Crisis y reparto de las riquezas
Michel Husson
El reparto de las riquezas está en el corazón de la crisis. La bajada prácticamente universal de la parte que corresponde a los asalariados es una de sus causas esenciales: son las rentas captadas en detrimento de los asalariados las que han alimentado la burbuja financiera. Toda la cuestión está pues en saber si se cambia algo de esta situación. Sin embargo, todo indica que más allá de los simulacros de “regulación”, los gobiernos y las patronales no tienen más que una única idea en la cabeza: volver al estado anterior a la crisis, en definitiva, al bussines as usual. Es la lógica del punto de vista del capital, pero es al mismo tiempo un callejón sin salida puesto que las mismas causas pueden producir los mismos efectos, es decir, una nueva recesión.
Para salir de este callejón sin salida, han que poner en cuestión los dos dogmas que guían las políticas actuales de “salida de la crisis”. Primer dogma: la competitividad debe ser restablecida sin desanimar a los accionistas, consiguientemente, presionando sobre la masa salarial. Segundo dogma: hay que reabsorber el déficit presupuestario sin aumento de los ingresos, es decir, mediante la reducción de los gastos sociales.
El primer principio ha sido escrupulosamente respetado por los grandes grupos del CAC40 (el índice CAC40 es una medida ponderada según la capitalización de los 40 valores más significativos de entre las 100 mayores empresas negociadas en la Bolsa de París ndt): sus ganancias han bajado a causa de la crisis, pero han distribuido al menos tantos dividendos como antes. Es pues sobre la masa salarial sobre la que habrá que actuar para restablecer sus márgenes disminuidos por la crisis: ¡los dividendos no se tocan!. En las semanas y meses que vienen (por retomar la fórmula de Sarkozy anunciando la bajada del paro) las empresas van a intentar desembarazarse de sus “sobreefectivos”, congelar los salarios e intensificar el movimiento de deslocalización. Se sentirán en posición de fuerza para hacerlo, “gracias” a una tasa de paro elevada que presiona sobre las reivindicaciones sociales. E invocarán la necesidad de ganar partes de mercado en un contexto europeo de competencia exacerbada.
El segundo principio (cortar en los gastos sociales para reducir los déficits presupuestarios) está ilustrado por el laboratorio griego que da en esto también una idea de las orientaciones europeas. El plan de austeridad griego (y otros en Europa) prefigura los que están preparando. El único debate versa de hecho sobre el calendario: los gobiernos perciben el riesgo de un frenado demasiado brutal que rompería la tímida recuperación y provocaría una nueva recesión. Pero los objetivos están claramente designados, particularmente los gastos de salud, las jubilaciones y los efectivos de la función pública.
Estos dos principios conjugados influyen sobre el nivel de vida de los trabajadores, cogidos entre la austeridad salarial y la austeridad presupuestaria. Esto no puede sino agravar aún más los efectos de la crisis y extender la pobreza salarial y el paro /1. La única alternativa consiste en influir sobre el reparto de las riquezas por los dos extremos. Del lado de las empresas, la parte de los salarios está en un nivel históricamente bajo. No sería “antieconómico” subirla haciendo bajar la parte de los dividendos, lo que, dicho sea de paso, no influiría ni sobre la inversión ni sobre la competitividad. Del lado del presupuesto, la reabsorción del déficit debería pasar por una reforma que revisara las múltiples ventajas fiscales concedidas a los privilegiados. Este aumento de los impuestos no tendría efecto desfavorable sobre la actividad puesto que afectaría en lo esencial a rentas que son en gran parte ahorradas y no consumidas.
Esta orientación es la única capaz de combinar apoyo a la actividad y justicia social. Desinflar y tasar las rentas financieras permitiría atacar a las raíces mismas de las derivas que han llevado a la crisis. Existen para hacerlo márgenes de maniobra muy superiores a lo que se nos quiere hacer creer. Por no citar más que algunas cifras, los dividendos netos entregados por las sociedades no financieras equivalían en 2008 al 13% de su masa salarial y las bolsas fiscales equivalían al 27% de los recursos fiscales, es decir el 3,8% del PIB /2.
Los argumentos puramente económicos que se oponen a una inflexión así en el reparto de las riquezas no están verdaderamente fundados. La realidad es más prosaica: sencillamente, los privilegiados de las finanzas no tienen ninguna gana de renunciar a sus privilegios y su único proyecto es poner en orden de marcha el sistema, tal como ha funcionado en su beneficio. Y esto incluso si este giro hacia el punto de partida pasa por una degradación de las condiciones de vida de una mayoría de la población y por el rechazo a otro reparto de las riquezas sin embargo indispensable para no recaer en los errores del pasado. He aquí porqué la crisis económica y financiera está llamada a durar y a transformarse en crisis social y política.
L´Humanité, 27/3/2010
Traducción : Alberto Nadal para VIENTO SUR
NOTAS.
1/ Ver el informe de la OFCE, Impact de la crise sur la pauvreté, así como la investigación Crise et pauvreté del grupo Alpha.
2/ Informe parlamentario sobre las bolsas fiscales. Ver referencias en http://hussonet.free.fr/salrev.htm
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