La crucifixión
>
> Por Stella Calloni *
> En estos tiempos en que se desarrolla una guerra psicológica de baja
> intensidad sobre nuestros países, en una lucha constante, donde se
> invierten millones de dólares para mentir, desinformar, minar las bases de
> los gobiernos, no en una lucha democrática, sino en un esquema mafioso de
> ataques cotidianos, como mujer, como periodista, no puedo permitirme
> callar ante la infamia que llevan adelante los coros de hipócritas en el
> caso de Juan Cabandié.
> Juan Cabandié vivió un infierno en manos de su apropiador, después de ser
> brutalmente separado de su madre al nacer en un lugar de dolor, de muerte
> y exterminio como fue la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Sus
> padres fueron desaparecidos en la noche y la niebla del fascismo de la
> dictadura de seguridad nacional. Juan fue apropiado por un criminal de
> lesa humanidad como un trofeo. Fue doblemente víctima del terrorismo de
> Estado. El y su familia.
> Estuve presente el día que fue recuperado por las Abuelas de Plaza de
> Mayo. Creo que no hay nadie que no haya llorado allí en el predio de la
> ESMA, recuperada también para desafiar todos los olvidos y las
> desmemorias, en aquel inolvidable 24 de marzo de 2004, cuando Juan contó
> su historia. Fue un día de maravillosas reivindicaciones. Ahora estoy
> viendo la crucifixión mediática de un joven al que he visto siempre
> conducirse con humildad. ¿Y crucificado por quién? Por muchos de los
> mismos medios que no vacilan en contar guerras atroces como aventuras
> “humanitarias” y “salvadoras”, muchos de los que acompañaron a los
> militares en cada una de las dictaduras que vivió el país y en la última,
> la más terrible de todas. Periódicos y periodistas que mienten a los
> pueblos a sabiendas de que están mintiendo y lo hacen dentro de un plan
> para desacreditar al precio que sea, al precio de destruir vidas humanas
> incluso, sólo para ayudar a grupos de poder locales y extranjeros.
> Paso a paso he seguido lo sucedido con Cabandié y escuché su propio
> relato, como debería ser si hubiera una mínima ética periodística.
> Escuchar las dos voces. Seguí el caso, porque desde el primer momento
> sonaba como una operación mediática y mafiosa. Un video que aparece
> repentinamente después de meses de estar guardado ¿por quién y para qué?
> En principio, el video registra sólo las palabras de Cabandié, después de
> haber sido parado en un retén, donde curiosamente lo amenazan con
> secuestrarle el auto ilegalmente, porque los miembros de seguridad, tanto
> de la policía local como de la Gendarmería, saben que no se puede
> secuestrar un automóvil por la falta del recibo del seguro del mes que aún
> está vigente. Entonces ¿era amenazante o no la actitud de un grupo de
> agentes que, haciendo gala de sus uniformes, armas y demás y abusando de
> ese poder, no sólo se disponían a secuestrar el automóvil sino que también
> revisaron los objetos personales de su dueño? ¿No es abuso de poder filmar
> a una persona en esa situación ilegalmente? Pero seleccionan lo que dice
> Cabandié. ¿Dónde está la parte que les corresponde a los que lo rodeaban?
> ¿Qué le dijeron ellos a Cabandié? Un video fraccionado no es prueba de
> nada. Dicen que lo filmaron como testimonio. Si son tan minuciosos para
> filmar a una persona y registrar lo que dice o hace –y en este caso por
> supuesto no es bueno, no estamos diciendo que fue “correcto”, como tampoco
> era correcto lo que le estaban haciendo–, ¿por qué no tuvieron la misma
> minuciosidad para filmar la muerte de un niño de 9 años como Kevin, que
> sucedió recientemente en una zona muy pobre? De esto hace muy poco tiempo
> y no escuché esas voces “indignadas” ante esa muerte terrible, solitaria,
> impune y no eran palabras las que sonaron sino balas, como denuncia la
> revista La Garganta Poderosa. Esto no conmueve a los opinadores de turno
> ni a los políticos. La muerte de un niño como Kevin no “sirve” para una
> operación política. Me pregunto si el doctor Raul Alfonsín hubiera actuado
> como están actuando en este caso políticos y periodistas, que más parecen
> buitres alrededor de su presa. Tomo a esta figura porque también fue
> víctima de muchos de los medios y periodistas que hoy se erigen en
> monitores de conciencia y porque era verdaderamente un político, aunque
> uno pudiera no acordar con su partido. ¿Qué decir del PRO, que
> vergonzosamente le ofrece a la policía Belén Mosquera integrarse a ese
> partido, solamente por el hecho de que fue agredida de palabras por un
> joven “kirchnerista”? De los que han tomado a Cabandié como el nuevo eje
> operativo para golpear al oficialismo hay quienes están procesados por
> temas mucho más graves, que tienen que ver con espionaje, con amenazas y
> maltrato nocturno, amparados en la impunidad de las noches, a mujeres
> embarazadas y niños indefensos que viven en las calles no por propia
> decisión, sino porque muchas de las acciones de algunos de estos políticos
> los arrojaron a los arrabales del desempleo y la miseria absoluta. Hablan
> de “agresión” los amigos de los torturadores que con toda la cobardía de
> la impunidad, secuestraron, asesinaron, violaron, arrojaban a las víctimas
> aún vivas a mares y ríos, como lo hicieron con madres desesperadas
> buscando a sus hijos. ¿De qué están hablando ahora? Cabandié pidió
> disculpas. Se hizo cargo de su parte. Los otros que abusaron de su poder
> no lo hicieron. Nadie pidió explicaciones acerca de por qué se filmó y
> dónde se mantuvieron estos meses esos videos para aparecer a la “hora
> señalada”, en el momento en que el joven Cabandié enfrentó bien a viejas
> figuras de la política en un debate de TV. Pocas veces he visto tanta
> hipocresía como en estos días y en estas horas. Y la historia se reproduce
> en agencias extranjeras, todas trabajando para un mando único. ¿Hablarán
> después de obediencia periodística debida? ¿Cuándo vamos a decir basta a
> esta degradación de la política que no tiene límites ni fronteras? Esto es
> violencia con abuso que ejerce el poder económico y político, con amparos
> que vienen desde lejos, “chapas” que se cuelgan algunos que no tienen
> reparos ni límites en su accionar hipócrita mafioso. Esto también es
> corrupción. Están destruyendo al periodismo, envileciendo a periodistas.
> Pero no sólo eso. Utilizan una discusión, una respuesta inapropiada, por
> lo cual se pidió perdón, solamente con una finalidad política. Lo que
> extraña es la rapidez con que una serie de hipócritas cuya tarea es
> destruir seres humanos en nombre de la supuesta libertad de expresión –que
> no puede jamás estar unida a la libertad de mentir, agraviar, injuriar–
> preparan una operación tan evidentemente grotesca que avergüenza y
> aterroriza por la frialdad con que ésta se diseña, se aplica y se lleva
> adelante.
> * Escritora, periodista.
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