La Argentina, los fondos buitre y el capital financiero
Jorge Molinero
La resolución de las Naciones Unidas
Luego de un año de deliberaciones, la Asamblea General de las Naciones Unidas apoyó por amplia mayoría la resolución que contempla los principios para evitar que en las renegociaciones de deudas soberanas exista interferencia de los fondos buitre. Esa resolución fue impulsada por la Argentina y el Grupo 77 + China, un conjunto de países en desarrollo que ha sufrido y puede sufrir en el futuro el ataque de esos fondos especulativos.
En la votación final la resolución obtuvo el voto positivo de 135 países, 42 abstenciones y la oposición de seis, la ciudadela del capital financiero mundial y sus aliados incondicionales: Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Japón, Israel y Canadá. La mayoría de los países europeos se abstuvo, así como otros países emergentes con fuerte ligazón con los centros financieros, como México, Colombia, Corea del Sur o Nueva Zelandia. Los principales países sudamericanos apoyaron la iniciativa argentina: Chile, Brasil, Uruguay, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Ecuador, y más allá Cuba, los BRICS, y la abrumadora mayoría de los países en desarrollo.
La noticia tuvo amplia repercusión en la prensa cercana al gobierno nacional, y referencias oblicuas en la prensa opositora. La Nación tituló “Timerman reconoció que la resolución de la ONU no es vinculante”, tratando de minimizar el impacto político de la medida. En los medios de los países centrales que votaron en contra una de las pocas repercusiones fue The Washington Post, que en el párrafo final de su artículo indica que un artículo de la resolución, “relacionado con la disputa argentina, dice que una minoría no representativa de acreedores… debe respetar las decisiones adoptadas por la mayoría de los acreedores”, enfatizando el punto central de la demanda de nuestro país. En España (cuyo delegado se abstuvo en la votación), el diario El País indica que “El Gobierno argentino ha logrado un claro éxito diplomático en un asunto especialmente sensible: la batalla contra los fondos buitre.”
Sin duda ha sido un extraordinario éxito diplomático a nivel internacional y un éxito político a nivel interno, reafirmando una vez más el profundo contenido de defensa de la soberanía nacional de los países asolados por los fondos buitre. Falta mucho sin dudas. Esta resolución tiene un claro sentido político, ya que no es una resolución vinculante como las que vota el Consejo de Seguridad, y además tiene el voto opositor de los centros financieros mundiales más importantes. Es la expresión política de desafío a los intereses desbocados de una fracción del capital financiero que domina al mundo, resolución que ha generado un consenso entre la mayoría de países afectados o a ser atacados por esos fondos especulativos.
Pero los fondos buitre son apenas una expresión del accionar del capital financiero desregulado que domina al resto de las expresiones del capital (industrial, comercial, agrario, inmobiliario, etc.).
El Capital Financiero
Esa denominación de capital financiero se comenzó a utilizar a partir del libro del mismo título del dirigente socialista austríaco Rudolf Hilferding, escrito en 1909, quien fue el primero en analizar detalladamente su surgimiento y accionar. A principios del siglo XX ya era evidente la concentración del capital industrial en distintas ramas de la producción, en especial en la industria pesada. Concentración que derivó en la formación de oligopolios y monopolios en distintas actividades. Pero al mismo tiempo esa concentración posibilitó y reforzó el surgimiento y creciente dominio del capital bancario y de las sociedades por acciones sobre las empresas industriales, con el desarrollo exponencial de las bolsas de valores, así como de sociedades de seguros y otras actividades conexas.
Las sociedades por acciones permitieron la utilización en la industria de capitales dinerarios ociosos en otras actividades, potenciando grandemente el horizonte de expansión de nuevas ramas que requerían de ingentes cantidades de dinero, en especial las grandes empresas siderúrgicas, químicas, de electrificación, extractivas como el carbón y el petróleo, actividades navieras y los ferrocarriles.
Para el inicio de la Primer Guerra Mundial (1914-1918) el conjunto de las actividades bancarias, de bolsa, de seguros y conexas que comenzaron a identificarse como el capital financiero, ya hegemonizaban el crecimiento capitalista, controlando y asociándose cada vez más estrechamente con el capital industrial y también el comercial. Los capitalistas financieros no sólo dominaban las distintas expresiones del capital sino también y progresivamente los distintos resortes del poder político, desplazando a otras capas sociales de propietarios en el control de los distintos estados nacionales. Cuando ese capital financiero adquirió poder político, en el último cuarto del siglo XIX, utilizó el aparato del Estado, y su expandida capacidad bélica, para inaugurar una etapa de control imperial de países en África y Asia, transformándolos en colonias, y un control económico y semi colonial en los nuevos países latinoamericanos. Se iniciaba la era del imperialismo en lo político, resultado de la maduración del capital financiero como expresión más concentrada de las distintas fracciones del capital.
Las dos guerras mundiales tienen como una de sus causas principales las disputas de los distintos imperialismos en su afán de controlar las fuentes de materias primas para la expansión industrial, así como de tener mercados para sus exportaciones industriales y crecientemente para la exportación de capital.
Entre ambas guerras tuvo lugar la más grande crisis económica mundial, la “Gran Depresión”, que estalló con la caída de la bolsa de valores de Nueva York en 1929 y se extendió por años, provocando la caída y quiebra de miles de bancos, empresas industriales, explotaciones agropecuarias y actividades de todo tipo. Había sido provocada por la especulación financiera descontrolada y superó en profundidad a las crisis previas. Sólo en los Estados Unidos, la desocupación llegó al 25 % de su fuerza laboral, y sus ondas expansivas cubrieron el mundo entero.
La posguerra y el retorno del capital financiero
La gran pérdida de vidas y riquezas en la guerra, el estado de postración de toda la actividad económica y el temor al avance del comunismo en Europa Occidental, indujeron a las clases dirigentes a ampliar la participación del Estado en la economía, incrementando también las regulaciones de la actividad financiera. Fueron los organismos financieros nacionales e internacionales (Banco Mundial, FMI) las principales vías de financiamiento de empresas y estados en la posguerra, principalmente en Europa y Japón pero también en la periferia subdesarrollada. Fue una etapa de retroceso de la importancia del capital financiero privado.
Todos estos cambios, más la renovada acción política de los trabajadores, inauguraron una etapa de alto crecimiento y beneficios sociales a las clases trabajadoras, que fue conocida como la “Economía del Bienestar”, o los “Treinta Gloriosos”, los años que se extendieron hasta fines de los setenta.
Cuando las clases dirigentes se percataron que el mejoramiento de las condiciones de vida de las masas populares reducía el malestar social y afán de cambios y que la nueva situación no las llevaría por el camino del socialismo de tipo soviético, es que se produce la reacción conservadora. Esta comienza con Margaret Thatcher en Inglaterra (1979) y Ronald Reagan en Estados Unidos (1980) para extenderse luego al resto de los países europeos y Japón. Toda esta reacción comenzó antes de la implosión del campo socialista con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética en 1991.
Las actividades financieras - que habían sido fuertemente controladas, primero en Estados Unidos bajo los gobiernos de Franklin Delano Roosvelt (1934-1945) y luego de la Segunda Guerra en todos los países europeos y el Japón, fueron progresivamente desreguladas. Luego de la eliminación de la convertibilidad del dólar en oro (Nixon – 1971) y de la aparición de los petrodólares, o excedentes dinerarios en los países petroleros tras los aumentos del crudo (1973 y 1978) el capital financiero privado retoma su importancia y va suplantando a las instituciones internacionales o estatales como vía de financiamiento. En el caso de las economías subdesarrolladas, como la latinoamericana, la banca privada comenzó a tener una mayor participación en la financiación de proyectos y en los préstamos a los estados. El crecimiento de la deuda externa comenzó en esos años. Nuestro país, que era acreedor internacional al finalizar la Segunda Guerra, apenas tenía una deuda de 4.000 millones de dólares al momento del golpe militar de 1976.
Los fondos buitre, que afectan a la Argentina a partir de la obtención de increíbles fallos de jueces permeables a sus intereses como el juez Griesa, no son más que una de las expresiones más odiosas de este capital financiero, pero no la única.
En los países centrales aparecieron nuevos “productos financieros” como los derivados, esquemas de apalancamiento de inversiones en un sinfín de apuestas cada vez más riesgosas que llevan repetidamente a la emergencia de burbujas especulativas. Estas burbujas terminan estallando, con crisis de las bolsas, de la banca y luego de la industria, con su secuela de desocupación y miseria para millones de trabajadores. La última estalló en 2008 en Estados Unidos y sus efectos aún se hacen sentir en todo el mundo.
Otro ejemplo entre tantos son los llamados “paraísos fiscales”, países pantalla donde la forma dinero del capital evadido se oculta de fiscos y pueblos despojados. El descubrimiento de las 4000 cuentas de argentinos en el HSBC de Suiza es apenas la punta del iceberg de una evasión mundial monumental.
Retornando a Latinoamérica, es en los setenta que reaparece el problema de la deuda externa, que se incrementó fuertemente cuando los petrodólares inundaban las plazas financieras. El capital financiero lo recirculó como préstamos baratos a la región latinoamericana, que lo utilizó en forma despareja. Mientras la dictadura militar brasileña optó por las grandes obras de infraestructura y apoyo a la industria que cambiaron su perfil productivo, la dictadura militar argentina lo usó para fomentar el consumo de las clases medias, equipamiento militar, endeudamiento de empresas estatales y vehículo de fuga de divisas. Para cuando las tasas de interés crecieron fuertemente en los ochenta la mayoría de los estados latinoamericanos estaban fuertemente endeudados, al margen de la utilización que habían hecho de esos fondos, y se inauguró la etapa de los defaults y refinanciaciones de las deudas que aún nos acompañan.
Las bajas tasas de interés internacionales actuales son el canto de sirena de los personeros del capital financiero y sus representantes políticos para que el próximo gobierno vuelva a endeudarse. Para cuando Estados Unidos vuelva a subirlas, todos quedaríamos a su merced.
Los fondos buitre vienen a picotear en la carroña de una deuda que generó el retorno a la hegemonía del capital financiero sobre la actividad económica internacional. Son un subproducto nefasto y dañino de la dependencia del capital financiero, que utiliza esa deuda para quebrar las defensas de los intereses nacionales, imponiendo leyes y tratamientos que los benefician, como las privatizaciones, liberalización de los flujos financieros y comerciales, la “flexibilización” salarial, etc.
El capital financiero, como expresión hegemónica de las restantes formas del capital, contrapartida dineraria de la riqueza real, es una excrecencia parasitaria, que no genera valor y se lleva la parte del león de todo el excedente económico fruto del trabajo de las sociedades.
La lucha por la soberanía
En los años que van del presente siglo los países sudamericanos han sido prácticamente el único lugar del mundo en donde gobiernos populares han logrado – en un marco de condiciones internacionales propicias hoy menguadas – revertir esta tendencia a la concentración de la riqueza. Para ello han utilizado los excedentes comerciales para desendeudar sus países. En nuestro país, esos excedentes se han utilizado tanto para desendeudarse como para elevar la producción, el empleo y redistribuir la riqueza a favor de los sectores populares. El gobierno tiene claro que para poder ejercer la autonomía política hay que eliminar el condicionante de la deuda externa, y de allí el fuerte desendeudamiento con el exterior en que está empeñado.
Al tiempo que mantiene su disputa con los fondos buitre que nos atacan, ha impulsado la resolución de las Naciones Unidas. El gobierno ha demostrado con esta iniciativa su valentía política y la proyección internacional de la Argentina por la causa de los pueblos. Es, además, una de las más preciadas herencias del gobierno de Cristina, que quedará en la historia como otra de las tantas batallas que se han dado y seguirán dándose por la defensa de los intereses de la patria.