La crisis hoy: socialismo de las pérdidas
José Sbattella
22-04-2009 /
El agravamiento de la crisis de los bancos en los Estados Unidos, que arrastró al resto de los países centrales y llevó al mundo a un proceso recesivo –donde según la Organización Internacional del Trabajo en 2009 se generarán 50 millones de desocupados–, plantea un desafío político, económico y social respecto de la viabilidad del capitalismo globalizador como sistema hegemónico de organización del proceso de producción y distribución de los bienes. Los ideólogos del capitalismo habían cerrado esta discusión en los últimos años del siglo pasado. En este contexto, lo verdaderamente ridículo resulta el esquema de asistencia que se ha planteado en los países centrales donde el Estado es requerido por los bancos para que solucione los sucesivos defaults en que fueron cayendo como producto, justamente, de los manejos “desregulados” impulsados por ellos mismos. A esta situación se debe agregar que los despedidos por la crisis son recibidos por los sistemas de seguridad y asistencia social de los Estados.
El Estado debe asistir a los bancos y a las empresas que quiebran, y además recibir a los despedidos y cesanteados que aquellos van dejando en el camino. El viejo esquema de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas se agudizó de tal manera que habilita de nuevo la discusión sobre la racionalidad del sistema capitalista como ordenador del sistema de producción y distribución de bienes.
MARCO TEÓRICO PREVIO. Considerando que es esencial recomponer una visión estratégica centrada en la posibilidad de los pueblos de derrotar la creciente polarización en la distribución de la riqueza así como la depredación de los recursos naturales, se presenta a continuación un esquema de análisis que recupera la visión de la economía desarrollada por el estructuralismo latinoamericano, actualizada por el economista Samir Amin, hoy presidente del Foro Social Mundial.
Se trata de dar respuesta a una vieja pregunta de la práctica política: ¿qué hacer? La presentación metodológica de los temas se basa en dos ejes: el “pesimismo de la inteligencia”, que según Gramsci debe emplearse para analizar la realidad crudamente, y en oposición dialéctica, el “optimismo de la voluntad” para poder cambiarla. Es decir, una contraposición entre la “tendencia” de la realidad por un lado, y las excepciones o alternativas generadas por el ejercicio de la voluntad política, por otro. En función de este criterio hemos definido cinco pares dialécticos fundamentales para comprender la dinámica económica social del mundo y las posibilidades que hay para enfrentarla considerando una voluntad política que la condicione:
GLOBALIZACIÓN VERSUS REGIONALIZACIÓN. Apartarse de la tendencia que somete a los países a la lógica del capitalismo sólo es viable mediante la intervención de una fuerte voluntad política de resistencia. Cada país, según tres situaciones –los recursos naturales; las condiciones morales, técnicas y políticas de su población, y la calidad de su dirigencia – puede condicionar su propia inserción en la globalización. Por ello, el “optimismo de la voluntad” constituye la única posibilidad que se tiene de cambiar la lógica y los destinos que el capitalismo globalizado determina en la periferia. En este sentido, lo que se opone a la tendencia, al concepto de globalización, desde el lado de la voluntad, es el concepto de región: la región es necesariamente producto de la voluntad política y su existencia supone el condicionamiento de la globalización.
CONCENTRACIÓN VERSUS DEMOCRATIZACIÓN. Opuesta dialécticamente a la concentración está la democratización, un proceso que depende principalmente de la voluntad política. ¿La democratización de qué? Del acceso al crédito, al capital, a la tecnología. Para abordar el análisis del actual proceso de concentración, así como las claves para lograr un movimiento inverso, partiremos del concepto de “excedente económico”. La apropiación y el uso que se da al excedente resulta clave para definir una tendencia de concentración, o del proceso inverso. Por ello, el concepto de excedente pondrá en evidencia la crucial importancia de la voluntad política para la defensa de intereses colectivos, especialmente en países subdesarrollados, debido a las disparidades sociales que el sistema global genera. De este modo, si la concentración es la tendencia, la voluntad política opone a ella un freno.
MERCADO EXTERNO (TRABAJO ESCLAVO) VERSUS MERCADO INTERNO (TRABAJO DIGNO). El discurso hegemónico del modelo global sostiene que el crecimiento, el dinamismo de una economía, se logra con el desarrollo del mercado externo. El discurso ideológico dominante supone que para ser competitivos se requieren salarios de miseria. La postura del discurso dominante llega a tal extremo que, condicionando el desarrollo al crecimiento de las exportaciones, exige condiciones laborales cada vez más precarias para lograr competitividad global, que transforman las relaciones laborales en condiciones de esclavitud. Por otra parte, el modelo global promueve la especialización regional: una especialización por país. La particularidad de la Argentina es que “comemos” lo mismo que exportamos, lo que plantea con mayor crudeza la contraposición entre el consumo del mercado interno y la exportación. En oposición al esquema de globalización del lado del optimismo de la voluntad se encuentra la utilización del mercado interno como instrumento de integración nacional. El mismo es necesario para evitar que esta lógica global arrastre a un país hacia un modelo de economía dual que reproduce la relación de centro-periferia global hacia dentro del país. Ante la propuesta de dar protagonismo al mercado interno es necesario tener en cuenta las condiciones para desarrollar una producción nacional competitiva. En este sentido, la propuesta de “desconexión” del sistema de precios global supone modificar el sistema de precios interno. Un instrumento a utilizar es la apropiación social de la renta de los recursos naturales.
DIRIGENCIA CONDICIONADA VERSUS DIRIGENCIA CONDICIONANTE. Otra consideración clave involucra a la dirigencia, que puede ser condicionada o condicionante. Mientras una dirigencia condicionante podría beneficiar a los productores nacionales, la condicionada favorece que sean los sectores transnacionales los que se lleven todos los beneficios. Si desde el ejercicio de la voluntad es factible modificar las condiciones reales, es fundamental la presencia de una dirigencia social, política y cultural que pueda condicionar la inserción en este modelo.
DILUCIÓN DEL ESTADO VERSUS FORTALECIMIENTO DEL ESTADO. La posibilidad de control del espacio económico se basa en los poderes de policía propios del Estado. Es desde la utilización del poder de policía del Estado nacional, provincial y municipal que se modifica la realidad o se reproduce el statu quo. El condicionamiento del modelo global implica necesariamente la situación inversa: el fortalecimiento del poder de imperio del Estado, jerarquizando los organismos de control, asumiendo la responsabilidad indelegable del Estado en la salud, la educación, la justicia y el control del medio ambiente.
EN SÍNTESIS… Del lado del pesimismo de la inteligencia se enlazan la globalización, la concentración y la especialización en el mercado externo. Del lado del optimismo de la voluntad: la región y su defensa, la democratización del acceso al capital, a la tecnología y a los recursos naturales, y la utilización del mercado interno como instrumento de integración nacional. Estas opciones se materializan en una dirigencia, que puede ser condicionada o condicionante. Es decir, condicionada por este modelo global, o capaz de modificar las condiciones reales desde el ejercicio de la voluntad. En ambos casos los instrumentos disponibles para la modificación de la realidad se basan en la utilización del poder de regulación del Estado en cualquiera de las jurisdicciones: nacional, provincial, municipal.
Una vez definido el esquema de análisis –con este marco teórico de pesimismo de la inteligencia por un lado y optimismo de la voluntad por otro – comienza la discusión sobre un proyecto de desarrollo sustentable para la Argentina. En primer lugar, es necesario identificar las condiciones que resultan indispensables para que la Argentina sea viable bajo el esquema que se presente. En este sentido, hay que reflexionar sobre la sustentabilidad de la propuesta, para lo cual debe investigarse si la Argentina tiene excedente económico o si en su defecto debe endeudarse continuamente para poder sobrevivir.
Lo que intentaremos exponer aquí es que el problema argentino no radica en la falta de capacidad de acumulación endógena. Nuestro país genera un excedente basado en tres rentas (minera, agraria y petrolera), pero ellas se fugan y se diluyen, canalizándose en inversiones fuera del país, o en gastos suntuarios de las sucesivas oleadas dominantes. La viabilidad de un proyecto alternativo no se confirma con la constatación de la existencia de los recursos, es decir del excedente y las diversas modalidades de la renta. Para que sea posible incidir sobre el sistema de acumulación endógeno, es necesario que se conforme una estructura de poder suficientemente firme.
Si bien la capacidad de apropiación del excedente es el instrumento que permite condicionar el sistema de precios relativos internos, dicha capacidad, a su vez, debe lograrse controlando las instituciones que tienen el monopolio de la fuerza pública (fuerzas armadas y policía) y las entidades que detentan el poder de policía del Estado. Estas últimas son constituidas por todos los organismos reguladores de las empresas privatizadas, el sistema impositivo y aduanero, y el Banco Central. La estructura institucional cobra de este modo una importancia fundamental como condición de posibilidad de modelos alternativos de acumulación.
En este mundo periférico hay roles posibles para la Argentina en el marco latinoamericano, roles que la crisis actual ha potenciado generando una oportunidad semejante a la que posibilitaron los intentos de autonomía de los países periféricos en la posguerra de siglo pasado. Las transiciones políticas y económicas iniciadas en Latinoamérica estarán enmarcadas por la capacidad de las dirigencias políticas del campo popular de conformar alianzas de sectores sociales que condicionen el poder que dominó la escena hasta la crisis actual.
José Sbattella
Economista y asesor de SADOP
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