CONGRESO DEL PENSAMIENTO NACIONAL Tandil – Abril de 2007-
Panel nro. 14: Política Agraria, Los nuevos desafíos –
En Centro Cultural Universitario, Irigoyen 662.
Expositor: Ing. Agr. Juan Carlos Pavoni, Presidente de ALTERAGRO Asoc. Civil
RESUMEN
Hablar del Pensamiento nacional en lo agropecuario del siglo XXI obliga a incursionar en una actualización del Pensamiento Estratégico que sustente el Crecimiento y Desarrollo de lo agropecuario argentino y hacerlo desde una concepción económica y social que reconozca lo nacional como esencia de su identidad política. El eje de la visión estratégica no puede entonces ser otro que, el hombre y la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales. Si el análisis histórico nos señala que el siglo XX constituyó el del quiebre del poder colonial y la resistencia al poder imperial, el presente debería concentrarse en la construcción de modelos alternativos que, basados en la fuerza de lo cultural, logren articular sistemas productivos que preserven una razonable eficiencia económica, con la mayor sustentabilidad social. La aplicación de recetas generadas en las usinas del pensamiento estratégico de los centros del poder académico, político, económico y financiero mundial, reproducidas aquí por sus voceros del orden establecido de los agronegocios, no pueden resultar más que en una nueva catástrofe para nuestro pueblo, como aquella que nos produjeron las impuestas en nuestra historia reciente por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Resulta esencial considerar que, como consecuencia del estrepitoso fracaso de las políticas macroeconómicas neoliberales de los noventa y del ascenso reciente de nuevos movimientos político-sociales en gran parte de Latinoamérica, es factible pensar en la revalorización de formas de la acción y el pensamiento político que habían sido vilipendiadas por el anterior poder político dominante. Desde allí surge con fuerza la idea de consolidar una visión integradora entre (1) el poder regulador y arbitral del estado, (2) la fuerza creadora de los movimientos sociales y sus organizaciones, (3) la iniciativa de los individuos y (4) la dinámica del mercado. Las acciones políticas concretas deberían emerger de Grupos de Trabajo organizados desde una Mesa de Consenso que formule, (1) una nueva ley tributaria agraria inspirada en la capacidad productiva potencial de la tierra, (2) la reformulación de las retenciones para que sirvan a un objetivo de promoción de determinados rubros productivos de interés nacional y a su vez como herramienta de redistribución intrasectorial que considere las diferencias de escala de producción, (3) nueva ley de tenencia y uso de la tierra que introduzca nuevas figuras para la propiedad de la misma e innove en aquellas del arrendamiento y la aparcería rural y (4) definición de los alcances estratégicos que debería tener la investigación y desarrollo de la transgénica, enfocada al crecimiento y desarrollo de la producción agropecuaria, sus objetivos, prioridades y límites.
CONTENIDO
El título que nos convoca, nos invita a incursionar en una actualización al siglo XXI del Pensamiento Estratégico que sustenta el CRECIMIENTO Y DESARROLLO de lo agropecuario argentino y hacerlo, desde una concepción económica y social, que reconoce lo nacional como esencia de su identidad política. En otras palabras HABLEMOS DEL PENSAMIENTO NACIONAL EN LO AGROPECUARIO DEL SIGLO XXI.
Partiendo de que Crecimiento refiere a lo cuantitativo y Desarrollo a lo cualitativo, deberíamos concentrarnos tanto en el pensamiento de lo productivo como en la salvaguarda de lo social, estableciendo como inalienable que, el centro de toda la estrategia es el hombre y la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales.
El sostenido avance de la producción agraria Argentina ya no es un fenómeno explicado solamente por la excelencia de sus recursos naturales, sino el producto de una sofisticación tecnológica en pocas partes igualada, aunque no obstante ello, quede sin explicación –por ejemplo- su coexistencia con la desnutrición infantil.
Digno es reconocer que el desarrollo capitalista a nivel mundial, sin la exclusión nacional –con la lógica excepción del Peronismo entre el 45 y el 55- lejos de considerar al hombre como el eje de la cuestión económica, puso el énfasis en el capital –o en todo caso en el hombre capitalista- otorgándole la mayor fuerza al crecimiento de la riqueza, antes que al desarrollo del bienestar humano.
Si el siglo XIX consolidó los dominios coloniales, el siglo XX fue el del quiebre del Poder Colonial y su reemplazo por el de la expansión Imperial-Capitalista, enancado –durante su etapa temprana- en los millones de muertos producto de las dos guerras mundiales que devastaron la fuerza productiva del capital humano, mientras en su actual etapa tardía, recurriendo al concepto de la globalización de los mercados, se sustenta en el enorme poder de la concentración del capital financiero y en el no menos poderoso atributo de contar con los mayores recursos tecnológicos de la historia de la humanidad. Este ciclo de la economía capitalista mundial, constituye la etapa expansiva por excelencia del sistema, en la cual instala –verborragicamente- el concepto de la sustentabilidad de los sistemas productivos, para simular un intento de corrección de lo que es -a todas luces- el talón de Aquiles de esta etapa.
Si el siglo pasado se instaló en la resistencia al poder imperial, éste debería concentrarse en la construcción de modelos alternativos que basados en la fuerza de lo cultural, logren articular sistemas productivos que preserven una razonable eficiencia económica, con la mayor sustentabilidad social.
Sin duda que dichos modelos, deberían contemplar la convivencia de diferentes tipos de propiedad de los medios de producción, sin excluir a ninguno de ellos e inclusive innovando en las formas asociativas de posible implementación.
Consecuencia del estrepitoso fracaso de las políticas macroeconómicas neoliberales de los noventa y del ascenso reciente de nuevos movimientos político-sociales en gran parte de Latinoamérica, es factible pensar en la revalorización de formas de acción política que habían sido vilipendiadas por el anterior poder político dominante. Así surge con fuerza la idea de consolidar una visión integradora entre el poder regulador y arbitral del estado, la fuerza creadora de los movimientos sociales y sus organizaciones, la iniciativa de los individuos y la dinámica del mercado (considerado éste como conglomerado de organizaciones que expresan un indiscutido poder, derivado de su capacidad económica).
En lo específicamente referido a las políticas agrarias, se debería ejercitar el diseño de las estrategias productivas desde los siguientes enunciados:
ü No debemos quedar atrapados entre las propuestas del modelo concentrador –manejado por los grandes intereses económicos trasnacionales- y aquellas románticas de un ecologismo estéril, ambos incapaces de sustentar propuestas de desarrollo económico, dotadas de condiciones capaces de mejorar la productividad y –en simultaneo- otorgar equidad a la distribución de los resultados.
ü El país requiere de modelos de desarrollo agropecuario, adaptados a las particularidades económicas y sociales regionales y dentro de ellas a las escalas de producciones vigentes y/o deseables. Un modelo alternativo de producción agropecuario, debe basarse en la producción de más y mejores alimentos y asegurar el acceso a los mismos de toda la población, rural y urbana. Esta es la clave de la sustentabilidad económica y social del modelo productivo.
ü El incremento de la producción agropecuaria, no puede realizarse a costa de la degradación de los recursos (humanos, edáficos, genéticos, ambientales, etc.) ni atentando contra la biodiversidad por el uso de sistemas productivos de alto impacto pero gran vulnerabilidad.
ü La bioconservación debe realizarse desde un enfoque racional, que armonice la producción con la productividad, destinada la primera a una población cuantitativa y cualitativamente creciente, que a su vez demanda de la segunda para el logro de una mejor calidad de vida.
ü La decisión estratégica de qué, cuánto, cómo, dónde y cuándo producir, hace a nuestra soberanía política y no debe quedar en manos del mercado –manejado oligopolicamente por los sectores concentrados- sino responder a una elección autónoma y democrática, de un modelo consensuado de desarrollo económico y social.
ü Es absolutamente imprescindible el desarrollo de programas locales de investigación, que determinen la real incidencia sobre la sustentabilidad de la producción, de diferentes modelos alternativos, adecuados a diferentes ambientes, estructuras y escalas de producción.
ü La incorporación de insumos de alto impacto en los modelos productivos (caso transgénicos y agroquímicos), deben contar previamente con investigaciones oficiales nacionales e independientes, acerca de su incidencia inmediata y peligros potenciales, sobre la biodiversidad y la salud de la población. Esto debe lograrse en plazos razonables que balanceen la necesidad de su incorporación con la preservación de la salud de la población y la calidad medioambiental.
ü Las estrategias de investigación y desarrollo de los institutos oficiales, deben responder no a las motivaciones del mercado, sino a las demandas de la sociedad. Para ello debe articularse la participación de sus organizaciones intermedias en las direcciones de los mismos, rompiendo viejos moldes instituidos por el orden establecido, que partiendo de Asociaciones corporativas, representan no los intereses del colectivo social, sino los económicos sectoriales.
ü Ejecutar la revisión y reordenamiento de la legislación que otorga beneficios impositivos a las empresas ligadas a la producción y comercialización de carnes, con el objetivo de beneficiar efectivamente a las empresas que lo necesiten para expandir sus actividades con generación de empleos. Adicionalmente debería contemplarse que dichos beneficios no vayan a parar a las empresas concentradas, sino a aquellas de nivel Pymes y Cooperativas que deberían contar con el apoyo preferencial de un Instituto de Promoción de Asociación de Pymes y Cooperativas en Cadenas de Valor Agregado.
ü Gestionar como de particular interés nacional, el apoyo económico-financiero del estado a la Agricultura Familiar y Campesina y su inserción en el desarrollo de proyectos agroindustriales que apuntalen el crecimiento y desarrollo de las economías regionales.
ü Por último, la utilización de las producciones agropecuarias con destinos diferentes a las de la alimentación humana (específicamente los Biocombustibles en la actualidad), podrá ejecutarse solo bajo regulaciones estrictas que determinen precios diferenciales para los distintos usos, de manera que todos aquellos productos que constituyen “bienes salario” no sufran distorsiones de precios, que incidan sobre el poder adquisitivo de los trabajadores e indirectamente en su participación en la distribución del ingreso.
Desde esta concepción estratégica, la acción concreta debería concentrarse en:
1. Constituir en la órbita del estado una mesa de consenso para encuadrar políticas de estado de coyuntura y estrategias de mediano y largo plazo, de la que participen todos aquellos sectores de la producción, el comercio y el trabajo, que compartan la visión política enunciada en este marco del Pensamiento Nacional.
2. Desde la misma Mesa de Consenso, abocarse a la organización de Grupos de Trabajo en torno a la siguiente agenda:
ü Nueva ley tributaria agraria que establezca un impuesto base, que reconozca el potencial productivo desde la digitalización de la aptitud agrícola del suelo y clima, expresada en un índice de productividad por potrero. Ello conformaría lo que antiguamente se dio en llamar Renta Potencial de la Tierra.
ü Reformulación de las Retenciones a la producción primaria de origen agropecuario, aplicando a las mismas un concepto de herramienta de promoción de determinados rubros productivos de interés nacional, que contemple las diferencias de aptitud económica y valor estratégico de las diferentes producciones y los diferentes cultivo/productos y actúe para corregir los desequilibrios que introducen las leyes del mercado. También como un concepto redistributivo intrasectorial que considere las diferencias de escala de producción. (Cuando se organice la digitalización de la aptitud productiva del clima y suelo de cada potrero y en la totalidad de la tierra agrícola del país, se podrán categorizar las zonas de producción de acuerdo con sus capacidades productivas y considerarlas como variable de corrección de las asimetrías mostradas por las mismas.)
ü Nueva ley de Tenencia y Uso de la Tierra, que introduzca nuevas figuras para la propiedad de la misma (que debería excluir a las sociedades anónimas nacionales y extranjeras, así como las personas físicas extranjeras que no acrediten un mínimo de determinada cantidad de años, de radicación en el país). De igual manera se debería innovar en las figuras del arrendamiento y la aparcería, que deberían excluir el contrato accidental por un año, llevar el contrato mínimo a tres años e incentivar los períodos mayores con beneficios fiscales para el propietario y para los arrendatarios que utilicen determinadas técnicas de conservación de los recursos.
ü Definir -coordinadamente con la SECYT- los alcances estratégicos que debería tener el desarrollo de la transgénica enfocada al crecimiento y desarrollo de la producción agropecuaria. Objetivos, prioridades y límites.
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