Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

8Feb/130

El centenario de “La Acumulación del Capital” de Rosa Luxemburgo

El centenario de “La Acumulación del Capital” de Rosa Luxemburgo

por Jorge Molinero

1.- Introducción

Hace 100 años, a fines de 1912, terminaba Rosa Luxemburgo (1871-1919) su trabajo teórico más importante, “La Acumulación del Capital”. Es Rosa recordada más por su martirio, ya que fue asesinada junto a Karl Liebknecht a inicios de 1919, tras el fracaso del levantamiento espartaquista de 1918 en Alemania, a la finalización de la Primera Guerra Mundial.

Fue una de los grandes pensadores socialistas anteriores a la revolución rusa, y son importantes sus aportes y tesis tanto como sus discusiones, coincidencias y divergencias con los dirigentes de su propio Partido Socialdemócrata Alemán (Sozialdemokratische Partei Deutschlands, SPD), como con Lenin y los bolcheviques antes e inmediatamente después del Octubre ruso.

Rosa Luxemburgo nació en Polonia pero su vida política se desarrolló en Alemania, sin dejar por ello de pertenecer también al partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y Lituania y ser miembro fundador del Partido Comunista de Polonia, así como del Partido Comunista Alemán, poco antes de su asesinato. Su internacionalismo la llevó a oponerse a la independencia de Polonia del Imperio Ruso. Las tesis que terminan de plasmarse en su obra principal ya habían comenzado a esbozarse años antes, en distintos artículos publicados en la prensa socialista europea. En el SPD integró su ala izquierda, junto a Clara Zetkin, Karl Liebknecht y Franz Mehring, opuesta tanto a los centristas comandados por August Bebel y Karl Kautsky como a las tendencias reformistas de Eduard Bernstein. La ruptura con el ala derecha fue total cuando en 1914 el SPD emitió su declaración social patriótica a favor de Alemania en la Guerra Mundial, lo que provocó la disolución de la Internacional Socialista. Sus discusiones con Lenin se agudizaron a la toma del poder por los bolcheviques, ya producida su ruptura con el centro de Kautsky y la formación de los espartaquistas (luego Partido Comunista Alemán, KPD).

Rosa saluda la revolución rusa como señal de la proximidad de la revolución mundial que todos los marxistas daban por descontado, pero al mismo tiempo criticaba fuertemente al bolchevismo por la política hacia los campesinos, por la cuestión nacional y por la supresión de la legalidad de los demás partidos de izquierda que apoyaron la revolución. Posteriormente, el stalinismo la negó en forma rotunda, borrándola de la historia, dado que ligaba su posición internacionalista y revolucionaria con la idea que el socialismo no se podía desarrollar plenamente si no se tomaba el poder al mismo tiempo en los principales países europeos, lo que emparentaba su pensamiento, en opinión de Stalin, al de León Trotsky (la revolución permanente como concepto contrario a la posibilidad del socialismo en un solo país).

2.- Las Tesis de Luxemburgo

La tesis principal es el colapso inevitable del sistema capitalista por contradicciones insalvables entre la acumulación y el consumo. En la lógica interna del capitalismo no encontraba posibilidades de crecimiento y continuidad, lo que la hizo concluir que sólo podía expandirse absorbiendo las áreas no capitalistas, tanto de los países europeos como del resto del mundo. Al ir incorporando a las áreas precapitalistas a su dominio el capitalismo iba dejando sin alternativas posteriores al sistema, y al completar su dominio del mundo, las contradicciones internas lo harían colapsar. El capitalismo puro y sin otro sistema al que explotar y asimilar, estaría condenado al colapso por sus contradicciones internas.

La obra tiene más de quinientas páginas de análisis y crítica de las distintas escuelas y pensadores económicos. Ninguno encuentra, en opinión de Luxemburgo, la explicación de las razones de la expansión del capitalismo como sistema cerrado. Analiza los desarrollos teóricos de Quesnay, Adam Smith, el mismo Marx, Sismondi, Malthus, Say, Ricardo, Mac Cullock, Rodbertus, Kirchmann, Struve, Bulgawor, Tugan Baranowski y otros pensadores.

Su análisis parte de la reproducción del capital. Comienza por la reproducción simple y luego encuentra la dificultad de explicar la continuidad ilimitada de la reproducción ampliada, más allá de los factores exógenos.

Luxemburgo sigue la metodología de Marx en sus esquemas de reproducción. El valor está generado exclusivamente por el trabajo. El capital es trabajo acumulado. La plusvalía es la parte del trabajo que se apropia el capitalista, siendo que el trabajador es remunerado por su fuerza de trabajo. En su ejemplo de reproducción simple:

I. 4.000 c + 1.000 v + 1.000 m = 6.000

II. 2.000 c + 500 v + 500 m = 3.000

Total……………………. = 9.000

La sección I es la producción de medios de producción, bienes y equipos y la sección II la producción de bienes de consumo). El capital constante (bienes de producción y materias primas) es “c”, el capital variable es “v” (remuneración a la fuerza de trabajo) y la plusvalía es “m”.

Los medios de producción elaborados en I son iguales a los medios de producción consumidos en las dos secciones (6.000 = 4.000 c I + 2.000 c II) El producto entero de la producción de medios de subsistencia es igual a la suma de salarios y plusvalía en ambas secciones (3.000 = 1.000 v I + 1.000 m I + 500 v II + 500 m II). En este caso la tasa de plusvalía es 1.500 m/1.500 v = 100 %, y la tasa de ganancia es 1.500 m / (1.500 v + 6.000 c) = 25 %

La reproducción simple fue la norma de muchas sociedades precapitalistas, estáticas durante siglos. Pero el capitalismo vino al mundo para revolucionar permanentemente las condiciones de producción por medio de la reinversión del plusvalor m que lleva a la reproducción ampliada. En su ejemplo, la reproducción ampliada se expresaría:

I. 4.000 c + 1.000 v + 1.000 m = 6.000

II. 1.500 c + 750 v + 750 m = 3.000

Total …………………………….= 9.000

Aquí los medios de producción (6.000) exceden en 500 al valor de los efectivamente consumidos en la sociedad (4.000 c + 1.500 c = 5.500 c). Concluye que “El supuesto general de la reproducción ampliada es: el valor del producto de la sección I es mayor que el capital constante de ambas secciones juntas, el valor del producto de la sección II es, por el contrario, menor que la suma del capital variable y de la plusvalía de ambas secciones”.

La pregunta que se hace en el capítulo VII es de dónde viene la demanda constantemente creciente en que se fundamenta la ampliación progresiva de la producción en el esquema marxista. No proviene, concluye, de los capitalistas, ya que la reproducción ampliada es, por definición justamente que “los capitalistas no consuman una parte – y una parte creciente por lo menos en absoluto – de la plusvalía, sino que creen en ella bienes.”

Una primera respuesta provisional es que la demanda creciente la suministra el aumento natural de la población. Luego vuelve a profundizar el análisis: “¿De qué población se trata cuando hablamos de su aumento? No conocemos aquí – en el esquema de Marx – más que dos clases de población: capitalistas y obreros. El aumento de la clase capitalista queda ya comprendido en la magnitud absoluta creciente de la parte por ella consumida de la plusvalía. Pero, en todo caso no puede consumir enteramente la plusvalía, pues entonces volveríamos a la reproducción simple. Quedan los obreros. Pero este crecimiento en si mismo para nada le interesa a la economía capitalista como punto de partida de necesidades crecientes.” (subrayado nuestro)

Observa Luxemburgo que la sociedad, aún bajo el régimen capitalista, no está formado exclusivamente de capitalistas y obreros asalariados (cita a “propietarios territoriales, empleados, profesionales, médicos, abogados, artistas, científicos, la Iglesia con sus ministros, y finalmente, el Estado con sus funcionarios y ejército”). Sin embargo “los propietarios territoriales consumen su renta que es una parte de la plusvalía, los profesionales reciben su dinero…… directa o indirectamente de los capitalistas”, “que les satisfacen con migajas de su plusvalía”……….. “lo propio ocurre con los sacerdotes”…….. “Finalmente el Estado con sus funcionarios y ejército se mantienen de los impuestos, y estos gravan, bien la plusvalía, bien los salarios”. Para concluir: “En general no hay – dentro de los límites del esquema de Marx – más que dos fuentes de renta en la sociedad: salarios de los trabajadores o plusvalía”. La conclusión más importante del capítulo VII es “Como por consiguiente, no se pueden descubrir dentro de la sociedad capitalista clientes visibles para las mercaderías en que se incorpora la parte acumulada de la plusvalía, no queda más que un recurso: el comercio exterior”.(subrayado nuestro)

En el último capítulo (XXXII, El Militarismo) añade la importancia de la política militar para la función imperialista de conquista y explotación de colonias de ultramar, para agregar “que el militarismo es

también, en lo puramente económico, para el capital, un medio de primer orden para la realización de la plusvalía, esto es, un campo de acumulación.”

3.- Análisis crítico de las tesis

Hemos citado in extenso los párrafos más salientes de la dilatada obra porque desde los trabajos de Marx y Engels, la suya era una de las pocas que se adentraban en una materia tan ardua, y concluyen con resultados tan importantes. Desde el punto de vista teórico sus aportes están a la altura de los avances hechos por Hilferding y Lenin en la comprensión del capitalismo en su etapa superior. Sus conclusiones eran explosivas en varios sentidos, y las esquirlas de esa explosión se diseminaron en muy diversas direcciones.

Exactamente un siglo después, el mundo que Rosa intuyó, el socialismo mundial, no se ha concretado. Llegó a ver y saludó entusiasmada el nacimiento de la Unión Soviética. Luego de la Segunda Guerra Mundial, creció un campo socialista con Europa Oriental, luego China, Corea del Norte, Cuba, Vietnam, Laos y Camboya. Todo eso implotó entre 1989 y 1991 o cambió de rumbo, y quedó reducido, a los efectos prácticos, a Cuba y Corea del Norte en la actualidad.

¿Eran válidas las premisas de Rosa Luxemburgo, y lo que estamos viviendo es un reflujo de la marea revolucionaria a la espera que el dominio total del mundo por el capitalismo lo lleve a su propia extinción?

Hay otras razones para explicar la persistencia del capitalismo, al margen de las tesis del mundo no capitalista. Pero para analizar esta alternativa tenemos que volver sobre lo que entendemos es la parte más controversial de la teoría de Rosa Luxemburgo.

3.1.- La evolución económica en Europa entre el primer tomo de El Capital y 1912

Cuando Marx concluyó su primer tomo de El Capital (1867) el capitalismo industrial se había desplegado ampliamente en Inglaterra, y estaba recorriendo sus primeros pasos firmes en el continente, especialmente en las distintas zonas que formarían la Alemania unificada pocos años después, en Francia, Países Bajos e Italia y en Estados Unidos. El resto del mundo era el atraso de distintos regímenes precapitalistas, resabios feudales en Europa, estructuras semicoloniales y de enclave en Latinoamérica, el modo de producción asiático, tribalismo en África, etc.

La formación de la clase obrera inglesa, la cual Marx y Engels habían estudiado minuciosamente, les había hecho concluir que el salario era y seguiría siendo el mínimo de subsistencia, y que todo excedente sobre ese nivel iría a parar a la plusvalía. En su opinión ello estaba garantizado por la existencia de un permanente ejército industrial de reserva, formado por el flujo permanente de campesinos desplazados (en Inglaterra por la política de los cerramientos de campos para la cría de ganado), la proletarización de la pequeña burguesía urbana y otras capas subalternas de la sociedad. Lo mismo era válido en los capitalismos más recientes de Alemania y Francia, no así en el caso de Estados Unidos, pero tanto Marx como Engels no tenían una información tan precisa sobre este país como de Europa Occidental.

Lo real es que, dentro del sistema capitalista, en los años finales de la vida de Marx (muere en 1883), las condiciones objetivas de la clase obrera inglesa al menos, habían comenzado muy lentamente a cambiar, en el medio de avances y retrocesos. La acción combinada de mayor productividad industrial y en años posteriores una creciente actividad sindical, fueron arrancando concesiones a los empresarios capitalistas. Limitación de horas trabajadas, cambios en el trabajo infantil, tiempos de descanso, y mejoras parciales, aquí y allá, en los salarios. Por otro lado, el comercio internacional contribuía a abaratar el costo de vida de las clases populares, con el abaratamiento de la alimentación (Argentina contribuyó a ello en su intercambio comercial con las islas británicas), lo que redundó en un aumento del consumo absoluto de las familias obreras, cambio apenas perceptible en los años sesenta, pero cada vez más evidente a medida que pasaban las décadas.

La clase obrera inglesa se fue organizando detrás de esquemas tradeunionistas (sindicalismo) y nunca tuvieron un partido socialista de importancia que objetara el sistema capitalista como tal. Se sentían socios menores del imperio, con serias contradicciones de clase, pero indirectamente se beneficiaban de esa explotación colonial y semicolonial. El laborismo es la expresión de esta lucha reformista por obtener de los capitalistas ingleses, devenidos en el imperio más importante del siglo XIX, parte de la plusvalía a ellos extraída y parte de la plusvalía que como imperio obtenían de sus colonias y semicolonias.

El caso que nos interesa es el del SPD, en donde la influencia ideológica y personal de Marx y Engels lo llevó a adoptar un programa socialista con el objetivo de eliminar el sistema capitalista. Es en este partido que desarrolló gran parte de su vida política Rosa Luxemburgo. Cuando Rosa escribe su “La Acumulación del Capital” en 1912 la importancia del SPD en Alemania era muy grande, llegando a ser el partido más importante del país, representando a los sectores trabajadores. Si bien el partido reverenciaba a Marx y a Engels en sus plataformas formales, la realidad del SPD era cada vez más inclinada hacia el reformismo, que adquirió status teórico a partir de los escritos del adalid de su ala derecha, Eduard Bernstein (1850-1932), el fundador oficial del “revisionismo” teórico y opuesto al marxismo, que era sostenido por las alas centrista (Bebel, Kautsky) y la minoritaria ala izquierda (Luxemburgo, Clara Zetkin, Karl Liebknecht y Franz Mehring).

¿Cuál era la base real que permitía el desarrollo de un ala “revisionista” que ponía el énfasis en la acción reformista de beneficios parciales conseguibles por la acción sindical y parlamentaria?: la misma que había otorgado preeminencia a las tendencias tradeunionistas en Inglaterra, el aumento lento, pero permanente, de los salarios reales y la mejora de las condiciones de la clase obrera.

Bernstein había escrito profusamente sobre esto antes de 1912. Su principal obra, “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia” fue escrita en 1899. El SPD realmente era “revisionista” mucho antes de la escritura de esta obra, y las razones hay que buscarlas en los avances políticos y sobre todo sindicales de los trabajadores socialdemócratas en las décadas previas a la guerra.

Los estudios sobre las condiciones de la clase obrera alemana entre 1850 (inicio del despliegue del capitalismo industrial en ese país) y el inicio de la Primera Guerra Mundial muestran, con marchas y contramarchas, un doble proceso de cambio de las condiciones laborales (menos horas trabajadas, inicio

de beneficios sociales como las jubilaciones en determinadas actividades, regulación del trabajo infantil, etc.) y de los salarios. Los primeros años (1850/1870) son el paso de las relaciones precapitalistas a las relaciones de mercado de trabajo a la inglesa, trabajadores obligados por las circunstancias a trabajar de 10 a 12 horas diarias seis días por semana por pagas miserables. Recién en el último tercio del siglo comienzan a cambiar lentamente algunas condiciones. Los primeros sindicatos (tipógrafos y obreros del tabaco) fueron ganando fuerza, sobre todo por la falta de personal especializado en esas tareas. Más adelante la sindicalización y politización fue avanzando, y el estado alemán reaccionó de manera dual. Por un lado reprimió la actividad política (ley antisocialista, 1878) pero por el otro lado comenzó a hacer concesiones sociales (seguro social, 1882-1889). El crecimiento de los sindicatos, sin embargo, no logró contratos colectivos de trabajo sino desde 1890 en adelante. Para 1912 los sindicatos ya eran una fuerza importante en Alemania, las concesiones que arrancaban a sus patronales también, y el SPD había crecido en paralelo con la sindicalización industrial. Cada avance sindical o parlamentario alejaba más al partido de la acción revolucionaria como método para el cambio de sistema, y la promesa de Bernstein de llegar al socialismo por reformas graduales les dio a sus cuadros la justificación del abandono práctico del marxismo, al margen de los reconocimientos protocolares, que cesaron para la época de la Primera Guerra Mundial. Rosa lo ignoró totalmente en su libro, sin dedicarle un párrafo de crítica.

Se producía un lento pero persistente incremento de los salarios reales, como participación de los asalariados en una parte del incremento de productividad al utilizar el capital tecnologías cada vez más avanzadas. Ello era posible sin caída de las tasas de ganancia, y ese consumo obrero y popular alargaba el margen de maniobra del capitalismo que encontraba entonces la “doble vía” de expansión en el comercio internacional como preveía Rosa, y en el incremento del consumo interno de las masas asalariadas, una alternativa negada enfáticamente por ésta.

El error de apreciación de Luxemburgo fue no percibir esos cambios en la situación objetiva de la clase obrera alemana. Desde la época de Marx la crítica socialista revolucionaria indicaba que la lucha exclusivamente sindical era un método errado para lograr el cambio de sistema, pero esas tendencias se fueron imponiendo a medida que los sindicatos y sus afiliados percibían que, lentamente, por medio de sus luchas los objetivos de mejoras parciales se iban consiguiendo. En el esquema de Luxemburgo, siempre estaba la idea del salario de subsistencia, sin aumentos de salarios reales. Hay una interpretación que el salario de subsistencia no es una magnitud absoluta, sino que está determinado socialmente. Así lo expresa Marx. Pero esa explicación hoy no es más que una forma elegante de aceptar los cambios sin cambiarle los nombres a las cosas. Si una familia obrera disponía de determinada cantidad de bienes en 1860 y para 1910 disponía de más de esos bienes, o nuevos bienes, lo que había ocurrido era un incremento de salario real, aunque se lo considere salario de subsistencia en el contexto social del nuevo momento. Lo que importa es la consecuencia sobre la reproducción ampliada, no el nombre que le queramos poner al salario obrero.

3.2. La crisis de 1929/1933, el New Deal y Keynes

Ese error de percepción era entendible en la época de Marx, con muy poco crecimiento de los salarios reales en Inglaterra. Es más difícil de aceptar en la época de Luxemburgo, con un período prolongado de

mejoras parciales – arrancados al capital mediante la acción sindical y política del SPD - que se fueron haciendo carne en los trabajadores, alejándolos de la acción revolucionaria.

Sin embargo los grandes cambios vinieron después de la gran crisis de 1929/1933 que tuvo su epicentro en Estados Unidos. La ausencia de demanda efectiva, con la magnitud que se presentó tras la orgía de especulación en el mercado de valores de Nueva York, parecía dar la razón a la principal tesis de Luxemburgo. Hasta su época pocos pensadores podían imaginar la realización de la producción fruto de la reproducción ampliada en base al incremento de los salarios reales. Menos aún podían imaginar la acción deliberada del Estado, proveniente del riñón del sistema capitalista, para activar la demanda de los sectores populares y reducir el desempleo. Esos cambios fueron el resultado de la crisis prolongada que tuvo consecuencias desequilibrantes en el campo económico en todo el mundo, y consecuencias políticas muy distintas en ambas orillas del Atlántico. En EEUU la reacción del nuevo gobierno de Franklin Delano Roosevelt fue de activar la demanda con obras públicas, regulaciones a las actividades financieras y reconocimiento a la actividad sindical y otros beneficios que permitieron un mayor consumo. Comienza la era del Estado presente. En Europa, la crisis cayó sobre una Alemania vencida y pagando reparaciones de la primera guerra, y produjo una crisis de tal magnitud que fue uno de los elementos que permitieron el avance del nazismo en ese país. El armamentismo, a ambos lados del Atlántico, fue la forma de terminar de salir de la crisis, empleo no faltó, pero la consecuencia fue la segunda gran carnicería del siglo XX.

Al margen de estas consideraciones, lo que el New Deal hizo en forma práctica a partir de 1934, y que Lord Keynes desarrolló teóricamente en 1936, fue evidenciar la importancia del gasto del Estado como forma de activar una demanda que el mercado por sí solo no lograba. Era una refutación teórica y práctica al liberalismo sin límites practicado hasta entonces.

Con estas recetas, a la salida de la Segunda Guerra Mundial se combinan deliberadamente la acción estatal para cubrir el bache de la demanda privada, y la concesión de beneficios salariales y sociales a las masas trabajadoras en Occidente, en lo que se dio en llamar “la sociedad de consumo”, el “Estado de Bienestar” y que en Alemania terminó por cristalizar, después de la Segunda Guerra Mundial en los "Normalarbeitsverhältnis” (contratos de trabajo normalizados).

Un elemento que no había eclosionado aún en la época de Luxemburgo era la reducción relativa de la población obrera industrial en el conjunto de las sociedades capitalistas avanzadas. Ella seguía percibiendo una creciente polarización en donde por un lado se concentraban los capitalistas, cada vez más importantes en tamaño y capacidad financiera, y por el otro, las clases agrarias y precapitalistas urbanas alimentaban incesantemente al nuevo proletariado industrial. Ese proceso recién culmina pasada la Segunda Guerra, y luego se percibe que, resultado de la elevadísima productividad industrial, las sociedades avanzadas disponen de más y mejores bienes industriales producidos por cada vez menos obreros. Este proceso está presente en todas las sociedades, y en el caso de Estados Unidos y Europa en los últimos treinta años están reforzados por la migración de muchas ramas de producción a países de mano de obra más barata. En los países desarrollados no sólo hay reducción relativa de la población obrera industrial sino absoluta, a pesar del incremento de la población, tema más evidente en Estados Unidos.

Las clases sociales precapitalistas o “parasitarias” que describía Rosa dejaron lugar a una amplio abanico de sectores terciarios asalariados, no sólo en el comercio, sino en bancos, empleados públicos, incluyendo personal de la educación, la salud, y las fuerzas de ejercito y seguridad, entre otras.

En vez de una sociedad dividida en capitalistas industriales y obreros, éstos últimos crecieron hasta ser algo más del 40 % de las sociedades desarrolladas y hoy no llegan al 20 % en la mayoría de esos países, siendo los otros sectores asalariados, de distintos tipos de servicios, la parte mayoritaria de ellas. Al margen de los capitalistas y los nuevos sectores asalariados, las sociedades desarrolladas también mantienen una proporción importante de personas que actúan por cuenta propia, desde los profesionales independientes, a distintos tipos de comerciantes individuales, pasando por oficios muy variados (desde plomeros hasta peluqueros, artistas, etc.). A su vez las poblaciones agrarias, que eran más del 80 % de la población europea en 1800, hoy no son más del 4 % al 5 % en esos países. Muchas de las actividades que llevan a cabo estas nuevas mayorías de trabajadores asalariados de servicios no se hubiesen considerado creadoras de valor en una versión simple de la teoría del valor de Marx (donde solo el trabajo productivo, definido estrechamente, lo crea).

4.- Perspectivas

Han pasado 100 años de su obra principal, y más de 90 años del fin de la Primer Guerra, la revolución rusa, el fracaso del movimiento espartaquista y su asesinato. El sistema capitalista entró en crisis en 1929 y desde dentro encontró un remedio en la activación de la demanda efectiva desde el Estado. Al mismo tiempo fue acosado por más de setenta años por la existencia de la Unión Soviética primero y un amplio campo socialista después. El temor de su avance en la Europa Occidental y en las áreas coloniales y semicoloniales fue la principal causa de las reformas de postguerra que permitieron el mayor poder adquisitivo de los asalariados en los países centrales.

Merece destacarse que la salida efectiva de la crisis de 1929/1933 no fue el New Deal “pacífico” de las reformas de Roosevelt, que fueron muchas e importantes. Para 1937, al haber levantado el pie del gasto público por los déficits incurridos, se volvió a caer la actividad económica y agravar el desempleo. La salida efectiva fue el militarismo, el rearme, y su consecuencia, la guerra. En estos pasos se pueden ver ecos del capítulo final del libro de Rosa, un capítulo añadido recién allí, sin un desarrollo previo, pero que demostró una clarividencia extrema.

Podemos decir que la parte principal de la tesis de Luxemburgo de la imposibilidad de la expansión indefinida del capitalismo no se cumplió en Occidente. Deliberadamente usamos el tiempo pasado pues las condiciones políticas y económicas que hicieron posible obtener las concesiones no están presentes actualmente.

Sin desconocer la importancia de los otros elementos que sí indica Rosa como senderos de expansión capitalista (las áreas no capitalistas tanto en el centro como en la periferia, el militarismo) el principal motor del crecimiento de los países centrales fue, en el Siglo XX, el incremento del consumo de las masas trabajadoras, ya sea de los obreros industriales como de los distintos tipos de trabajadores de servicios.

La clase obrera europea fue de las más combativas en su desarrollo, pero se fue alejando del pensamiento socialista revolucionario a medida que percibió las posibilidades de mejoras efectivas bajo la hegemonía capitalista. Mantuvo su capacidad combativa con fuertes sindicatos y partidos políticos, pero la usó con fines reformistas, no revolucionarios.

Las posibilidades de aumentar los salarios reales eran ciertas con los cambios de productividad. Si el incremento de los salarios reales de las sociedades occidentales se hacía en paralelo con ese incremento productivo, la tasa de ganancias no sufriría, ni la distribución del ingreso variaría, simplemente cambiaría de nivel, elevándose. Por otro lado, las clases dominantes tenían la clara percepción, a la salida de la Segunda Guerra, que el estado de insatisfacción de las masas europeas y el crecimiento de los partidos comunistas, podía llevar al socialismo a Europa Occidental, con el apoyo de la creciente influencia de la Unión Soviética. Las concesiones (aumento del gasto público, mejoras salariales y sociales) fueron “necesidad y virtud” al mismo tiempo.

Pero andando el tiempo, esas concesiones, tanto en Estados Unidos, Japón y una Europa semicerrada (a la salida de la última guerra había un fuerte control de movimiento financiero y elevados derechos de importación) significaron una baja en la tasa general de ganancias. Se estaba produciendo una redistribución progresiva del ingreso de tal magnitud que el capital temía por la posibilidad de mantener su tasa de ganancia. Si ese era el precio para que los obreros no se inclinen por el socialismo revolucionario había que hacer algo para cambiar las circunstancias.

Es a fines de los setenta del siglo pasado que se produce el cambio de percepción de los sectores dominantes en Europa y Estados Unidos, que para rehacer la tasa de ganancia había que disciplinar al movimiento reivindicativo sindical, y el método fue abrir las economías al comercio exterior y al capital financiero, volviendo al liberalismo de los años veinte (rebautizado neoliberalismo). Estos cambios se fueron imponiendo en todos los países, al margen de sus signos políticos (republicanos o demócratas en EEUU, conservadores o socialistas en Europa). El capital industrial concentrado lleva parte de sus actividades al exterior y ello le permitió un mayor control de las demandas salariales en el centro. La apertura financiera consolidó el rol dominante del capital financiero cuya meta exclusiva es la recomposición de su tasa de ganancia, no ligada a las necesidades de la realización de las mercancías como en el sector industrial. Son las exigencias de ambos sectores del capital las que llevan a amplios ajustes de salarios y la permanente reducción del Estado de Bienestar creado en la postguerra, proceso que se profundiza tras cada crisis en el centro.

En la otra punta del desarrollo, los obreros chinos han comenzado el proceso de crecimiento de sus salarios reales, aunque con una velocidad menor que la que se verificó en los incrementos de sus pares de Japón y Corea años atrás. Ello es el resultado del “gran ejercito industrial de reserva” con que cuenta ese país, una masa de campesinos que hoy, después de más de treinta años de crecimiento vertiginoso y urbanización creciente, aún suman casi 700 millones de personas.

Estos procesos estaban bien lanzados para cuando implosiona el campo socialista, con los avisos previos de Polonia (Solidarnosc, 1980) y la Perestroika (1985), seguido por la caída del muro de Berlín (1989) y la disolución de la Unión Soviética (1991).

El incremento de los salarios reales como vía de expansión sería la forma de avance del capitalismo una vez que todas las áreas precapitalistas entren en el sistema. Sin embargo alcanzar el equilibrio entre el incremento de la productividad y los salarios reales, condición para una expansión “armónica”, no es lo que caracteriza al sistema desde hace alrededor de treinta años. La productividad ha crecido en Occidente en los últimos años, y los salarios reales se han estancado. La tasa de ganancia se ha incrementado, pero su realización vuelve a estar amenazada, una recurrencia de la tesis de Rosa, ahora a un nivel mucho más elevado, y en un contexto diferente.

Es que ese equilibrio social fue logrado sólo en períodos muy especiales del desarrollo de las fuerzas productivas y los escenarios políticos. Después de dos carnicerías del nivel de las grandes guerras del siglo pasado, que significaron la muerte de más de 100 millones de personas, y el temor al socialismo luego de la segunda, se entiende la proclividad al pacto social en Occidente. Desaparecidas unas causas y olvidadas otras, no hay a la vista elementos de balance necesarios que vuelvan al equilibrio “virtuoso” de producción y consumo. Es más, aún si lo hubiese, es difícil que el planeta aguante por mucho tiempo una presión sobre sus recursos de la magnitud que ha alcanzado actualmente, sin que ello genere otro tipo de contradicciones sociales (guerras o presiones por conquista de materias primas, etc.)

Serán estas contradicciones u otras, el mundo avanza en desequilibrio permanente. Ese desequilibrio es una de las consecuencias inevitables de la revolución permanente de las fuerzas productivas, etapa que se inicia a partir del desarrollo del capitalismo industrial en la Inglaterra de la segunda mitad del Siglo XVIII.

Jorge Molinero

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