lo que es el G-20, el grupo de países que suplantó al G-7. Se reúne dos veces por año, y sus reuniones y decisiones son generalmente muy levantadas por los medios de comunicación. Lo que el lector probablemente desconoce es lo que es el G-30. Se trata de un grupo de 30 economistas y altísimos funcionarios de todo el mundo elegidos «a dedo» desde el Norte que se reúnen también dos veces por año, dos o tres días cada vez. Esas reuniones privadas, si bien no son formalmente secretas, sí son muy reservadas, a puertas cerradas, sin la presencia de periodistas ni medios, ni gente molesta, ni nadie que no haya sido especialmente invitado. Los medios generalmente ni mencionan su existencia, porque las agencias de noticias que manejan la información no cubren en general sus reuniones. Las cuestiones que allí se debaten a veces se anuncian en forma esporádica procurando un extremo bajo perfil. Si el lector cree que estamos macaneando, después de terminar de leer Ámbito Financiero puede ingresar al sitio web oficial de este ultraselecto «club financiero». Sugerimos empezar por la dirección web: http://www.group30. org/members. htm. Allí se podrá constatar que entre sus miembros se encuentran nada menos que Paul Volcker y Larry Summers por la administració n Obama; actuales y anteriores directivos de la Fed, como Janet Yellen, Roger Ferguson y Gerald Corrigan; el presidente del JP Morgan International, Jacob Frenkel; el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet; y altos actuales o ex funcionarios de éste, como Mario Draghi y Tommaso Padoa-Schioppa; el «niño mimado» de George Soros: Arminio Fraga Neto; los presidentes de los bancos centrales de Inglaterra, Mervyn King; de Israel, Stanley Fischer; de Japón, Massaki Shirakawa; y de China, Zhou Xiaochuan; y el del BIS, Jaime Caruana. También son miembros algunos de los economistas más reconocidos del mundo, como Paul Krugman, Martin Feldstein y Kenneth Rogoff, y varios otros grandes «pesos pesado» de la economía mundial, entre los que hay también un argentino, obviamente no designado por el Gobierno, sino elegido «a dedo» desde el Norte, como todos los demás.
¿Cómo actúa este grupo? Narraremos sólo un episodio bien reciente para que el lector tome acabada cuenta de la relevancia de sus decisiones y de cómo se manipulan y generan acontecimientos que luego parecen casuales, «terremotos» producidos de la nada. El G-30 se reunió por última vez a inicios de diciembre de 2009 en la sede de la Reserva Federal de Nueva York. La prensa, como siempre, cubrió en forma mínima o nula el evento. El lector recordará que hasta inicios de diciembre los mercados financieros globales estaban en franca recuperación, todo subía, y parecía que la crisis global se acababa muy rápido. Sin embargo, Frenkel (jefe del grupo junto con Volcker) y Fischer hicieron escuetas declaraciones en las que se mostraron muy preocupados por la situación fiscal de muchos países y expresaron que «los desafíos que afrontan las autoridades fiscales son más difíciles que los que afrontan las autoridades monetarias». En aquel momento, a inicios de diciembre pasado, nadie en todo el mundo hablaba acerca de preocupaciones fiscales. Por lo contrario, hasta aquel momento, se consideraba que los países de todo el mundo debían estimular sus economías con abultados déficits presupuestarios. La declaración del jefe del G-30 (ver: http://www.expansio n.com/2009/ 12/04/economia- politica/ economia/ 1259890866. html) fue la primera en ese sentido. ¡Y vaya si sería eficaz! Como por arte de magia, a las 24 horas de pronunciadas estas palabras, las tres grandes calificadoras de riesgo del mundo salieron en una especie de «raid aéreo» a derrumbar las calificaciones de Grecia, España y Portugal, y a avisar de posibles recortes adicionales en ésos y en otros países, y algunos grandes bancos comenzaron a ajustar sus créditos a los sectores privados de esos países. La suba de los mercados financieros terminó, y los resultados en cuanto a Europa son más que conocidos, al igual que los ocurridos en los mercados financieros en general. La «sugerencia» del G-30 fue clara: ajuste fiscal sin demora, en todos lados donde haya altos déficits, presumiblemente para que EE.UU. pueda seguir financiando el suyo sin graves consecuencias.
Vayamos ahora al caso argentino en particular. El lector comprenderá rápidamente por qué pasan algunas de las raras cosas que pasan todos los días. El representante argentino en el G-30 escribió a inicios de 2008 un dossier lapidario contra el país, para ser leído y publicado por ese selecto «club económico», que lo promociona y vende nada menos que en la principal página de su portal (http://www.group30. org/). En ese informe -a mi gusto, muy mediocre y superficial- , de 33 páginas, titulado en inglés «Distorting the Micro to Embellish the Macro» (Deformando la micro para embellecer la macro), se exageran enormemente los reales defectos del plan, e incluso en él se inventan, lisa y llanamente, algunos de ellos. Por ejemplo, se critica el tipo de cambio real alto del plan, que fue la base de la acumulación de reservas y de la generación de empleo y crecimiento; se habla de una irreal «inflación reprimida a la antigua» y de una tasa de inflación «real» para 2008 de hasta un exageradísimo 30%; se menciona, obviamente la adulteración de las estadísticas, como si aquí en los 90 hubieran sido muy fidedignas; se habla de una supuesta e inexistente gran similitud en la «manipulación del tipo de cambio» que la Argentina efectuaría en comparación con China, tema más que sensible e irritativo en EE.UU.; se dice que hay en la Argentina una irreal «baja tasa de ahorro» (el superávit externo habla claramente de lo contrario), y hasta se encuentra, increíblemente, que la oferta laboral en el país sería «ajustada». No se menciona ni una sola virtud del plan económico. Hasta los hechos positivos son presentados de manera muy negativa. Finalmente, se saca una torpe y liviana conclusión en el sentido de que «si acumular reservas es malo para China, no puede ser bueno para la Argentina». Obviamente, al momento de escribirse ese informe (que puede conseguirse gratuitamente en este sitio web: http://www.cavallo. com.ar/wp- content/uploads/ 2008/11/op77. pdf), se pronosticaba un muy lúgubre final para el plan, cosa que, obviamente, tampoco ocurrió. Pensemos un momento, entonces: la Argentina es un país chico, el tiempo que pueden brindarle las personas que manejan las finanzas mundiales no es mucho, y 33 páginas con el aval del G-30 son más que suficientes para invertir o no, para apoyar o no, para prestar o no.
Que 30 grandes «pesos pesado» del mundo de las finanzas tengan una visión distorsionada, exagerada e interesadamente negativa de la Argentina no es inocuo y, para colmo de males, tiene un efecto multiplicador. ¿Quiere la Argentina conseguir crédito en el exterior? Resulta prohibitivamente caro. ¿Quiere la Argentina normalizar y canjear ventajosamente su deuda? Se le pone todo tipo de trabas. ¿Quiere pagar su deuda con sus reservas? No aparece ningún apoyo internacional. ¿Quiere mejorar su imagen en el mundo? Se la critica intencionada y severamente en los medios internacionales especializados. Incluso, con gran desconocimiento, hasta se la presiona para que se ajuste fiscalmente, cuando en ese territorio se hicieron mucho mejor las cosas que en el resto del mundo. La maniobra no para allí, ni la hace una sola persona, sino un grupo. Así es como se mueven contactos en medios generando un clima artificial de agitación, se intenta convencer por mecanismos indirectos y sutiles a columnistas políticos, a economistas, a políticos opositores, se habla de eventuales tarifazos y descontrol inflacionario, con el presumible doble objetivo de desestabilizar y, a la vez, captar el apoyo de las grandes empresas privatizadas, y, como si esto fuera poco, hasta varios de los mismos personajes que ayudaron a crear la abultada deuda externa intentan ahora, del otro lado del mostrador, lucrar lo máximo posible con ésta, entorpeciendo y ayudando a posponer indefinidamente su renegociación, intentando que más tarde la Argentina deba pagar lo más posible. Para ello se usan meros artilugios, como el del debate del «no pago con reservas», a fin de que éstas suban de una forma artificial, con más deuda, y luego haya que pagar también más cara la renegociación. Incluso, parece usarse hábilmente hasta al Poder Judicial, probablemente genuinamente desprevenido de la maniobra, y hasta se busca, activamente, asesorar a particulares y fondos buitre para que se «sumen a la movida» desestabilizadora del canje y del debate de las reservas con consultoras radicadas en EE.UU. y estudios jurídicos en Buenos Aires. Y todo, con un claro objetivo en mente: volver. «Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando su retorno. Son las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor». A no equivocarse: no se trata de la vuelta de una persona con nombre y apellido, sino el intento de regreso al poder de un auténtico grupo.
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