Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

20Dic/091

El debate sobre la inflación

 

18-12-2009 / 
Juan Santiago Fraschina

 

Existen varios especialistas que pronostican para el año que viene un recrudecimiento de la inflación. En el 2009 la discusión económica giró desde el aumento de precios a los efectos de la crisis financiera internacional en la economía argentina. Fue por el menor crecimiento verificado en este año, que se produjo porque la repercusión de la crisis iniciada en los Estados Unidos provocó una desaceleración en la suba de los precios. Sin embargo, la mayoría de los pronósticos anuncian una recuperación de la economía argentina para el 2010, con lo que vuelve a escena el debate sobre la inflación. En este contexto surge una pregunta central: ¿cuál es la política antiinflacionaria más efectiva que debe aplicar el Gobierno para evitar la caída de los ingresos reales de la población? 

Para responderla es fundamental entender primero las causas centrales que en los últimos años han provocado la suba de precios. En otras palabras, para poder controlar la inflación en forma exitosa se debe entender en primer lugar el motivo que la genera. En efecto, la inflación es un fenómeno multicausal, es decir, son varias las causas que pueden desencadenar en una economía la suba generalizada de los precios. De esta forma, es imprescindible, a la hora de establecer una política antiinflacionaria, comprender cuál de todas las causas es la más importante en la actualidad en la economía argentina.

 

TRADICIONALES. Según la ortodoxia económica, son dos las causas centrales del proceso inflacionario. Por un lado, la denominada inflación por costos. Dicho de otra forma, una de las causas centrales del aumento de los precios es el incremento de los costos de los empresarios.

En este caso, los economistas ortodoxos ponen su énfasis en el aumento de los salarios de los trabajadores al traducirse en una suba de los costos que luego los empresarios trasladan a los precios. Por lo tanto, para la visión tradicional el incremento de salarios es una de las causas fundamentales que generó el aumento de los precios en los últimos años en la economía argentina. 

Por otro lado, la otra causa central para estos economistas es la inflación por demanda. Esto es, que el crecimiento de la demanda genera aumento de precios. Por lo tanto, la expansión del consumo y del gasto público se traduce automáticamente, para esta visión, en un incremento en el nivel general de precios.

En resumen, para la ortodoxia económica la inflación generada sobre todo a partir de la etapa kirchnerista se debió al aumento de los salarios de los trabajadores junto con el  crecimiento del consumo y del gasto público que provocaron un aumento de la demanda efectiva.

Para estos economistas, entonces, la política antiinflacionaria del Gobierno debería ser la contención en el aumento de las remuneraciones y el ¿enfriamiento? de la economía. Es decir, para contener la inflación se debe desarticular básicamente dos de los pilares del nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003: las paritarias salariales y el incremento del gasto público.

Es importante destacar que esta visión de la inflación no es casual. La política antiinflacionaria recomendada por la ortodoxia económica es totalmente funcional a los intereses de los sectores dominantes argentinos. Para los grandes empresarios industriales que exportan y/o venden sus productos al mercado interno a los sectores medios-altos y altos y que, por lo tanto, sus ventas no dependen del consumo de los sectores populares, el estancamiento de los salarios implica un aumento en su tasa de ganancia. Para estos capitalistas la remuneración de los trabajadores es vista exclusivamente como un costo y no como un factor de demanda de sus productos. De esta manera, la reducción de salarios se traduce en forma automática en un aumento de sus beneficios.

Por otro lado, para los grandes terratenientes la reducción del consumo provoca un aumento del saldo exportable y de la renta agraria. En otras palabras, si el consumo interno se reduce, los productores de alimentos tienen más mercancías para exportar, lo cual les permite obtener gran cantidad de divisas.

Es así como la política antiinflacionaria recomendada por la ortodoxia económica implicaría un aumento de la ganancia de los grandes industriales y terratenientes a partir de la contención de los salarios, la caída del consumo y la disminución del gasto público generando una reducción del mercado interno; la desaparición de una gran cantidad de pequeñas y medianas empresas, y el aumento de la desocupación y de la pobreza. Es decir, para la visión económica tradicional y los sectores dominantes la causa de la inflación es por culpa de los sectores populares que quieren trabajar, ganar más y consumir.

 

ESTRUCTURALISTAS. Sin embargo, los economistas estructuralistas, que surgieron en la década del 50, dieron una visión completamente distinta. Según estos economistas, todo proceso de crecimiento y desarrollo como la industrialización sustitutiva presenta presiones inflacionarias. Los estructuralistas latinoamericanos argumentaron que el aumento generalizado de precios en la región se debía a rigideces estructurales del lado de la oferta. 

Para este enfoque, la inflación era el resultado de la interacción de dos componentes: 

  • Las presiones fundamentales que generaban aumentos de precios y que se debían a rigideces estructurales.
  • Los mecanismos de propagación que se encargaban de transmitir el aumento inicial de la inflación al resto de la economía.

Para el paradigma estructuralista era imprescindible atacar las presiones fundamentales para terminar definitivamente con el problema de la inflación. Es decir, la raíz del problema inflacionario se encontraba en las presiones fundamentales y no en los mecanismos de propagación.

En este sentido, para estos economistas, existían dos presiones fundamentales que originaban el aumento en el nivel general de precios durante el modelo de industrialización por sustitución de importaciones: la débil productividad de la agricultura debido a la concentración de la tierra y los desequilibrios en el sector externo a partir de los cuellos de botella que se generaban como resultado de la importación de los productos de la industria pesada. 

Según esta visión, la inflación en la industrialización sustitutiva se debía a que este nuevo modelo de acumulación, que generaba puestos de trabajo y aumentos salariales, provocaba un incremento del consumo que no podía ser satisfecho por la baja productividad del campo. Pero, al mismo tiempo, el crecimiento económico en la industrialización sustitutiva conducía a un déficit comercial debido al boom importador de maquinas e insumos industriales que se solucionaba con una devaluación de la moneda.

Ambos fenómenos se traducían en un crecimiento de los precios. A partir de este momento comenzaban a funcionar los mecanismos de propagación, transfiriendo esta presión inflacionaria al resto de la economía.

Ahora bien, para atacar la inflación la solución no era, según los estructuralistas, reducir la demanda, sino más bien eliminar las rigideces estructurales a través de una reforma agraria que permitiera una producción intensiva de la tierra y el desarrollo de la industria pesada en la Argentina.

En efecto, debido a que el origen de la inflación era estructural, la única manera de eliminarla era superando los cuellos de botella. De esta manera, la forma de eliminar el aumento generalizado de precios era por medio de la profundización del desarrollo económico para superar las rigideces estructurales.

Para estos economistas la reducción de la demanda puede reducir la inflación. Sin embargo, esto lo logra a costa del crecimiento económico y además sin atacar la raíz del problema. Es decir, la reducción de la demanda sólo ataca los factores de propagación pero no las presiones fundamentales que generaba el aumento de los precios.

En la actualidad, a partir del proceso de reindustrialización de la economía argentina desde la etapa kirchnerista aparecieron nuevamente presiones inflacionarias. Sin embargo, y a contraposición de la visión tradicional, se debe complejizar, como los estructuralistas latinoamericanos, el análisis de las causas de la suba de los precios para poder diseñar una política antiinflacionaria exitosa.

Las rigideces estructurales y la puja distributiva se encuentran en el centro de la generación de la inflación actual. Por lo tanto, el mayor desarrollo económico y social y la desconcentración económica deben ser las principales políticas de contención de la suba generalizada de los precios.

 

Juan Santiago Fraschina

Economista del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP)

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Publicado por admin

Comentarios (1) Trackbacks (0)
  1. Teoría del Equilibrio – Base 100 – Control de la Inflación
    Hoy sería sencillísimo aplicar éste instrumento técnico, ya que la inflación es muy baja.
    La idea central es crear un ENTE REGULADOR de PRECIOS, algo parecido a lo que está haciendo la Secretaría de Comercio Interior ahora, pactando con las Empresas formadoras de precios una por una, pero con la diferencia de que se involucra a los Empresarios para que deban discutir entre ellos quien debe aumentar su precio, y quienes deben absorber ése aumento, para no generar inflación, y evitar la devalución de la moneda.
    Ésto no es control de precios ni convertibilidad.
    Es simplemente dejar que los precios se acomoden entre sí.
    Si un producto aumenta su precio genera una diferencia con los demás.
    Si ése producto y los demás absorben ése aumento, se mantiene ésa diferencia que ése producto necesitaba, y logramos evitar la devaluación de la moneda.
    Ejemplo: Si cada día algunos productos aumentan un poco, nos encontramos que al año todos aumentaron más o menos un 20%, pero conservan casi la misma relación entre ellos.
    Pero logran el objetivo de devaluar la moneda, atrasar los sueldos, etc.
    Por éso insisto: todos los productos deben absorber cada aumento.
    Les muestro un pequeño ejemplo hipotético:
    Si tenemos 100 productos de $ 1 cada uno, y
    40 de ellos no aumentan 0%
    30 aumentan un 1%
    10 aumentan un 2%
    10 aumentan un 5% y
    10 aumenta un 10%,
    y hacemos que cada uno absorba el porcentaje que le corresponde (en éste caso sería el 1,96%), logramos que no se devalúe la moneda, pero dejamos que se establezca la relación entre los precios que se quería lograr con ésos aumentos.
    Ejemplo en números: Menos 1.96 % (que absorbe c/u)
    40 x $ 1 = $ 40 + 0 % = $ 40 – 1,96 % = $ 39,216 / 40 = $ 0,9804
    30 x $ 1 = $ 30 + 1 % = $ 30,3 – 1,96 % = $ 29,706 / 30 = $ 0,9902
    10 x $ 1 = $ 10 + 2 % = $ 10,2 – 1,96 % = $ 10 / 10 = $ 1
    10 x $ 1 = $ 10 + 5 % = $ 10,5 – 1,96 % = $ 10,294 / 10 = $ 1,0294
    10 x $ 1 = $ 10 + 10 % = $ 11 – 1,96 % = $ 10,784 / 10 = $ 1,0784
    $ 100 $ 102 $ 100
    Como se observa, logramos que el total sumado quede en 100, y no en 102, manteniendo la diferencia porcentual entre los precios que era el objetivo de los aumentos.
    No es que bajan los precios (porque todos bajan), sólo se reacomodan dentro de la Base 100.
    La Inflación (variación en la relación de los precios entre sí) se mantiene, pero evitamos la devaluación de la moneda.

    El ajuste debería ser sobre los precios de fábrica ó mayoristas.

    Lo ideal sería ajustar los precios en forma mensual.
    Para ello, durante las primeras semanas del mes, las empresas que vayan a aumentar (ó bajar) sus precios (a partir del mes siguiente), deben comunicarlo a un Ente Regulador creado al efecto, integrado por funcionarios del Gobierno, Consumidores y Empresarios.
    Se evalúa, se negocia, y se aceptan ó rechazan.
    Y durante la última semana del mes el Ente comunicará los precios ajustados que regirán a partir del 1º día hábil del mes siguientes.
    Si incluimos, y regulamos, los sueldos dentro de la Base 100 cerramos el círculo.

    Parece simple porque es simple, y se puede comprobar, como explico al principio.

    La inflación no viene por falta de respaldo de la moneda, es sólo que un producto busca posicionar su precio en relación con los demás productos.
    Cuando se aumenta el precio de un artículo, lo que en realidad se aumenta es su participación en el gasto del consumidor en desmedro de los otros artículos, que ven disminuida su participación en dicho gasto.
    La comprobación de que la inflación es un posicionamiento del precio de un artículo en relación con los demás, y que no debería influir en la devaluación de la moneda, la obtenemos cuando comparamos el comportamiento de los precios en plazos medianos ó largos.
    Observaremos que cuando los precios llegan al doble ó la triple, todos llegan al doble ó la triple (centavo más ó menos), pero el valor de la moneda quedó relegada a la mitad ó a la 3º parte.
    La inflación, creada por especulación, desconfianza, huelgas, etc., lo único que logra es devaluar la moneda, porque con el tiempo los precios y los sueldos se acomodan, pero, como el Estado no ajusta el valor de la moneda a la inflación, todos pagamos un impuesto inflacionario y perdemos confianza en la garantía del Estado cuando emite la moneda.
    El respaldo de la moneda se debe dar con los bienes del Estado.
    Traté de ser lo más claro posible, es difícil explicar algo así tan concisamente..
    Les saludo muy atte, Horacio Raúl Nieves – DNI Nº 11.222.096
    horacionieves@yahoo.com.ar


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