Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

12Jul/100

La regulación financiera es posible

Por Aldo Ferrer
Economista y profesor universitario (UBA)

En la nota anterior destaqué que el G-20 ratificó su incapacidad de adoptar respuestas globales y que cada país tiene que hacerse cargo de resolver los problemas que le plantea la crisis internacional. La conclusión no es nueva y viene de antes. De hecho, frente a conmociones anteriores, como la del Tequila o la asiática en la década del ’90, la situación era exactamente la misma.

Varios países emergentes, incluida la Argentina, aprendieron la lección. Cuando a fines del 2007 estalló la crisis global, estaban mejor preparados y resistieron el impacto. Ahora tienen que seguir exactamente en el mismo rumbo: consolidar la gobernabilidad, la solvencia en las finanzas públicas, el superávit en el balance de pagos en cuenta corriente y la regulación de los capitales especulativos.

Pero no hay que perder de vista las posibles soluciones globales a los problemas globales y advertir, en los foros internacionales, los caminos posibles que los países centrales del sistema son incapaces de encontrar. En tal sentido, en la nota anterior hice referencia al efecto China, el ajuste en las mayores economías y las necesarias reformas a la regulación del comercio y las finanzas internacionales. Las siguientes cuestiones también integran la agenda económica mundial.

Las asimetrías en el orden global. Existen países, dispersos en toda la geografía del planeta, con insuficientes recursos materiales y capacidad de gestionar el conocimiento para resolver su atraso histórico. Esta debilidad fue multiplicando la distancia que los separa de las economías avanzadas y las emergentes. Esta es la causa principal de las amenazas a la paz y a la seguridad, internacionales y un caldo de cultivo para el terrorismo, el narcotráfico, el comercio de armamentos y otras calamidades.

Será imposible alcanzar un orden internacional sin resolver los problemas de esos países que abarcan a alrededor del 25% de la humanidad. Los múltiples pronunciamientos y programas de ayuda de Naciones Unidas, en conjunto, fueron incapaces de resolver los desafíos y, a menudo, más favorables a los donantes que a los destinatarios. Un nuevo orden mundial reclama una acción conjunta de la comunidad internacional y una transferencia suficiente de recursos y asistencia científica y técnica, para impulsar el desarrollo económico y social de esos países. Las cifras involucradas son una ínfima proporción de los recursos ya comprometidos para rescatar a los bancos y a los especuladores financieros.

Programas de esta naturaleza introducirían una inyección de demanda a la economía global que facilitaría, en parte, el ajuste en los países superavitarios, derivado del necesario equilibrio en los pagos internacionales de los Estados Unidos.

La arquitectura monetaria internacional. El equilibrio de los pagos de la economía estadounidense los alejaría de su papel como principal fuente de liquidez internacional. El crecimiento descontrolado de la liquidez impulsado por los excedentes de los países exportadores de petróleo y, sobre todo, el aumento del déficit de los Estados Unidos, consolidó el predominio de la especulación financiera. El dólar mantuvo su rol de patrón monetario del sistema internacional y de las reservas monetarias del resto del mundo.

Las nuevas circunstancias y la emergencia de nuevos actores en el escenario internacional, en especial China, probablemente modificarán el papel del dólar y demandará la creación de nuevas fuentes de liquidez para abastecer la demanda de dinero, fondear programas para situaciones de emergencia y proporcionar recursos para el financiamiento del despegue de los países menos desarrollados.

Los problemas de la Unión Europea. La creación del euro y del Banco Central Europeo fueron fundamentales en el proceso de integración, pero dejaron, a nivel nacional, instrumentos clave de la política económica y sometieron a las mismas reglas a países muy distintos por sus niveles de desarrollo y potencial de recursos, como
Grecia y Alemania.

La Unión enfrenta el desafío de avanzar a la integración plena de las políticas nacionales con la comunitaria o crear esquemas de contención de los países vulnerables para recuperar los equilibrios perdidos. La crisis también refleja la subsistencia de un sistema financiero especulativo que aumenta la incertidumbre. Cuando estalló la crisis, los países de la UE, como los Estados Unidos, aplicaron inmensos recursos para rescatar a los bancos y los especuladores, y evitar el desplome de la actividad económica y el empleo.

El desequilibrio fiscal aumentó estrepitosamente generando déficits del orden del 10% del PBI. Esto incrementó la incertidumbre y las oportunidades especulativas, agravando las tensiones del sistema y comprometiendo la viabilidad del euro. Sin embargo, la respuesta de la UE es tratar de recuperar la “confianza” de los mercados a través de la fuerte contracción del gasto. La experiencia revela que esta estrategia agrava y no resuelve los desequilibrios existentes.

Perspectivas. En los plazos previsibles, no cabe esperar acuerdos globales para resolver los problemas del sistema global. Pero, a diferencia de la década de 1930, cuando primó el “sálvese quien pueda” y se produjo la desorganización del orden económico mundial, en la actualidad la interdependencia entre las grandes economías es tan profunda que es inconcebible un epílogo semejante. En ese escenario no cabe esperar cambios en la normativa de las finanzas y el comercio internacionales, a la altura de los desafíos planteados.

En el sector financiero es posible un cierto ajuste regulatorio sin erradicar la naturaleza especulativa del sistema. Nada, en gran escala, cabe esperar de la cooperación internacional para resolver la insuficiencia de recursos de los países rezagados e impulsar su desarrollo.

La mayor incógnita radica en la profundidad del ajuste en las mayores economías. Si China no logra dinamizar el aumento del consumo, agregará tensiones al comercio internacional fortalecida por la administración del tipo de cambio y su poder financiero. La magnitud del ajuste en los Estados Unidos impactará en las economías superavitarias. Desplazar el dinamismo de la demanda agregada de las exportaciones al consumo interno y la inversión es el desafío de Alemania y Japón.

Pero esto implica la sustitución del paradigma neoliberal dominante por la prioridad del pleno empleo y la redistribución del ingreso. Algo no previsible según la estrategia ortodoxa de ajuste asumida en la Unión Europea.

En América Latina y los países emergentes de otras regiones es indispensable movilizar los recursos internos, mantener la “casa en orden”, bajos y manejables niveles de deuda y la mayor libertad de maniobra en la gestión de la política económica, través de sólidos equilibrios macroeconómicos.

Sólo en ese escenario es posible desplegar las políticas nacionales de desarrollo económico y social, y profundizar las integraciones existentes. En la resolución global de los problemas globales, la influencia de nuestros países es marginal, pero tenemos una capacidad decisiva para resolver cómo estamos en ese mundo. En un orden global administrado por las grandes economías, existe espacio para el despliegue de políticas de desarrollo de los países periféricos.

Así debe entenderse el éxito de las naciones emergentes de Asia en las últimas décadas y en la actual y primera del siglo XXI, la propia experiencia de la recuperación argentina a contrapelo del paradigma neoliberal y de lo que Prebisch llamaba el “pensamiento céntrico”.
Fuente: Tiempo argentino 11-07-2010

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