Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

28Feb/090

Ganar la calle

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Durante estas últimas horas hemos recibido varios mensajes, llamados y
convocatorias para estar presentes cuando se inauguren mañana las
sesiones del Congreso Nacional. Por eso nos parece necesario sumarnos
a lo que ya muchos han denominado "ganar la calle".
La cita es mañana domingo 1 de marzo a las 10:15 en Rivadavia y
Rodríguez Peña.

Equipo de prensa

Carta Abierta

27Feb/090

Desarrollismo y moral popular

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Por Horacio González *

 

Una palabra, desarrollismo, cierta vez se impuso. Quedó. Significaba o quería significar un fuerte cambio conceptual en la apreciación de los fenómenos políticos argentinos. Una mutación brusca del sujeto. No es que antes no hubiera una mística sobre las obras públicas, la energía, las fuerzas productivas y los cimientos materiales de la sociedad, como explicación de sus formas culturales y jurídicas. Pero fue con Frondizi que todos estos elementos quedaron consagrados en una suerte de doctrina, en un rango de sortilegio suscitado por la propia palabra: desarrollismo. Perón pudo haber sido un desarrollista. Pero todo su verbo partía de una suerte de conmoción moral, una promesa educacionista y fuertes imágenes, como la del rescate, la caída, el exilio o la conducción (esto es, las cuñas del caos en el orden). Había un lado de Frondizi contenido en Perón, pero casi nada de Perón en Frondizi. A su vez, un escrito tan extraño, a medio camino entre el manual de ingeniería y un sumario marxismo de leyes –Petróleo y política, firmado por Frondizi en 1954–, no podría nunca haberlo escrito Perón, poseedor de una mirada de cronista plutarquiano y sentencioso, amante de panoramas mentales orgánicos, leyendas laicas sobre la soledad del mando y adagios afirmados a veces con aire de chacota, a veces con tonos deliberadamente caricaturescos.

El desarrollismo, que interesó a hombres como Scalabrini Ortiz y Jauretche, venía a suplir las vetas que para Perón se expresaban en consignas sobre el hombre político clásico, con sus tan mentadas etapas, las “preparatorias”, las “ideológicas”, las “institucionales”, las de la “actualización doctrinaria”. Formaban parte de otra clase de desarrollo, el del ser colectivo integrado a guías estatales, productivas, no superiores a las asignaciones morales. El desencuentro entre el peronismo y el desarrollismo no fue aún muy estudiado, en lo que tiene de axiomático y trágico. Las dos corrientes tenían amplias semejanzas, que de entrada no podían ni debían cuajar en nada. Desde luego, Perón llegó a afirmar que, aun teniendo fuerzas militares superiores en el ’55, abandonaba el poder ante el peligro que corrían las destilerías de La Plata y Mar del Plata, amenazadas por los buques de la Marina. Luego, en Panamá escribió artículos donde defendía las inversiones petrolíferas de las compañías norteamericanas, las que en aquel mismo año habían sido criticadas por buena parte de su propio movimiento y por un amplio conjunto de fuerzas políticas. Estos argumentos de “destilería e infraestructura” les serían caros a Frondizi y ya los había empleado Haya de la Torre en Perú: sin capitales extranjeros no había horizonte técnico, maquinístico y financiero disponible para una escala mayor de producción nacional. Pero, como es sabido, el peronismo era otra cosa. Su lenguaje no era economicista sino de resarcimiento, júbilo y nostalgia activa. Eran las notas de un sujeto colectivo que emanaba de antiguos refraneros intransigentes, de la parábola de los días maravillosos, de los encuentros predestinados, pero también de los credos sociales modernos. Con todo ese conjunto retomaba programas de justicia redistributiva, amparados en un Estado con toques de nacionalismo social y de desagravio a los desheredados. Folletín popular y programática económica estatista iban de la mano. La política económica parecía ser una forma interna de la moral popular, de su apología y vindicta.

Hoy, ciertos discursos de la Presidenta cargan el espíritu del desarrollismo, quizá como una manera de proponer que pesaría menos la tan obvia perennidad del peronismo –en verdad, debe haber pocos estilos más perdurables en el mundo político latinoamericano– que el fracaso del desarrollismo. Es cierto que el desarrollismo fue una doctrina transnacional, con vagas reminiscencias kautskianas, producido en un momento histórico en que aún no se hablaban las novelescas jergas de la globalización, de la revolución en las comunicaciones, de la quimérica sociedad del conocimiento y del legendario riesgo país. Por lo que no dejaba de contener evocaciones de un industrialismo nacionalista, todo lo débil o mendaz que se quiera, pero que palpitaba en las primeras apelaciones de Frondizi a la “cuestión nacional popular”, muy pronto matizadas por sus églogas “occidentales y cristianas”, que poco le sirvieron para congraciarse con la maraña golpista que lo acechaba. Cuando Cristina Fernández traza el cuadro del actual conflicto de clases –en este caso efectuado a la manera moral de la vieja contraposición entre ricos y pobres–, suele mencionar los “piquetes de la abundancia” y, más recientemente, la paradoja de que los ricos piden pagar menos impuestos y están “preocupados por su renta”, mientras que los pobres están preocupados “por más cloacas y pavimento”. Se podrían señalar otras tantas intervenciones de la Presidenta en este mismo sentido, lo que me sugiere que retoma la veta desarrollista de la promoción de los sectores populares por la vía del consumo colectivo, el progreso en las condiciones de vida y el abandono de situaciones de penuria extrema en dirección a las lógicas del mercado interno y la urbanización ciudadana.

Al mismo tiempo, en la idea de que en las obras públicas reside un caso eminente de “distribución de la renta” –afirmación también presidencial– hay un eco básico del desarrollismo, que a veces pudo ser llamado “keynesianismo” pero corresponde, en verdad, a un tipo de promoción social por la vía del financiamiento estatal del empleo, en una obvia y clásica cadena multiplicadora que han tratado todas las doctrinas económicas. Ahora falta la ansiedad que en esta misma cuestión motivaba que el frondizismo pronunciase expresiones como “industria pesada”, área en la que siempre dirigía su sagitario hacia el capital extranjero. Hoy, el incierto panorama económico internacional y los aprestos de restauración conservadora que se perciben en la Argentina introducen premura e improvisación en el lenguaje en que se realiza la lucha política. Pero es posible identificar en el Gobierno una estela neodesarrollista, evidente en la creación del Ministerio de Ciencia, en los reiterados axiomas tecnoproductivistas o en el álgido diccionario oficial para encarar réplicas e ironías hacia los neoembutidos provenientes de derechas viscerales y remozadas.

Son diseños de una rápida lengua de combate, más allá de evidencias realizativas que no pueden negarse. Tienen urgencia, improvisación, señales de haber sido bocetadas en impromtus. No se le pueden dejar de hacer algunas observaciones y apostillas. El Gobierno se ha destacado en políticas de restitución espiritual colectiva, lo que no puede ser apenas una política del Estado –aunque desde luego éste actúe en posición de garante–, sino una interpretación del tejido último del ser de la historia, sin el cual y más allá del cual no hay vida en común. No es una proposición económica, sino que atiende a lo que las viejas filosofías llamaron “las fuerzas morales”, o, de otra manera, la eticidad como forma irreversible de la sociedad. En otros temas –energía, minería, tecnologías, etc.– su aspecto desarrollista lo lleva a definir el conflicto actual con trazos pragmáticos que muchas veces pueden calificarse como limitantes. Es justo que se reclamen cloacas y, junto a ello, todos entendemos que no yace ahí una definición del pueblo como sujeto social, sino apenas una de las dimensiones de dignidad que es preciso atender.

A mi juicio, sería necesario que se mencionen estas obras –ya que se señala la expectativa de mejora vital de los sectores rezagados de la población– no desde la matriz desarrollista de la satisfacción de necesidades fácticas, sino desde algo superador que también la contiene. Se trata de la tradición emancipatoria, de la autovalorización de la aptitud popular y su potestad histórica. La imposibilidad de separar emancipación de facticidad es lo que define el resurgimiento de una subjetividad capaz de realizaciones en común. El conflicto social que vivimos no es entre lo “abstracto” del reclamo de los ricos y lo “concreto” del reclamo de los pobres, sino por redefinir la autoconciencia popular y sus facultades autónomas, a las que es preciso dirigirse con la lengua de las generosas aventuras colectivas. Es un conflicto que debe ser historizado, hablado con el lenguaje de las grandes jornadas de cambio social. Pero las evidencias de este estilo no emergen fácilmente, lo que permite la hegemonía visible de una construcción elitista encubierta en la demanda social de nuevos públicos sociales surgidos de una magna operación derechizadora.

Nos referimos al ataque restauracionista en curso, que señala que hay una “dignidad republicana” contra el “sangüiche de milanesa” del clientelismo. O que existen “soluciones concretas” (Macri) y “que reina la inseguridad” (De Narváez) para contraponer a lo que se consideran las “máscaras de gobierno”, sean los derechos humanos, sea la “invención de un pasado”, etc. En el primer caso, los restauradores se hacen cargo del ítem moral (Carrió, Morales, Cobos, Juez), en el segundo caso del ítem de lo fáctico (Solá, Reutemann, Macri). Por un lado son espiritualistas, por otro lado son concretistas, teluristas, securitistas, empiristas, etc. Se complementan. Fusionan por derecha la materia y el espíritu. Son empresarios, estancieros, dueños de compañías televisivas y afortunados advenedizos que, en una rara paradoja de la historia, quieren englutir a un movimiento popular del que, como bien saben, sólo quedan emblemas maquinales y desactivación simbólica. Tienen ellos un lenguaje o dicen tenerlo. Son ellos los enmascarados y acusan a los demás de poseer las máscaras. Los hados de la restauración conservadora parecen favorecerlos. En verdad, para ellos, lo crasamente material es lo moral y viceversa.

Ahora bien, ¿cómo responder a estos borradores del reaccionarismo calificado, alentado por una notabilísima maraña que proviene de un mester de clerecía comunicacional, que extrae su jerga del set y de la sacristía, de la industria del escándalo y de la admonición a los “gobernantes descastados”? Parece llegado el momento de retomar las grandes consignas que poseyó la Argentina en sus fuerzas populares, y del modo político más alto. Ya no es posible referirse a la autonomía del pueblo argentino como apelación a una cantidad fija de simbolismos depositada en algún banco de insignias –eso no existe–, sino como la reconstrucción objetiva y subjetiva de un novedoso vitalismo movilizador. No está de más evocar la historia anterior a los años ’60, la del desarrollismo. Pero es preciso superar el cientificismo y el economicismo, que pueden demorar necesarios replanteos y dar lugar a críticas justas sobre el actual trato con diversas modalidades productivas. Es que habrá mejor ciencia y una economía más justa a través de la redefinición de lo que, para el hombre colectivo, significa saber que su mundo de necesidades es también histórico y que está ahora en peligro. El mundo de ese lenguaje, hasta ahora vacilante, debe ser con urgencia erguido. Es lenguaje de gesta, de entusiasmo y crítica. ¿Reconstruirlo no es también darle otros nombres?

* Sociólogo, profesor de la UBA, director de la Biblioteca Nacional.

 

27Feb/090

Cómo salir de un orden financiero ineficaz y cruel

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Alejandro Vanoli

Economista, vicepresidente de la. Comisión nacional de valores

 

¿La próxima reunión del G-20 tendrá voluntad real de reformas? Urgen desde verdaderas medidas keynesianas hasta la democratización de los organismos multilaterales.

E l nuevo gobierno de Obama se inició en el marco de la crisis sistémica más grave desde 1930, con niveles inéditos de desempleo y caída de la producción en Estados Unidos y Europa en tres décadas. Más allá de manifestaciones parciales en algunos países en los 90, la crisis desnuda desde 2007 sus verdaderos orígenes -los centros- su gravedad y alcance global.

El paradigma (neo)liberal-conservador vigente en estas tres décadas generó profundos desequilibrios globales, mediante políticas macro inconsistentes, alimentadas por una desregulación financiera que condujo, como en los 30, a una depresión global. La desregulación permitió que en presencia de productos complejos e inversores sofisticados, graves fallas de mercado como información asimétrica, miopía y malos incentivos generaran una burbuja que implosionó provocando pérdidas trillonarias.

La falta de transparencia en el marco de una virtual privatización de la supervisión financiera, con paraísos off shore que son verdaderos agujeros negros globales y las malas prácticas que generaron colosales fraudes demostraron los costos y la inviabilidad de la autorregulación.

La crisis actual puede agravarse a menos que se tomen medidas profundas y a escala global. En el mejor de los casos la recuperación será en 2011. La salida de la depresión requiere de un fortalecimiento del rol del Estado, desandando el paradigma que formulaba un Estado mínimo, para retomar funciones de estimulador de la economía, prestador de bienes públicos y regulador integral del sistema financiero.

En el plano económico los países centrales deberán implementar profundas medidas keynesianas, que permitan recuperar la confianza protegiendo el empleo para sostener el consumo y la inversión. El programa aprobado por el Senado de EE.UU.

en aras del consenso con los republicanos quedó despojado de sus componentes más reactivadores.

Es fundamental atenuar los desequilibrios globales, mediante el necesario incremento de la demanda en los países superavitarios (Japón, China, Alemania, entre otros), que compensen el aumento del ahorro en EE.UU. Paradojalmente (o no) muchos países en desarrollo están financiando el déficit de EE.UU. a contramano del sentido común y sufriendo las consecuencias de estos desequilibrios.

En el plano financiero se debe desandar la desregulación de los mercados poniendo al sistema financiero al servicio de la economía real. Ello requiere la nacionalización de una parte importante de la banca -y no sólo de los activos tóxicos- para que los aportes de capital no impliquen una mera socialización de pérdidas y una reformulación de las normas de Basilea 2 que estimulen el crédito a inversiones productivas, desandando la privatización en la supervisión y administración de riesgos inherentes a los modelos internos. Sólo una sana política de crédito que potencie el estímulo fiscal permitirá activar la economía y recuperar la salud financiera.

En la última reunión del G20 se enunciaron propuestas en aspectos regulatorios y en los organismos internacionales.

No obstante existen serias dudas de que dichas intenciones conlleven cambios sustantivos que impliquen una verdadera reforma de la arquitectura financiera internacional. La miopía ideológica y las presiones de ciertos intereses responsables de la crisis subyacen en la última declaración del G20 que alerta sobre una "excesiva regulación que dificulte la innovación financiera" y tratarán de diluir las necesarias reformas.

El período bajo el régimen de Bretton Woods (BW) 1945-73 con reglas cambiarias, controles de capital y fuerte regulación pública del sistema financiero, exhibió niveles de crecimiento, empleo, distribución del ingreso y estabilidad muy superiores al período de liberalización y financiarización de 1975-07. Hoy más que nunca es necesario un nuevo orden económico mundial. Como en 1944, se debe generar un tratado internacional que -adaptado a los tiempos- sea como BW y siente las bases para décadas de crecimiento con pleno empleo. Un verdadero BW 2 tal cual hemos formulado en diversos artículos en Clarín en esta última década.

Es necesario refundar los organismos multilaterales para que sean instituciones que retomen sus objetivos fundacionales pero más democráticos y representativos del actual contexto, a efectos de que estabilicen y hagan más simétrica la liquidez global, otorgando financiamiento compensatorio y al desarrollo sin condiciones inconsistentes.

Se debe regular y fiscalizar eficazmente a los inversores especulativos, limitando el sobreendeudamiento de los "hedge funds" y la diseminación de productos complejos como ciertos derivados. Además de prohibir prácticas desestabilizadoras como las ventas en descubierto de activos financieros.

Para que estas reformas sean viables se necesita un estándar global que limite los paraísos offshore para controlar eficazmente a todos los agentes y productos tóxicos.

La próxima reunión del G20 en abril es una excelente oportunidad para medir cuál es la voluntad real de refundar la arquitectura del sistema financiero global.

Todo parece indicar que se avanzará, pero no está claro que sea suficiente. Un nuevo orden mundial sobre la base de estas reformas económicas y financieras debe revertir los retrocesos económico-sociales de los últimos 35 años y alejar los enormes riesgos para la paz y el bienestar global, que como en los años 30, causan la depresión y un orden internacional tan ineficaz como injusto

26Feb/090

Prensa Carta Abierta Boletín Informativo Nº 2 Jueves 26/02/09

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Página web: www.cartaabierta.org.ar

Material a disposición

 

- Enlaces de la Comisión de Pueblos Originarios:

Mail:  marianaarte@hotmail.com
Blog:   http://tierralibertadyterritorio-tlyt.ning.com

 

- Declaración del Espacio Carta Abierta sobre la Guerra en Medio Oriente aprobada en asamblea el 31/01/09.

 

- Carta a Cuba del Espacio Carta Abierta por el 50º Aniversario de la Revolución, Diciembre de 2008 (http://cartaabiertalaplata.blogspot.com/2009/02/solidaridad-homenaje-y-apoyo-los-50.html)

 

- Documento de la Comisión de Derechos Humanos de Carta Abierta.

 

- Declaración de Carta Abierta España (cartaabiertaespan@telefonica.net).

 

- Declaración de Carta Abierta Tucumán acerca de los hechos de violencia en Gaza (cartaabiertatucuman@gmail.com - www.cartaabiertatucuman.blogspot.com).

 

- Boletín e información de actividades realizadas por Carta Abierta, Comuna 12 (cartaabiertacomuna12@argentina.com).

 

 

Actividades

 

- La próxima Asamblea del Espacio se realizará el día Sábado 7 de Marzo de 2009, a las 11 hs en la Biblioteca Nacional, los esperamos.

 

- No hemos recibido notificación de actividades de las Comisiones.

 

 

 

Equipo de Prensa

Carta Abierta

26Feb/090

El equipo de prensa de Carta Abierta

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Invita a participar del acto de homenaje a Elvio Vitali, en el cual se dará el primer paso institucional en la creación del Museo del Libro.
Esta actividad se realizará el viernes 27 de febrero a las 11:00 en la Sala Borges de la Biblioteca Nacional. (Aguero y Las Heras, 1º piso)
Informamos que está previsto que la Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner participe del acto, luego del cual se descubrirá una obra de Daniel Santoro en homenaje a Vitali.

Los esperamos

25Feb/091

El enemigo principal (polémica)

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Por Norberto Galasso *

En Página/12, el 17 de febrero último, el compañero Luis Brunati se suma a la polémica que venimos desarrollando acerca de si Proyecto Sur debe atacar frontalmente y con todo furor al Gobierno, considerándolo el enemigo principal, como lo está haciendo (Pino dice: “Kirchner es perverso”, “traidor”, “el Gobierno es antinacional y antipopular”, “Scalabrini Ortiz y Jauretche habrían visto con simpatía esta protesta rural”, “Scalabrini no estaría en Carta Abierta”, etc.) o si, en cambio, corresponde una crítica lateral, reconociendo aciertos –empujando, para profundizarlos– y señalando errores. Aquí reside el aspecto central de la discusión: quién es el enemigo principal, que ahora retoma Brunati.

Le contesto: lea el compañero Luis el diario La Nación, mire los noticiosos de TN, observe la perversidad de la casi totalidad del periodismo televisivo y la opinión de la casi totalidad de la dirigencia que aparece en “los medios” –ferozmente opositora al Gobierno– y se convencerá de que no puede coincidir con ellos. López Murphy, Carrió, Escribano, Grondona, la Mesa de Enlace agropecuaria, Longobardi y tantos otros saben bien quién es “el enemigo principal de ellos” y en este momento le apuntan agresivamente, con burlas y saña, al kirchnerismo. Por tanto, Luis, éste no puede ser, al mismo tiempo, el enemigo principal de Proyecto Sur.

Esta gente antinacional y antipopular pretendió “desgastar” al Gobierno, quiso voltearlo con un cacerolazo, logró debilitarlo con sus cortes de ruta, se apropió del cerebro de gran parte de los sectores medios reverdeciendo el gorilismo, apelando al racismo “anticabecita”, al machismo –incluso al “machismo de las mujeres”– ensañándose con Cristina y ahora intenta organizar algo parecido a la Unión Democrática, aunque en dos alas. Una, la liberal-oligárquica de Carrió –UCR en declinación conservadora, traidores como Cobos y hombres de paja del imperio como “el Bulldog”, con el aporte de la hija de Pepe Estensoro y la prepotencia aristocrática de una Bullrich Luro Pueyrredón, renegada de sus osadías juveniles. La otra, la monstruosa degeneración de un sector del peronismo, que retoma la línea menemista-duhaldista, con millonarios como De Narváez, oportunistas como Solá y el fantasma del viejo Pinedo resurrecto en su nieto. Todos ellos, juntos o separados, se esmeran por bajar el telón sobre la experiencia de Néstor y Cristina. A su vez, Fidel, Chávez, Lula, Evo y Correa no quieren que esto ocurra porque consideran a la pareja como compañeros del hundimiento del ALCA y de la necesaria reunificación de América latina con Banco del Sur, moneda latinoamericana y comité de defensa ante cualquier prepotencia imperialista.

De esto no hay duda alguna. Vos me decís en tu artículo que también son enemigos Bunge y Born, Urquía, la Aceitera General Deheza, Monsanto, etc., ¡qué duda cabe! Sólo que el diputado de Proyecto Sur votó a favor de esos intereses sojeros contra la Resolución 125 con el alborozo de La Nación, Clarín, Perfil y otros (lo menos que cabía era abstenerse). También mencionás a otros que, esos sí, hacen buenos negocios como las grandes empresas mineras y petroleras. No eludí este tema –como me criticás por mi nota anterior– ni lo eludo ahora. Digo que hay “amigos del poder”, efectivamente, como también los hay en todos los movimientos que algunos catedráticos llaman despectivamente “populistas”, incluso en el peronismo del ’45. Pero esos negocios no alcanzan para confundir los campos. Son suficientes sí, para señalar compromisos, contradicciones, concesiones del Gobierno. Por eso hay que empujarlo, movilizando al pueblo, para que profundice su política y adopte medidas audaces en esas áreas hoy sujetas al saqueo. Pero no podés caracterizar al Gobierno solamente por esta cuestión, como ocurría con radicales y nacionalistas que conspiraban contra Perón diciendo que entregaba el petróleo o no había nacionalizado la CADE. También te puedo recordar que Perón, seguramente a disgusto, llevó al balcón de la Rosada al asesino de Sandino. ¿Esta actitud tan criticable invalidaba las nacionalizaciones, el no ingreso al FMI, el más del 50 por ciento de la participación de los trabajadores en el ingreso y tantas otras cosas positivas? Evidentemente, no. Había que hacerse el distraído si se estaba dentro del peronismo o criticarlo lateralmente, sin dejar de reconocer el carácter nacional y popular del gobierno, si se estaba en la izquierda nacional (porque de la otra izquierda mejor no hablar). Fue también una concesión cuando el General encarceló a los exilados guatemaltecos del gobierno de Arbenz derrocado por los yanquis. De esta desgraciada medida algunos sacaron la conclusión de que el gobierno era proimperialista, lo recuerdo. Así actuó gente honesta, con grandes ilusiones y quimeras. Lenin también los soportó y los calificó como “el izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”. Como vos sabés, colaboraron para que llegaran los Rojas y Aramburu, quienes liberaron a los guatemaltecos, pero fusilaron a los trabajadores peronistas y dictaron el 4161 y todo lo demás.

En mi anterior artículo decía que me sorprende que compañeros de larga lucha en el peronismo no comprendan las vacilaciones de los gobiernos policlasistas, que también las tuvo el peronismo, aun en sus mejores momentos (Actas de Chapultepec, ¿te acordás?). También me sorprende que omitan los avances de este gobierno y algo tan caro al peronismo como son los derechos de los trabajadores. Porque ahora no sólo hubo disminución de la desocupación y recupero de las paritarias, sino que desde la Comisión parlamentaria de Legislación Laboral presidida por Héctor Recalde se recuperaron conquistas que el menemismo había destruido (sextuplicación del salario mínimo, vital y móvil, suspensión de despidos sin causa, derogación de la ley Banelco, prohibición de uso de banderas extranjeras en los buques para eludir la legislación laboral argentina, limitación a ocho horas de la jornada para peones rurales, modificación de la ley de pasantías, el “dubio pro operario” en juicios laborales, jueces laborales en materia de quiebras, etc.). Y esto no lo promueve “el enemigo principal”, sino el Frente para la Victoria.

Es correcto que Proyecto Sur critique, pero, por favor, no desde el campo del enemigo, no desde La Nación y Perfil, ni en los programas de los periodistas del imperio, que se solazan escuchando las críticas. Elogien lo elogiable y critiquen lo criticable, pero con sumo cuidado para no ser funcionales a la reacción. Crezcan, desarróllense, si pueden, cabalgando junto a lo mejor del Gobierno y cuando deban votar, no le den pasto al enemigo.

También ha salido al ruedo, por correo electrónico, otro dirigente y amigo, Mario Mazitelli, quien señala que la política del imperio es “la alternancia”. Según él, el imperialismo deja hacer al centroizquierda hoy, después en 2011 vendrá la centroderecha y así sucesivamente mientras Proyecto Sur –sostiene un militante honesto como Mario– construye el partido “para hacer la revolución social”. Este supuesto poder inmenso de los sectores dominantes previendo varios gobiernos y manejando a su gusto a todos los argentinos –menos a Proyecto Sur– me sorprende porque se sustenta en categorías liberales, como centroizquierda o centroderecha, que utilizan Morales Solá y sus congéneres. Creo, en cambio, que hay una cuestión nacional que divide a la sociedad en antiimperialistas y proimperialistas y una cuestión social que la divide en explotadores y explotados. Del ensamble de ambas cuestiones nace un proyecto de Liberación Nacional en marcha hacia el socialismo.

Pero esta polémica no la voy a seguir por dos motivos. La primera, porque la egolatría es mala consejera. Y esto de que la plana mayor de Proyecto Sur (sólo faltás vos, Carlitos del Frade, y espero que no lo hagas) se prodigue en discutir conmigo puede provocarme cierta vanidad y apartarme de aquello que aconsejaba Scalabrini: “Ser uno cualquiera que sabe que es uno cualquiera”. La segunda, porque aparecen quienes rebajan el nivel de la discusión, como un tal José Luis que por correo electrónico intenta descalificarme tratándome benévolamente de “anciano”. Como se comprende, a los 72, no estoy para coqueterías, pero si la calificación viene de Proyecto Sur les advierto que si yo soy anciano, Pino es seis meses más anciano que yo.

Pero no es así, Pino, vos y yo sabemos que no somos viejos. Ocurre simplemente –como decía Jauretche– que hace muchos años que somos jóvenes y mantenemos la juventud suficiente para polemizar acerca del destino de esta América latina que insoslayablemente va hacia la unidad y al socialismo. Y, por mi parte, bajo el telón sobre esta polémica, en la certeza de que tarde o temprano las duras luchas por la liberación nacional y social nos encontrarán a todos nosotros, otra vez juntos, en la misma vereda de siempre.

* Historiador y ensayista.

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