Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

30Ago/100

Comentando a Eric Hobsbawn

Por Jorge Molinero*

He tenido el gran placer de leer mucho de la obra de EH, lo descubrí en los años setenta y lo he seguido como a uno de los historiadores de mayor rigurosidad histórica y fino análisis interpretativo. La mayoría de las obras relacionadas con el desarrollo del capitalismo en Europa, y las más recientes con una mirada más universal, en especial La era de los extremos. El breve Siglo XX 1914/1991 (escrito en 1994).
El breve artículo que se titula “El socialismo fracasó y el capitalismo está en quiebra” donde concluye que el principal problema del siglo XXI es el del medio ambiente. Hobsbawn fue afiliado al Partido Comunista Británico desde su juventud hasta la disolución de la Unión Soviética, su formación intelectual sólida y multidisciplinaria, su seriedad y desinterés no se pueden poner en dudas. Por lo tanto sus reflexiones sobre el socialismo (ver capítulo 16 Fin del Socialismo del libro citado), son para tener en cuenta, en especial en el caso de un país de desarrollo intermedio como Argentina.
Para grupos en los que la mayoría de sus integrantes abrevan en la tradición de izquierda hablar del fracaso del socialismo es muchas veces un tema urticante. No solo fracasó en lo económico, al detener el desarrollo de las fuerzas productivas, y en lo político, sino que su propia lógica lo llevó al despilfarro de los medios materiales y una política desaprensiva con respecto al medio ambiente.
Si quisiera escribir una primera conclusión después de fracaso del socialismo y de la presente y nueva crisis del capitalismo es la siguiente: las contradicciones insolubles del socialismo no embellecen al capitalismo, y las contradicciones insolubles del capitalismo no reivindican al socialismo. En cuanto a cuidados del medio ambiente ninguno de los dos sistemas se caracterizó por su preservación.
¿Entonces? La alternativa de Hobsbawn es un sistema mixto, pero al mismo tiempo nos indica que el principal desafío del siglo XXI es y será la preservación del medio ambiente. Podemos y debemos discutir qué sistema político/económico queremos para nuestro país, y probablemente ahí no todos estemos de acuerdo.
Nos une el apoyo a la alternativa política actual en nuestro país, que combina al mismo tiempo pragmatismo económico y reivindicación de la distribución de los frutos del crecimiento económico, mezclando incentivos a las empresas privadas e intervención directa del Estado. Un peronismo que tiene mucho del original en sus dos vertientes redistributiva e industrial desarrollista.
Pero este Mínimo Común Denominador se puede perder cuando se avance más allá de las presentes circunstancias. Hobsbawn dice: No hay nadie, ni los gobiernos, ni los bancos centrales, ni las instituciones financieras mundiales, que lo sepa (…) “una política progresista requiere (…) un regreso a la convicción de que el crecimiento económico y la abundancia que comporta son un medio, no un fin. El fin son los efectos que tiene sobre las vidas, las posibilidades vitales y las expectativas de las personas. (…) Decisiones públicas dirigidas a conseguir mejoras sociales colectivas con las que todos saldrían ganando. Esta es la base de una política progresista, no la maximización del crecimiento económico y el ingreso personal en aquellos casos en que era necesario imponer el interés general por sobre los beneficios privados.
Ello es posible decirlo en la Europa desarrollada, en donde, a pesar de las contradicciones, una amplia mayoría de la población participa en alguna medida de los beneficios del desarrollo industrial, auque las contradicciones del sistema hagan retroceder esas conquistas sociales.
En el caso de nuestro país, la aspiración de la mayoría de la población es alcanzar un mejor nivel de vida, tener un trabajo estable y con la cobertura de salud y plan jubilatorio, disponer de bienes que sólo tienen las clases medias más acomodadas y que son moneda corriente en Europa o Estados Unidos. Sabemos muy bien que esas aspiraciones, sin ser nada revolucionarias ni imposibles, son muy difíciles de obtener por los intereses que se deben tocar para avanzar en ese sentido.
Yo tengo la convicción plena que no es posible mejorar la distribución del ingreso en forma permanente y sustentable si no hay un fuerte crecimiento económico. Más aún, sin un crecimiento acelerado tal como lo piensan Cristina y Kirchner, no se puede resolver el problema social de la desocupación, la pobreza y la exclusión.
En el medio de esa lucha por mantener alto el crecimiento económico se plantean problemas correlacionados, como la inflación o los desbordes medioambientales que todo desarrollo acelerado trae.
Nuestro delicado equilibrio consistirá en proponer al mismo tiempo políticas ecológicamente sustentables sin que ello afecte al objetivo principal que es que crezca la producción fuertemente para brindar más bienes a la población, reducir la desocupación y viabilizar entonces una mejor distribución de los frutos de esos esfuerzos.
* Integrante de la Comisión de Economía de Carta Abierta

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