Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

3Jun/120

Qué es lo que determina si el tipo de cambio es adecuado en un país?

Jorge Molinero*
No es correcto medir el nivel de equilibrio en función que determinadas actividades que antes eran competitivas ahora no logran exportar, ya que otras lo harán. Por ejemplo, una actividad muy competitiva como la producciòn agrícola pampeana, con los precios elevados actuales, puede exportar con el dólar a $4,45 aún con las retenciones del 35 % para la soja y otros porcentajes para distintos cultivos. Es más, seguiría siendo rentable aún con una apreciación de más del 30 % sobre los niveles actuales, tal su productividad, ventajas naturales y alto precio internacional.
Hay otras actividades industriales, más intensivas en mano de obra y/o con escalas de producción subóptimas, que fueron competitivas entre el 2002 y 2007, logrando participación internacional (o al menos regional) y hoy no logran mantener esos mercados aún con el atraso cambiario que (aún) tiene Brasil. Son los sectores en los que la productividad creció menos que la apreciación cambiaria que se aceleró de 2007 a la fecha.
No existe por lo tanto, un tipo de cambio que satisfaga las expectativas de todos los sectores transables, ya que será redundante para los de alta productividad y no alcanzará para los de baja.
El tipo de cambio real de equilibrio es aquel que permite que las exportaciones de bienes y servicios alcancen para pagar las importaciones idem más la remisión de utilidades, intereses privados y públicos y servicio de la deuda externa, y que ello se logre sin deterioro del nivel de reservas necesaria para evitar contingencias.
Aclaramos que dentro de la importación de servicios está lo gastado en turismo en el exterior.El número para este año 2012 está entre u$s 10.000 y 12.000 de superávit comercial para atender la remisión de utilidades, servicio de la deuda pública y privada y mantenimiento del nivel de reservas.
Aún suponiendo que no hubiese fuga de divisas con fines de atesoramiento, si Moreno no ponía el cerrojo a las importaciones con el régimen de Licencias Previas y posteriormente con las DJAI, el superávit comercial no habría sido u$s 4795 millones en el primer cuatrimestre, sino algo más cercano a los u$s 3.000 de igual período de 2011. A ese ritmo no se habría logrado el superavit comercial deseado de u$s 10.000/12.000 necesario para los pagos del año.
La compra de dólares por particulares, para fugarlos al exterior, ponerlos en un colchón en el país o en una caja fuerte de un banco, es un hábito muy fuerte de las clases altas y medias con capacidad de ahorro, cuando no tienen muchas alternativas para mantener el poder adquisitivo de sus ahorros. Objetivamente ahorrar en dólares fue mal negocio desde 2002 en adelante, una vez producida la devaluación. Fue ganancia para los que ya los tenían al 30 de Diciembre de 2001, y paremos de contar. En 10 años el dólar se desvalorizó en forma importante, ya que todos los bienes a adquirir, en Argentina o en cualquier país de la región con los que comercializamos, expresados en dólares cuestan mucho más. Un departamento de u$s 150.000 en 2003 no se conseguía por menos de u$s 250.000 en 2011, y lo mismo se puede calcular para países vecinos como Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia y Brasil, socios comerciales importantes.
Lo que ha hecho el gobierno ahora es cerrar el grifo de la salida de dólares con fines de atesoramiento, dejando a los que tienen excedentes las posibilidades de inversiones reales, o colocación de su dinero a interés bancario, o bonos del gobierno nacional.
Esta es una medida que aplaudo, así como todas las otras que han tomado para administración del comercio (DJAI y Licencias previas de importación, plazos de ingreso de divisas, etc.), pero está claro que sin la restricción comercial no se lograría el superávit deseado, con lo que la conclusión es clara: hay atraso cambiario en general, no muy importante pero si que lo hay. No debemos caer en la posición maniquea que el que dice que hay un nivel de atraso cambiario es porque aboga por una maxidevaluación para enriquecer a los tenedores de dólares al tiempo que enfría la actividad y disciplina a las clases trabajadoras.
Al margen de lo que me gustaría, hay atraso moderado y el equilibrio se mantiene con medidas administrativas, que se pueden mantener un tiempo pero no en forma permanente, por las derivaciones indeseadas que inevitablemente se producen. El caso es claro, con un tipo de cambio como el actual, sin restricciones comerciales como las impuestas, y aún suponiendo que se haga control de cambios para evitar la fuga de divisas, no se lograría el superávit comercial necesario para el equilibrio tal como fue indicado. Eso es un signo claro de retraso cambiario.

Allí interviene la política. La derecha, cuando vió esa debilidad real, unido a que el gobierno ya no tiene superávit financiero interno (apenas un débil superávit primario) batió el parche de la falta de libertad para comprar dólares hasta el paroxismo, arrastrando tras de si al conjunto de las clases medias con alguna capacidad de ahorro, hasta los límites más pequeños, y esos sectores son los que vehiculizan el "malestar" que generan y retratan Clarín, Nación y la red de repetidoras cipayas propias y ajenas.
Diferenciemos entonces la intencionalidad de desestabilización política, que siempre está presente y agazapada en la oposición mediático-económica, de los hechos reales. Hay atraso cambiario moderado, y sobre esas bases aún débiles pero reales operan. Por lo tanto, en las presentes circunstancias hay que apoyar al gobierno en sus restricciones comerciales y en el control de cambio para particulares, y sería deseable que se acaben con otras redoblonas aún abiertas (como el contado con liqui en bonos gubernamentales y otras lindezas).
Sin embargo, para pasar el mal momento que en este aspecto será 2012 y posiblemente 2013, el gobierno tendrá que idear algo más sustancioso que la mera represión de importaciones y atesoramiento, ya que el atraso no es ilusorio sino real, aunque su magnitud no sea del porcentual que sugiere el dólar ilegal.

La base del atraso cambiario (aún del multilateral, no sólo frente al alicaído dólar) está en la divergencia entre la tasa de aumento de los salarios nominales, descontado el incremento de la productividad media, y la devaluación frente a la canasta de monedas con las que comercializamos. En forma simplificada algunos lo expresan como la divergencia entre inflación "real" (que todos estiman a su gusto) y sólo el dólar. Esa simplificación fue bien criticada por Zaiad, pero el conjunto de variables bien medido por su consecuencia (no generación de superávit necesario en condiciones sin restricciones al tipo de cambio vigente) es lo suficientemente explicativo del atraso cambiario. Y en la base de la inflación real está la puja redistributiva entre sectores económicos concentrados y sindicatos fuertes con bajo nivel de desocupación en el sector formal, a quienes representan. En los últimos años, la capacidad reivindicativa de los trabajadores organizados fue más fuerte que la capacidad de remarcación de los empresarios, de allí el incremento de poder adquisitivo real, medido con cualquier índice inflacionario, no solo el de Indec (1)

El gobierno no tiene muchas opciones al corto plazo, pues una aceleración de las devaluaciones semanales, con el nivel de actividad aún elevado que tiene el país, se traduciría en presiones inflacionarias y recalentamiento de las pujas distributivas en el medio de las renovaciones de las convenciones colectivas de trabajo y la renovación de la dirigencia de la CGT. Ha optado por la represión cambiaria, y al corto plazo no le queda otra. Pagará un costo político, inevitable con ciertos sectores de las clases medias que lo habían apoyado o no eran opositores muy radicalizados, que se acercarán a sectores más recalcitrantes.

Informar bien ayudaría, sin dudas, pero el problema no se resuelve con sólo información. Tiendo a pensar que el gobierno está comprando tiempo para ver si las restricciones comerciales y el control de cambios para evitar la fuga le permite cerrar el año sin sobresaltos externos, mientras mira con el otro ojo la desaceleración de la actividad industrial, que más tarde o más temprano se traducirá en una elevación de la tasa de desocupación si los sectores no transables no compensan su falta de dinamismo. Habrá un costo en el sector popular, incluyendo el sindicalizado, por el menor grado de actividad económica, y un costo en los sectores medios por las restricciones de acceso al dólar. De la magnitud de ambos deterioros depende el mantenimiento de la fortaleza política del gobierno y la posibilidad de seguir avanzando en la profundización del modelo de alto crecimiento con redistribución progresiva del ingreso.
(1) Una breve digresión: correctamente se indica que los sectores concentrados tienen la capacidad de pasar a precio los aumentos salariales que le arrancan los sindicatos organizados, pero no está claro que todos lo logren superar. Las pruebas al canto son que el promedio de incremento salarial de los últimos cuatro años han sido claramente superiores al promedio de incremento de los precios, que contiene tanto a los sectores concentrados como los no concentrados. Eso es el efecto buscado por el gobierno de incremento de salario real y redistribución progresiva de la renta nacional. Respecto a la capacidad irrestricta de los primeros en subir los precios en cualquier circunstancia para acomodar su tasa de ganancias, recuerdo que durante la convertibilidad y apertura irrestricta no sólo no subieron los precios después de 1992/1993, sino que la competencia externa y atraso cambiario hicieron que en muchos casos bajaran los precios nominales, experiencia inédita en la Argentina. Más aún, en las postrimerías del régimen de Convertibilidad (2001) hubo muchos acuerdos de reducción nominal de salarios en los sectores industriales atacados por la competencia externa y la creciente recesión. La capacidad de subir los precios, al igual que la de subir los salarios, depende del nivel de actividad y el grado de protección externa, por tipo de cambio o administración del comercio.
*Economista integrante de la Comisión de Economía de Carta Abierta.

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