La inflación, el agro y la historia argentina
Por José Pierri*
04-05-2010 /
El aumento de los precios de los productos de la canasta familiar es quizás la principal cuestión de discusión y crítica al Gobierno por una parte considerable de la población. Como se suele decir “la única verdad es la realidad” y negarse a admitirla lleva a extraviar el juicio.
Ahora bien: cuál es la causa o el “culpable” del fenómeno maldito para la mayoría de la población y aquel que beneficia a otros. (Debe recordarse que en economía, generalmente cada vez que un sector económico se ve perjudicado otro se ve beneficiado. )
Hay variadas explicaciones del fenómeno inflacionario. La ortodoxa lo atribuye al aumento de la demanda vía la emisión monetaria, el aumento del gasto público o de los salarios. Otra interpretació n entiende los aumentos de precios como resultado de la estructura económica del país (insuficiencia de la oferta para abastecer los aumentos de demanda), en tanto otros la explican por las expectativas (cultura arraigada de aumentos de precios) o por la estructura dependiente del país (señala que la inflación se provoca por los reiterados aumentos del tipo de cambio debido a la crónica insuficiencia de divisas externas y endeudamiento que caracterizó a nuestro país).
En la actualidad queda descartado que el aumento de precios actual se origine en las corridas hacia el dólar. Es claro que el valor de la moneda norteamericana está sostenido por el Estado. De no existir esa intervención los ingresos en moneda nacional de los exportadores de materias primas disminuirían y muy posiblemente bajarían los precios internos de los productos de origen agrario acompañando al de los precios obtenidos en el exterior. En ese sentido el pedido de un dólar de más de $4 significaría una especie de mayor subsidio a la gran mayoría de las exportaciones agrarias y un estímulo a la inflación, salvo en el caso las ventas externas de soja y sus derivados, que debido a las altas retenciones a su exportación, no llegaría a estar beneficiada en forma neta por las políticas públicas.
Cabe entonces preguntarse por qué aumentan los precios de los alimentos en mayor proporción que el de productos industriales o los de importación. Quizás la clave haya que buscarla en la historia de la producción y precios de los productos de origen agropecuario en nuestro país, en particular de la carne vacuna, y su relación con los mercados internacionales.
En numerosas ocasiones en la historia nacional, en gobiernos de las más diversas orientaciones, se atribuyó al precio de la carne y de otros alimentos ser el principal factor de desestabilizació n económica. Ya en 1817 durante el directorio de Juan Martín de Pueyrredón, se produjo un grave proceso inflacionario producto del monopolio de abasto a la ciudad de Buenos Aires por parte de los pocos establecimientos saladeros dedicados a la exportación.
El 31 de mayo de ese año, el director supremo ordenó el cierre de los saladeros respondiendo a la fuerte agitación popular por el aumento del precio de la carne. La cuestión de la inflación llevó a Pueyrredón a señalar en marzo de 1818: “La carestía y escasez de carne que se experimentan desde hace algún tiempo en esta capital, en medio de la abundancia de ganados, al paso que interesan mi sensibilidad a favor de las clases menos pudientes, tienen en tortura mi espíritu por no alcanzar el origen cierto que las produce”. Como se ve el tema provocaba polémica.
Más cercano en el tiempo, durante la presidencia de Arturo Frondizi, cuando en 1959 se modificó estructuralmente el negocio –siguiendo sugerencias del FMI– al abandonarse los subsidios directos a los frigoríficos (aún en su mayoría extranjeros) , vigentes desde la Segunda Guerra Mundial. Ese año, el precio del kilo vivo se disparó acompañando la fuerte devaluación de la moneda. La Sociedad Rural Argentina (SRA) ya planteaba en sus anales las dificultades para los ingresos del sector ganadero provocadas por el aumento del consumo: “Entiende la Sociedad Rural Argentina que el país debe exportar más y que la disminución de nuestros saldos para ese destino se debe al incremento demográfico y al mayor poder de compra interno”.
En 1961, la SRA se animaba a solicitar la reedición de un tratado similar al Roca-Runciman: “Creemos que luego de la misión que se acaba de enviar, debería organizarse para dentro de treinta días, otra de mayor relieve, de una jerarquía similar a la recordada misión Roca, integrada por ganaderos y figuras relacionadas con los intereses argentino- británicos”. Como tantas veces a comienzos del siglo XX, la política económica debería encuadrarse siguiendo los intereses ganaderos.
A partir de esta situación, la gestión desarrollista, con el objeto de disminuir los precios internos impuso derechos de exportación para la carne vacuna, luego también vigentes en distintos gobiernos. En 1960 y 1961 se elevaron a más del 20%, en época de Illia se mantuvieron debajo del 10% y fluctuaron entre el 13 y 16% entre 1966 y 1973.
Illia impuso mediante los decretos 3.286 y 3.289/64, precios máximos y vedas semanales en el consumo de carne con el propósito de frenar los incrementos de valor del producto más sensible para medir el aumento general de precios. A pesar a esas medidas el precio del novillo en Liniers se mantuvo por encima del índice de 1960.
Krieger Vasena, ministro del gobierno militar del general Juan Carlos Onganía, con similar objetivo de combatir el aumento se precios, aprobó el decreto 17.198/67 que estableció derechos de exportación para la carne vacuna del orden del 16 al 20 por ciento. Las altas retenciones se rebajarían a un valor menor al 10% a mediados de ese año, cuando, producto de la fuerte devaluación de la libra, el brote aftósico en Gran Bretaña y el cierre de importaciones de carne argentina disminuyó el precio de la carne.
En los casos precedentes la cuestión del precio de la carne vacuna, los derechos de exportación impuestos a sus ventas externas fueron una constante en diversos gobiernos, aun de muy diferente orientación económica e ideológica. La carne siempre fue el principal componente de la canasta familiar y orientador de los demás precios de origen agrario.
La tendencia al aumento del precio de la carne en este último año se explica por hechos nuevos del comercio mundial que profundizan los reclamos y expectativas por mayores precios internos por parte de ese sector agroindustrial. La Argentina accedió en el 2003 al mercado de carne sin aftosa, el de mayores precios, y la extraordinaria rentabilidad de la producción sojera también opera en el sentido de lograr mayores ingresos por parte de los productores ganaderos.
De acuerdo a datos de la ONU para la Alimentación y la Agricultura, los alimentos han duplicado sus precios desde el 2002, con tasas anuales de crecimiento superiores al 20% durante el 2007 y el 2008.
La excepcional perspectiva para la producción agraria es una principal razón estructural del incremento de precios internos actual. Al igual que en el pasado, los precios internacionales a los que pueden acceder los productos agrarios, influyen decisivamente sobre sus valores internos.
Lo que queda por determinar es la validez de permitir, sin ninguna “anestesia”, que esos precios se impongan en el mercado interno en el que rigen precios muy inferiores a los internacionales en energía, transporte y en el costo de la mano de obra.
La historia argentina muestra innumerables ejemplos en los que los más diversos gobiernos actuaron controlando los precios internos de la carne vacuna y otros alimentos, alternando prácticas de subsidios y extracción de ingresos al sector. Todos aquellos que creemos en la necesidad de un desarrollo equilibrado del conjunto de la economía nacional y aspiramos a solucionar con urgencia la situación de pobreza –que incluye el tema del hambre y el costo de los alimentos– de un tercio de los argentinos entendemos que es válida la acción del Estado para disminuir el precio de los alimentos y equilibrar los ingresos. Lo que debe definirse es si se llega a un acuerdo voluntario con el sector, o si se debe avanzar en la imposición por parte del Gobierno de mayores retenciones u otro tipo de control.
¿Será posible un acuerdo voluntario que disminuya los niveles de precio de los alimentos y la pobreza en este año, cuando se conmemora el inicio del proceso de independencia de nuestro país? La historia nos indica que ese ideal parece muy difícil de realizar.
* CIEA/FCE/UBA
Fuente: Buenos Aires Económico
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19 mayo, 2010 - 10:11
Por Jaker2
A veces demasiado tecnicismo o buscar la cuadratura del circulo , confunde aun mas a la opinion publica .
Cuando la inflacion es » cronica» como en Argentina , todo obedece a un populismo no importa su idologia , es como el tio generoso que te regala todo pero nunca paga nada .
Si vos gastas mas de lo que te ingresa y vivis siempre endeudado , puede que por un tiempo en tu familia seas rey , pero la realidad son numeros y siempre esperan por cobrar y tu carisma y seduccion se termian cuando los cobradores llegan a la puerta de tu casa
En argentina pasa lo mismo , cada gobierno intenta lo rapido y lo mas facil , seducir , atrapar y gastar y mas de la cuenta , bueno esto se paga aqui en China y en Jupiter .
Y aun seguimos con los mismos vicios desde hace 40 años
chau
jaker2
http://blogs.clarin.com/usuarios/jaker2ilustrado/
19 mayo, 2010 - 10:58
No sé cómo podés decir que se gasta más cuando hay superavit gemelos. Eso solamente te debería hacer pensar ¿y ahora, qué pasa? ¿por qué sigue habiendo inflación? ¿No habrá otras causas? Eso es una duda enriquecedora que permite ir aumentando conocimientos. Tenemos que dejar de pensar con categorías viejas porque la actualidad es otra. Ni son los mismos vicios ni sirven, para entender la realidad, viejas categorías como: populismo (entre otras). Para superar los problemas tenemos que aprender a ver las diferencias. Hoy se trata de una nueva etapa, donde los problemas parecen iguales pero no lo son, y, para resolverlos hay que entenderlos con nuevas categorías. De lo contrario nada tiene sentido porque si todo es igual, y seguirá siendo igual, no vale la pena ni que pensemos ni que intentemos actuar.
4 junio, 2010 - 09:50
Teoría del Equilibrio – Base 100 – Control de la Inflación
Hoy sería sencillísimo aplicar éste instrumento técnico, ya que la inflación es muy baja.
La idea central es crear un ENTE REGULADOR de PRECIOS, algo parecido a lo que está haciendo la Secretaría de Comercio Interior ahora, pactando con las Empresas formadoras de precios una por una, pero con la diferencia de que se involucra a los Empresarios para que deban discutir entre ellos quien debe aumentar su precio, y quienes deben absorber ése aumento, para no generar inflación, y evitar la devalución de la moneda.
Ésto no es control de precios ni convertibilidad.
Es simplemente dejar que los precios se acomoden entre sí.
Si un producto aumenta su precio genera una diferencia con los demás.
Si ése producto y los demás absorben ése aumento, se mantiene ésa diferencia que ése producto necesitaba, y logramos evitar la devaluación de la moneda.
Ejemplo: Si cada día algunos productos aumentan un poco, nos encontramos que al año todos aumentaron más o menos un 20%, pero conservan casi la misma relación entre ellos.
Pero logran el objetivo de devaluar la moneda, atrasar los sueldos, etc.
Por éso insisto: todos los productos deben absorber cada aumento.
Les muestro un pequeño ejemplo hipotético:
Si tenemos 100 productos de $ 1 cada uno, y
40 de ellos no aumentan 0%
30 aumentan un 1%
10 aumentan un 2%
10 aumentan un 5% y
10 aumenta un 10%,
y hacemos que cada uno absorba el porcentaje que le corresponde (en éste caso sería el 1,96%), logramos que no se devalúe la moneda, pero dejamos que se establezca la relación entre los precios que se quería lograr con ésos aumentos.
Ejemplo en números: Menos 1.96 % (que absorbe c/u)
40 x $ 1 = $ 40 + 0 % = $ 40 – 1,96 % = $ 39,216 / 40 = $ 0,9804
30 x $ 1 = $ 30 + 1 % = $ 30,3 – 1,96 % = $ 29,706 / 30 = $ 0,9902
10 x $ 1 = $ 10 + 2 % = $ 10,2 – 1,96 % = $ 10 / 10 = $ 1
10 x $ 1 = $ 10 + 5 % = $ 10,5 – 1,96 % = $ 10,294 / 10 = $ 1,0294
10 x $ 1 = $ 10 + 10 % = $ 11 – 1,96 % = $ 10,784 / 10 = $ 1,0784
$ 100 $ 102 $ 100
Como se observa, logramos que el total sumado quede en 100, y no en 102, manteniendo la diferencia porcentual entre los precios que era el objetivo de los aumentos.
No es que bajan los precios (porque todos bajan), sólo se reacomodan dentro de la Base 100.
La Inflación (variación en la relación de los precios entre sí) se mantiene, pero evitamos la devaluación de la moneda.
El ajuste debería ser sobre los precios de fábrica ó mayoristas.
Lo ideal sería ajustar los precios en forma mensual.
Para ello, durante las primeras semanas del mes, las empresas que vayan a aumentar (ó bajar) sus precios (a partir del mes siguiente), deben comunicarlo a un Ente Regulador creado al efecto, integrado por funcionarios del Gobierno, Consumidores y Empresarios.
Se evalúa, se negocia, y se aceptan ó rechazan.
Y durante la última semana del mes el Ente comunicará los precios ajustados que regirán a partir del 1º día hábil del mes siguientes.
Si incluimos, y regulamos, los sueldos dentro de la Base 100 cerramos el círculo.
Parece simple porque es simple, y se puede comprobar, como explico al principio.
La inflación no viene por falta de respaldo de la moneda, es sólo que un producto busca posicionar su precio en relación con los demás productos.
Cuando se aumenta el precio de un artículo, lo que en realidad se aumenta es su participación en el gasto del consumidor en desmedro de los otros artículos, que ven disminuida su participación en dicho gasto.
La comprobación de que la inflación es un posicionamiento del precio de un artículo en relación con los demás, y que no debería influir en la devaluación de la moneda, la obtenemos cuando comparamos el comportamiento de los precios en plazos medianos ó largos.
Observaremos que cuando los precios llegan al doble ó la triple, todos llegan al doble ó la triple (centavo más ó menos), pero el valor de la moneda quedó relegada a la mitad ó a la 3º parte.
La inflación, creada por especulación, desconfianza, huelgas, etc., lo único que logra es devaluar la moneda, porque con el tiempo los precios y los sueldos se acomodan, pero, como el Estado no ajusta el valor de la moneda a la inflación, todos pagamos un impuesto inflacionario y perdemos confianza en la garantía del Estado cuando emite la moneda.
El respaldo de la moneda se debe dar con los bienes del Estado.
Traté de ser lo más claro posible, es difícil explicar algo así tan concisamente..
Les saludo muy atte, Horacio Raúl Nieves – DNI Nº 11.222.096
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2 diciembre, 2011 - 00:21
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