Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

31May/101

Entrevista a Joseph Stiglitz

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George Smith Alexander y Sugata Ghosh entrevistaron el pasado 6 de mayo a Jospeh Stiglitz para la revista india Economic Times.

"Soy suficientemente pesimista respecto de la evolución de la economía global".Stiglitz

Las amas de casa griegas y españolas no derrocharon dinero, como parece creer el mundo. Al contrario: sufren a causa de que un implacable Wall Street y unos no menos implacables Bancos Centrales se negaron a poner orden. El euro sobrevivirá, pero el precio de su supervivencia serán la volatilidad y el caos. No son palabras nuestras. Son palabras de Joseph Stiglitz, un crítico declarado de la Reserva federal y de George Bush. El profesor Stiglitz se declara “suficientemente pesimista” sobre la economía mundial.
Personas como él y Paul Krugman suministran a los políticos munición para la intervención pública en los mercados. ¿Se siente moralmente obligado a ello? En una entrevista con Economic Times, el Premio Nobel y profesor de la Universidad de Columbia habla sin tapujos y recuerda al mundo que Washington sigue sin hacer las cosas bien, rebasado por unos bancos desesperados por desleír las nuevas reglas para los mercados financieros. El señor Stiglitz está en la India, asistiendo a un fórum organizado por el Standard Chartered Bank.
Es evidente que Grecia no tiene forma inmediata de enderezar su economía, y en la próxima década otras regiones del mundo pueden experimentar problemas similares. ¿No ha llegado la hora de que las naciones rectoras se reúnan y cancelen la deuda global?
Lo que está claro es que la política que se sigue ahora en Europa es errónea. La política catual busca imponer una austeridad extrema. Eso terminará con una economía más débil y con menores ingresos fiscales, de modo que la reducción de los déficits será muño menor de la esperada. Es un tipo de austeridad que fracasó ya en la Argentina. La política actual, que dice que lo que tienes que hacer ahora es sobre todo librarte del déficit, no funcionará, y empujará al mundo a una segunda zambullida o, cuando menos, a una ralentización a escala planetaria. Así pues, la única alternativa es algún tipo de reestructuración de la deuda.

Es evidente que, si hubiera confianza en Grecia, se podría ir paso a paso con los pagos de la deuda. Eso se parecería más a situaciones ya vividas en Brasil y en la Argentina. Brasil tenía una crisis de deuda que terminó resolviéndose merced a la liquidez. Incluso se llegó a una depreciación del valor de la deuda. Una vez que las irracionalidades del mercado fueron apagándose, Brasil comenzó a crecer, y ahora nadie piensa en Brasil como en un país con un gran problema de deuda. Yo creo que el grueso de los países se hallan en una situación como la brasileña. Si los tipos de interés se mantienen relativamente bajos y los mercados, calmados, no tendrán mayores dificultades
¿Pero no cree usted que algún día China tendrá que poner coto a la deuda norteamericana?
No. La deuda de los EEUU es diferente de la de los demás países, por lo mismo que los EEUU prometen pagar en dólares y los EEUU controlan la máquina que imprime dólares. Así que siempre será capaz de subvenir a sus obligaciones como deudor. Puede que los dólares lleguen a no valer mucho. La cuestión para los EEUU es si los dólares con los que pagan valen lo que valían cuando China prestó el dinero. Eso es un tipo de coto.
Mientras los países puedan imprimir billetes, podremos ir de burbuja en burbuja. Pero tampoco podemos pensar en regresar al patrón oro.
Llevan ustedes razón. Ahora comprendemos que el patrón oro carece de la flexibilidad necesaria, y no funciona en una economía moderna. Y no conseguimos que funcione otro sistema.
Uno de los problemas fundamentales es el sistema del dólar como moneda de reserva. Ese sistema trae consigo que haya una excesiva dependencia de un solo país –los EEUU—, cuando la oferta de moneda de deuda de ese país está determinada por problemas internos del propio país, no por problemas y preocupaciones mundiales. Una de las principales sugerencias que hizo una Comisión de Naciones Unidas presidida por mí fue la creación de un nuevo sistema de reserva global. China, Francia y muchos otros países la apoyaron. Esta tendría que ser la máxima prioridad a largo plazo.
La crisis actual ha sido realmente causada por el sector privado. La lección que yo he sacado es de ella es ésta: no podemos seguir permitiendo que el sector privado se embarque en este tipo de riesgos excesivos y que luego se vaya de rositas. Hicimos lo correcto al rescatarlo. Pero ahora tenemos que padecer las consecuencias de haberlo hecho.
Bien, la Ley de Regulación Financiera se propone limitar los riesgos. Pero unas reglas sofocantes ¿no podrían matar partes del mercado financiero y terminar echando al niño con el agua sucia de la bañera?
No. Al contrario, las reglas propuestas no son lo suficientemente duras. El sector financiero ha gastado enormes sumas de dinero para desleírlas, y han tenido éxito. Así como compraron la desregulación, así también compraron el rescate; y ahora están consiguiendo desleír las reglas de control, aunque no tanto como querrían. Lo que, podrían decir ustedes, es un triunfo parcial de la democracia. Pero no sabemos si se mantendrán esas reglas. La administración [Obama] está del lado equivocado.
Por ejemplo, una de las cláusulas dice que el gobierno de los EEUU no puede subscribir derivados de alto riesgo que, en el caso de AIG, costaron 170 mil millones de dólares. Los bancos no deberían embarcarse en actividades de apuestas, y hay un debate sobre si AIG estaba inmerso en apuestas o en seguros. Está claro que, si se trataba de apuestas, no deberían estar públicamente garantizadas. Una posibilidad es decir que si estás asegurado por la FDIC (Corporación Federal de Seguros de Depósitos, por sus siglas en inglés), no puedes suscribir esas políticas de apuesta como políticas de seguros. La administración y la Fed djeron que eso es una parte importante de la actividad crediticia. Pero sólo un puñado de bancos la practican. Si fuera una parte importante, no se limitaría a un puñado de bancos; la practicarían la mayoría de bancos.
¿Cómo afecta eso al futuro del sector financiero estadounidense?
El sistema financiero norteamericano tenía en volumen totalmente desproporcionado en relación con el tamaño de nuestros ahorros. Somos la economía más grande, pero nuestra tasa de ahorro es muy baja. Nuestros mercados financieros era desproporcionadamente grandes. La razón de eso hay que buscarla en el hecho de que la gente creía que los mercados estadounidenses sabaían gestionar mejor los riegos y asignar más eficazmente el capital. La lección de la crisis es que eso no es cierto. Lo que se hace es apostar con el dinero de otros. Y eso ha llegado a su fin.
Hablando de ahorros, en Japón, el número de personas que se jubila es mayor que el número de personas que ahorra. Pronto tendrán los japoneses que tomar prestado en el exterior para subvenir a ese déficit, y eso podría elevar el coste de los intereses.
La ratio de la deuda japonesa en relación con su PIB es del 180%, un 50% mayor que la griega, y la única razón por la que el Japón no está en dificultades es porque no depende del exterior. Para poner las cosas en perspectiva, la tasa interior de ahorro griega es superior a la alemana. De modo que la idea de que los griegos son despilfarradores falta a la verdad. Ahora, si la tasa de ahorro japonesa cae, Japón dependerá del exterior, y eso podría llevar a tasas de interés más elevadas. Hasta qué punto, dependerá de la confianza de los mercados. Los mercados han demostrado un tipo de irracionalidad: exuberancia irracional y pesimismo irracional. Si los tipos de interés siguen bajos, dadas las capacidades japonesas, Japón podrá servir la deuda. Es decir, si los tipos globales de interés se mantienen relativamente bajos y la gente mantiene la confianza, no creo yo que Japón se encamine necesariamente hacia una crisis. Pero tampoco es imposible.
Ya se trate de Grecia o de Japón, usted habla siempre de tipos de interés bajos. Pero ¿cree usted que hay que esperar tipos bajos con los actuales temores de inflación?
Soy suficientemente pesimista respecto de la evolución de la economía global. La previsión para los EEUU es que no regresaremos a un desempleo normal antes de mediados de la década. Así pues, estamos hablando de un prolongado período de debilidad de la economía. Si Europa, y probablemente los EEUU, se embarcan en las medidas de austeridad a que les está empujando la comunidad financiera, la probabilidad es todavía mayor.
¿Sobrevivirán el euro y la Unión Monetaria Europea?
Lo que ha ocurrido estos meses pasados ha sido decepcionante. Alemania era renuente a prestar asistencia, y cuando se resolvió a ello, el único marco fiscal que se les ocurrió fue, no fue el de un fondo de solidaridad, sino de austeridad. Los problemas de Grecia rebasan con mucho sus fronteras, porque su exportaciones más importantes –como el turismo— han disminuido a causa del declive global. Tenía un problema estructural, pero el grueso del déficit no lo han causado sus problemas estructurales, sino el declive global. Y se está buscando corregir los problemas estructurales, sin hacer nada sobre su circunstancia.
Lo positivo es que, al final, Alemania y los otros países terminaron por prestar asistencia a Grecia. Los beneficios que Alemania y otros países sacan del euro son lo suficientemente grandes, el compromiso político es lo suficientemente grande, y yo creo que el euro sobrevivirá. Pero será a través de un proceso confuso y enredado, lo que significa mucha volatilidad financiera global. No necesita la unión fiscal para sobrevivir, pero precisa del algún tipo de asistencia y de programas más institucionalizados que los actuales. Hay riesgo de que no sobreviva, y éste es el precio que se exige a los países. España es un buen ejemplo, porque antes de la crisis tenía superávit. Así que nadie puede acusarla de libertinaje fiscal.
Ha dicho usted que hay un riesgo de otras crisis financieras en cinco o diez años. ¿Dónde y por qué?
El problema es evidentemente muy serio en los países desarrollados. En los EEUU podría haber una crisis de confianza en el dólar: ya la tuvimos antes, en los 70.
Pero también podría venir de los mercados emergentes, porque lo que ha estado ocurriendo es que, para reanimar la economía norteamericana, hemos inundado al mundo con liquidez, pero eso no se ha traducido en crédito en los EEUU. Una vez más, eso está determinado por una ideología de libre mercado que sobre poco más o menos reza así: dad dinero a los bancos, y nos os preocupéis por lo que hagan con él.
Pero en el mundo de la globalización lo que los bancos se preguntan es cuál es el mejor lugar para invertirlo. Y han llegado a la conclusión de que el mejor lugar no son los EEUU. La Reserva federal está creando liquidez que va a parar a otros mercados, y la Fed dice que ese es su problema, no el nuestro.
Usted ha alabado al Banco Central de la India y sus resistencias a la liberalización. ¿Constituye un modelo para otros países?
Nuestra estructura regulatoria estaba muy dañada. Gentes como (Henry) Paulson, que ayudaron a crear el problema, le decían a la India que tenía que seguir la vía norteamericana. Yo estoy contento de que ustedes no siguieran el consejo de Paulson.
Lo que trato de decir es que, aun el caso de que ustedes estuvieran plenamente desarrollados, no deberían seguir la vía de Paulson. Pero los países que no están plenamente desarrollados podrían desear tener más regulaciones, o regulaciones diferentes, o podrían tener la capacidad para desarrollar una mayor regulación. No es sólo que los mercados financieros sean más complicados y difíciles y que tengas entonces que tener una estructura regulatoria que cambie con las etapas del desarrollo.
En el próximo año y medio, habrá que actualizar una muchedumbre de tipos de intereses hipotecarios. ¿Espera usted otra ola de impagos y de desórdenes en los mercados?
No teman, sabemos que va a pasar. Sabemos que habrá más quiebras hipotecarias. Esperamos que en 2010 haya más que en 2009. Las cosas van a peor. Esa es una de las razones de que yo no sea optimista respecto de la pretendida recuperación. La administración no ha hecho prácticamente nada en materia de ejecuciones hipotecarias y desahucios. Y hay dos problemas. Uno es el de la actualización revisada de las tasas de interés, y, huelga decirlo, las cosas empeorarán cuando los tipos de interés empiecen a volver a ser normales. El otro problema es que más de un cuarto de las hipotecas están en quiebra técnica a causa de que los precios inmobiliarios se han desplomado más de un 30%. Lo que cuenta aquí es que el gobierno de los EEUU ha asumido el papel de mayor tenedor de hipotecas. Podría, pues, ocurrir que el problema terminara por ser menos un problema para el sector privado que para el sector público, pero tampoco lo sabemos muy bien, porque eso forma parte de la obscuridad con que se llevó a cabo el rescate.
A comienzos del año nuevo chino, China subió los tipos de interés. Hay miedo a un estallido en China, muchas de las empresas conjuntas en infraestructuras no tienen beneficios suficientes. ¿No es preocupante?
Hay dos cosas en China diferentes de lo que ocurren en otros países. La primera es que está sentada sobre unas reservas rayanas en los 2,4 billones de dólares; eso ofrece un pequeño almohadón para enfrentarse al problema de las malas deudas. La segunda es que cuando eres una enorme economía que está creciendo al 10% anual la preocupación por lo que constituya un exceso de capacidad cambia espectacularmente. Lo que está ante tu vista, desaparece antes de que te percates. Es verdad que han adoptado para su economía un modelo del lado de la oferta, y funcionó sobre todo a causa del éxito del crecimiento orientado a la exportación. Pudieron incrementar la oferta y hay una demanda global que nunca dejó de contar. Ese modelo funciona ahora fuera de tiempo. Ellos lo saben y están en vías de reestructurar la economía, y yo creo que lo conseguirán. Pero ése es el mayor desafío.
Y dado el declive en Europa y en EEUU, las economías orientadas a la exportación se enfrentarán a un problema.
El modelo orientado a la exportación se enfrentará a verdaderas dificultades. India y China cuentan con una enorme ventaja, puesto que disponen de un gran mercado interior sin abastecer, y ahora empiezan a hacerlo. Por eso soy optimista con la India y con la China. Particularmente con China, cuyo crecimiento económico es ahora muy intensivo en recursos. La urbanización, la base del acero, el consumo alimentario: habrá una gran demanda de mercancías, lo que beneficiará a otros países en vías de desarrollo. Su crecimiento ayudará a Latinoamérica y a algunos de los otros mercados emergentes. Pero no bastará para salvar a Europa y a los EEUU. En realidad, lo que hará plantearles un problema, porque los precios de las materias primas subirán.
En su libro Los felices 90: la semilla de la destrucción (2003), usted esperaba que la futura administración de los EEUU se enfrentaría a los problemas, a fin de mejorar a los propios EEUU y al mundo. ¿Hay posibilidades, todavía?
Los EEUU están tan absorbidos por la crisis y por la política interna… Fue Gordon Brown quien tomó la iniciativa del G20. Fueron Brown y Sarkozy quienes dijeron que necesitamos un marco regulatorio global. Nosotros no querremos ni oír hablar de una moneda global de reserva mientras tengamos que tomar prestado un billón de dólares cada año, no querremos echar a perder este chollo mientras haya gentes dispuestas a comprar nuestros títulos de deuda pública.
Hombres como usted y Paul Krugman suministran a los políticos munición intelectual para intervenir en el mercado. ¿Se siente usted moralmente obligado por el hecho de que las cosas no estén yendo precisamente bien?
Buena parte de nuestro discurso está orientado a lo que yo llamo una intervención robusta. Quiero con esto significar intervenciones lo bastante sencillas como para que no tengas que preocuparte mucho de su ajuste fino, aun si eres un mal presidente de los EEUU. Acabamos de ver que el gobierno puede ser muy disfuncional. Paul insiste mucho más en el asunto de la intervención robusta que funciona aun en el caso de desjarretamiento institucional. Pero, obviamente, eso arraiga en una visión dinámica de la regulación y de la fiscalidad. Cualquier sistema estará sometido a cambios constantes, de modo que se cometerán errores. Pero entonces tenemos que decir que estamos preparados para corregir los errores cuando se hacen evidentes.
Joseph Stiglitz fue Premio Nobel de Economía en 2001

Fuente: Economic Times, 26 mayo 2010

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30May/100

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Informe del Foro de Economía por Javier Lewkowicz.

Convocado por Carta Abierta, el viceministro de Economía, Roberto Feletti, participó con Héctor Valle, Fernando Porta y Alfredo Zaiat de un intenso debate en torno de lo hecho y lo que no se hizo frente a la crisis.
Los panelistas y sus argumentos. El debate fue seguido por más de cuatrocientas personas.
Para Roberto Feletti, viceministro de Economía, las medidas de ajuste fiscal que están llevando adelante los gobiernos europeos, junto a otras políticas promocionadas por los organismos de crédito multilateral, constituyen poleas de transmisión que permiten trasladar la crisis internacional desde los países avanzados hacia los subdesarrollados. El análisis del funcionario tuvo lugar en un encuentro del espacio Carta Abierta, en el cual también participaron como panelistas Fernando Porta, presidente del centro de estudios del grupo Redes; Héctor Valle, presidente de la Fide, y Alfredo Zaiat, jefe de la sección Economía de Página/12. En un debate intenso frente a unas cuatrocientas personas, se analizaron temas como la crisis internacional, las políticas macroeconómicas que el Gobierno tomó para enfrentarla, el canje de deuda, próximos desafíos de política económica y la integración regional, en donde el funcionario destacó la creación del Banco de la Unasur.
Participante de habituales foros internacionales con funcionarios de Hacienda de todo el mundo y técnicos de los organismos de crédito internacional, Roberto Feletti ofreció su visión de la coyuntura. “Los organismos multilaterales plantean la necesidad del ajuste fiscal para salvaguardar el volumen de activos financieros. Se considera la bandera del ajuste como un planteo superador en esta etapa de la crisis”, manifestó. Junto con las medidas de ajuste, el funcionario ve que en los últimos encuentros internacionales existe una renovada presión para impulsar la liberalización comercial a partir de la eliminación de las barreras paraarancelarias. El mandato de la liberalización financiera –otra bandera neoliberal– se materializa, opina, en intensos flujos de capitales desde los países industrializados hacia el tercer mundo, que provocan apreciación cambiaria, como en el caso de Brasil. “La retracción de la demanda –de los países centrales– vía ajuste fiscal, liberalización del comercio y apreciación cambiaria es un combo que pulveriza el superávit de la cuenta corriente de los países en desarrollo”, explicó. Para Héctor Valle, el salvataje a Grecia va a derivar en una crisis más aguda, que tendrá repercusión en los países mejor ubicados del bloque, como Inglaterra, Alemania, Francia y Holanda. “La situación es similar a la de Argentina en los ’90, esto debe servir para valorar la política económica actual. Se salió de la crisis con daños menores, y esto fue posible por el gasto público y otras políticas muy inteligentes”, añadió. Destacó el Repro que lleva adelante el Ministerio de Trabajo, la Asignación Universal por Hijo, la estatización del sistema previsional y la utilización de reservas.
“Es una crisis internacional fenomenal, ignorada por los sectores conservadores. Y la ignoran porque es la exteriorización más contundente del fracaso de las políticas que buscan imponer en la Argentina”, sostuvo Zaiat. El Gobierno, según indicó, se mantiene con una postura ambigua. Por un lado, interviene fuerte para evitar la caída en el nivel de actividad y empleo, pero por otro lado “el canje de deuda es la prueba de que también se ignoró la profundidad del desplome global”.
Feletti forma parte del grupo de trabajo desde el cual se espera crear el Consejo Sudamericano de Economía y Finanzas de la Unasur. El ambicioso plan que se proponen los funcionarios latinoamericanos es avanzar sobre la integración regional en materia de pagos y crédito. Para ello están avanzando sobre un sistema de pagos en moneda local, que permite desdolarizar la región. A la vez, buscan crear un fondo de estabilización macroeconómica regional, para evitar ataques especulativos contra las monedas. Ante las limitaciones que tiene la implementación de políticas de desarrollo basadas en la financiación vía organismos de crédito multilateral, Feletti indicó que están trabajando en la creación del Banco de la Unasur. Indicó que avanzar en estas cuestiones “requiere de mucha homogeneidad política, que hoy no está visible”.
“Hay que pensar la integración financiera de la mano de la productiva”, acotó Fernando Porta. Propone utilizar la plataforma del Mercosur en términos de integración y complementación para incentivar la “densificación industrial y darle mayor calidad al aparato productivo”. Advirtió que en el bloque regional “han predominado los vicios de partida, porque fue concebido como un proceso de liberalización comercial”. “Ahora hay un cambio de fase, aparece la cuestión de las asimetrías y el poner a la integración productiva como un acto que debe ser promovido, sin esperar que el mercado lo genere de forma espontánea”, manifestó.
Valle advirtió que “hemos heredado de los ’90 una enorme monopolización en las cadenas de valor. Se está agotando la capacidad instalada, y hay una demanda en ascenso vía gasto público, distribución del ingreso. Es inevitable que haya presiones inflacionarias”.
Zaiat puso el foco en “la debilidad de la intervención pública en el control de los precios”. “En todos los países hay oligopolios y multinacionales, pero no en todos aumentan los precios, y no en todos perciben tal nivel de renta extraordinaria como lo hacen hoy en la Argentina”, manifestó. Por eso reclamó que “el Estado cuente con mejores herramientas de negociación con los oligopolios, para lo cual hay que reconstruir un estado profesional, activo”. Los subsidios, promociones o estímulos industriales, agregó, “deberían estar atados a mantener precios, nivel de abastecimiento, empleo y exportaciones”.
“El gobierno que nació en 2003 es un emergente de 2001. Surgió de una emergencia, y de esa experiencia tomó una forma de administrar adaptativa. Frente a las crisis y desafíos, el Gobierno en general mantuvo la postura más audaz, teniendo en cuenta la histórica relación de fuerzas en la Argentina”, explicó Zaiat. “La renegociación de la deuda en default, la ruptura con el FMI, la política de estatizaciones, el fin de las AFJP, la 125, asignación por hijo, la utilización de reservas; todas fueron estrategias adaptativas”, agregó.
Por ello, sugiere que el desafío es “lograr una mayor densidad de esas transformaciones para que no sean solamente medidas de emergencia, tomadas por una estrategia adaptativa, para que puedan institucionalizarse. Que el sendero sea más sólido, consolidado”, manifestó Zaiat. A su vez, criticó la intención oficial de “volver a los mercados” a través del nuevo canje de deuda. “El mercado financiero es un potente desestabilizador y la desconexión financiera forzosa desde 2003 ha sido extraordinaria”, subrayó.
Feletti defendió la política económica implementada para paliar la crisis. Indicó que hubo un fuerte shock fiscal y para complementar esta expansión fiscal, “el Gobierno lanzó el canje como un estímulo a la oferta vía crédito”. “Había que recrear la confianza, que los privados volvieran a tener pesos y dejarlos en el país. Por eso la idea de salir del default. No nos entusiasmaba la vuelta a los mercados, pero era una señal clara para impedir la dolarización y recrear el proceso de inversión”, explicó.
Luego de destacar la política de ingresos, incluyendo medidas como la asignación por hijo, aumento de jubilaciones o incremento del piso salarial y los subsidios a los servicios públicos, Feletti aseguró que “ahora se viene el estímulo a la inversión”. Provocativo, manifestó que “para el control de precios contamos con un excelente funcionario como Guillermo Moreno”. La platea respondió con aplausos y ovación.

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26May/100

Hacia el tercer centenario

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Aldo Ferrer
Desde los pasos iniciales, la construcción de la nueva Nación enfrentó problemas fundamentales. A saber, la ocupación efectiva del territorio, el régimen político institucional, la cohesión social, la estructura productiva y la inserción en el orden mundial. La formación del país en torno de estos ejes se realizó dentro de un escenario global, en permanente transformación, que penetró, por múltiples vías (migraciones, comercio, finanzas, inversiones, información, etcétera) el espacio nacional. En definitiva, la trayectoria de la Argentina resultó de una compleja red de relaciones entre el contexto internacional y las respuestas que nuestra propia realidad interna proporcionó a los desafíos y oportunidades del orden mundial.

En ese escenario, se forjaron las ideas hegemónicas que orientaron el comportamiento de los grupos dirigentes y la formación de la opinión pública. Así, el país fue desplegando su capacidad de gestionar el conocimiento, es decir, de incorporar los avances de la ciencia y la tecnología en su tejido económico, político y social. Esta es la esencia del de­sarrollo económico y se realiza en un proceso incesante de acumulación de capital, tecnología, saberes, capacidad de gestión, articulación de las esferas pública y privada, calidad de las instituciones y de las políticas públicas y comportamientos privados. El hecho de que no hayamos alcanzado aún un nivel de desarrollo a la altura del potencial de los recursos y conocimientos disponibles revela que las respuestas que hemos dado, en estos dos primeros siglos, a los desafíos fundacionales, han sido insuficientes. Esto se reflejó en la repetida interrupción de los procesos de acumulación, como sucedió, para citar un solo ejemplo, con los golpes de Estado y la consecuente frustración de la experiencia institucional y política.

Mirando hacia adelante y la trayectoria posible del tercer centenario, inaugurado el 26 de mayo de 2010, se advierte que los problemas fundamentales siguen siendo los mismos planteados en los tiempos inaugurales de la Patria. En su resolución, buena o mala, seguirán teniendo importancia decisiva los acontecimientos del sistema mundial y nuestra capacidad de decisión nacional para resolver aquellos desafíos fundacionales y desplegar el potencial disponible.

¿Cuáles son las tendencias, previsibles ahora, del sistema mundial, de la globalización, que encuadrará la trayectoria del país en su tercer centenario? Un hecho clave es que terminó el monopolio de los países avanzados del Atlántico Norte sobre el conocimiento científico y tecnológico y las actividades de frontera. China, la India y las naciones emergentes de Asia están constituyendo un nuevo centro dinámico en la economía mundial, que se consolidará en el transcurso del siglo XXI. Quedarán al margen y constituirán la “periferia” subordinada a los centros dinámicos las naciones que no logren consolidar su cohesión social y desplegar políticas nacionales para la gestión del conocimiento y su transformación productiva.

Éste es el desafío que enfrentan África, Oriente Medio,?las naciones de Asia distintas de las emergentes?y América latina. No es previsible que las disputas entre los protagonistas del poder mundial desencadenen guerras globales porque los centros dinámicos han construido una red de interdependencia. Esto los lleva a preservar el sistema global y disputar la hegemonía por otros medios, esencialmente, el predominio científico tecnológico y su influencia en la explotación de los recursos naturales y el acceso a los mercados. Las amenazas a la paz y la seguridad internacionales seguirán radicadas principalmente en el tráfico de drogas y armamentos y en conflictos localizados caracterizados por sus raíces religiosas y/o étnicas.

El gran interrogante del escenario global se refiere a la preservación del medio ambiente y a la profundidad y eficacia de la concertación de políticas para tales fines. No es todavía previsible un gobierno mundial capaz de enfrentar, solidaria y equitativamente, los problemas globales. El orden del siglo XXI probablemente seguirá siendo “internacional”, de articulación entre Estados nacionales, los cuales, en algunas regiones, darán lugar a la formación de bloques, cuyos limites para la aplicación de políticas comunitarias propias de un Estado federal (como son los Estados Unidos de América), aparecen demostrados por los problemas actuales de la Unión Europea.

Es en ese escenario mundial en el que los argentinos volveremos a demostrar ser, o no, capaces de culminar la tarea inconclusa de la construcción de la Nación. Todos los medios necesarios, humanos y materiales, están disponibles. Por una parte, una población sin fracturas religiosas y étnicas, todavía castigada por la desigualdad, pero que revela una cultura original y creativa y capacidad de gestionar el conocimiento. Por la otra, un territorio gigantesco, el octavo en el mundo por su dimensión, dotado de ricos y variados recursos naturales. En tales condiciones, los problemas a resolver son:

Ocupación del territorio. Es preciso construir el federalismo económico con el despliegue del desarrollo de?todas regiones en un sistema nacional integrado. La solidaridad y asociación de las tres jurisdicciones del Estado argentino (nación, provincias, municipios), en una estrategia de desarrollo inclusiva de todas sus regiones,?permitirá la ocupación efectiva del territorio. La última reivindicación territorial pendiente, la recuperación de Malvinas, se logrará a su tiempo, dentro del derecho internacional, a medida que el país consolide su desarrollo y fortalezca su presencia internacional.

Régimen político institucional. La sociedad argentina se transformará profundamente y los cambios en el reparto del poder, la riqueza y el ingreso, introducirán tensiones, las cuales, paras ser resueltas en paz reclaman el fortalecimiento permanente de las reglas del juego de la Constitución y la división de poderes del Estado republicano. Los avances logrados desde el retorno definitivo a la democracia en 1983 se irán consolidando con su ejercicio, pero es preciso mejorar las relaciones entre los actores políticos y sociales para sustituir?la crispación y la intolerancia por la?comprensión que, dadas las complejidades y conflictos de una sociedad pluralista, todos compartimos un destino común.

Cohesión social. El tejido social hereda las asimetrías de la formación histórica del país, desde los tiempos de la colonia. La situación fue profundamente agravada durante el período de la hegemonía neoliberal (1976-2001/2002), cuando aumentó dramáticamente la pobreza, la fractura del mercado de trabajo, el desempleo y la desigualdad en la distribución del ingreso y de las oportunidades creadas por el sistema educativo. El de­sarrollo y el empleo de calidad son las bases fundacionales del bienestar y la equidad y su articulación con las políticas sociales (educación, salud, hábitat, atención de los sectores vulnerables, etcétera), el?fundamento de la inclusión social, que es esencial para la capacidad regestionar el conocimiento y, consecuentemente, para el desarrollo económico.

Estructura productiva. En el transcurso del tercer centenario deberá abandonarse definitivamente la idea de que la prosperidad de la economía argentina puede fundarse?exclusivamente en la explotación de sus recursos naturales. El desafío es construir una economía integrada, diversificada y compleja, apoyada en tres ejes: las cadenas de valor de alto contenido tecnológico de su producción primaria, una gran base industrial que incorpore las actividades de frontera científico-tecnológica y el despliegue en todo el territorio. Este es el único sistema compatible con el pleno empleo de los recursos disponibles, el empleo de calidad, el bienestar y la inclusión social.

Inserción internacional. Deberá abandonarse también el supuesto neoliberal de que el país es un segmento del mercado global, cuya economía debe organizarse conforme a las señales de los centros de poder mundial. Esta visión es incompatible con el desarrollo económico que, siempre y en todos los casos, es, en primer lugar, la construcción en un espacio nacional. El proyecto de desarrollo dependiente de un centro dominante fracasó en tiempos de la hegemonía de Gran Bretaña y?luego en los de los Estados Unidos, como fracasaría ahora si buscáramos la referencia en China o Brasil. La capacidad de gestionar el conocimiento demanda la existencia de una estructura productiva, compleja, integrada y abierta, vinculada a la división del trabajo y el orden global a través del intercambio simétrico de los bienes y servicios portadores del avance tecnológico. La especialización limitada a?la producción primaria es la vía más segura al subdesarrollo y la subordinación.

Para resolver estos desafíos, que seguiremos enfrentando en el tercer centenario, es indispensable liberarnos de las ideas hegemónicas de los centros de poder mundial, es decir, de lo que Arturo Jauretche denominaba la “colonización cultural” y Raúl Prebisch el?“pensamiento céntrico”. Es preciso consolidar una visión propia, nacional, de nuestra realidad y nuestros problemas, para vincularnos con el orden mundial conservando el comando de nuestro propio destino. Esto es condición necesaria para formular y ejecutar una política económica que permita mantener el orden de la macroeconomía, la solvencia fiscal, la competitividad, la estabilidad razonable de los precios, indispensables para poner en marcha un proceso incesante de acumulación.

Es necesaria también para resolver los problemas más ríspidos que vinculan la distribución del ingreso con la estructura productiva, como los tipos de cambio diferenciales, el régimen impositivo y la política de crédito. Es indispensable, asimismo, para comprender que los recursos financieros, el ahorro y el crédito, están, en lo fundamental, dentro de las fronteras nacionales y abandonar la hipótesis neoliberal que,?sin crédito ni inversión extranjera, el desarrollo es imposible. Tanto el crédito como la inversión extranjera sólo son útiles cuando complementan y no sustituyen el ahorro interno, la iniciativa empresaria nacional y la acción promotora de las políticas públicas.

La empresa de consumar la construcción de la Nación argentina, iniciada con los acontecimientos de mayo de 1810, es posible si consolidamos la densidad nacional, vale decir, la cohesión social, los liderazgos nacionales, la democracia y el pensamiento propio que constituyen, precisamente, la agenda del tercer centenario.

* Director editorial de Buenos Aires Económico

26May/101

Declaración del Bicentenario

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Conmemoramos el Bicentenario de la Argentina sin evocar un pasado mítico pero sabiendo que en los pliegues de su historia persisten memorias de un país para todos, muchas veces extraviado en su propio laberinto y otras arrojado a los poderes de la injusticia. De un país que supo de apasionadas escrituras libertarias y que guarda en sus fibras los nombres propios de los hombres y las mujeres que buscaron construir, individual y colectivamente, los trazos de otra patria. La que buscamos en los signos de esta época que ofrece la posibilidad cierta y urgente de encontrarnos con lo mejor de las tradiciones ancladas en los ideales de igualdad, libertad, justicia y soberanía. Ése es el mayo que nos urge desde hace 200 años.
De la Argentina de las luchas emancipatorias quedan los rastros de los esfuerzos políticos, de los trastrocamientos sociales, de la ruptura del orden colonial, pero también la memoria de lo irresuelto, de las promesas no realizadas, de lo popular sin redención. Es en los hilos de lo pendiente, en la memoria de las voluntades, que pronunciamos el nombre de Argentina, en este Bicentenario.
No lo hacemos en la Argentina del Centenario, ese espejo virtual que los poderes actuales instalan en el lugar de Paraíso Perdido. En aquella Argentina un futuro que se imaginaba dorado, sobre la base de los ganados y las mieses, se proyectaba bajo la égida de un Estado excluyente, con las mayorías silenciadas políticamente y con un mundo popular asolado por la desdicha. El Centenario fue oropeles y visitantes extranjeros, tanto como estado de sitio y lucha callejera. República para pocos y Ley de Residencia. Un modelo de país agroexportador incapaz de proyectarse con autonomía del Imperio Británico y de mirarse en otro espejo que no fuera el de un orden internacional injusto. Jóvenes de clase alta incendiaron un circo plebeyo para que no alterase un paseo tradicional. Esas fogatas prepararon la Semana Trágica y los fusilamientos de la Patagonia, expresiones del odio oligárquico que se descargaría cada vez que el pueblo defendía sus derechos.
No aceptamos volver a la Argentina de 1910. No podemos identificarnos con un país de la desigualdad, el prejuicio y la exclusión. Ni con un país diseñado desde la lógica de los intereses corporativos, que ha venido rapiñando lo público y tratando de disolver lo mejor de las creaciones colectivas, que dieron forma a sistemas de educación y salud equitativos. No es nuestra tradición la que confunde “nación” con “raza” u origen geográfico ni la que reivindicó como causa nacional la aniquilación de pueblos originarios y de sus hombres y mujeres, la servidumbre y el despojo material y cultural, ni estamos dispuestos a tolerar sus abiertas o embozadas formas de persistencia. No queremos que se silencien las voces que desde el fondo de nuestra travesía como nación se expresaron para avanzar hacia una sociedad más igualitaria, ni convertirnos en espectadores que contemplan cómo unos pocos se complacen en sus riquezas mientras los que producen los bienes sociales son reprimidos, acallados o expulsados.
No queremos regresar a los fastos de ese Centenario que sigue persiguiendo como una sombra espectral los sueños de emancipación, como lo hizo en el 30, en el 55, en el 66 y en el 76. Nuestro Bicentenario busca reencontrarse con los trazos que fueron dibujando los sueños de libertad e igualdad del primer Mayo y que debieron sortear incontables dificultades y las peores pesadillas. Somos ese país de sueños y de pesadillas. Se trata de recrear, con nuestra fuerza imaginativa y con inventivas populares, la fuerza emancipatoria del inicio, y las de las múltiples formas de resistencia que en nuestro suelo fueron ejercidas desde la Conquista y la Colonización, sabiéndonos parte de un destino común, entrelazado con el de los pueblos de toda América Latina, sin los cuales no puede pensarse un presente ni un futuro.
El Bicentenario es, fundamentalmente, una conmemoración de esas luchas emancipatorias que en sus mejores momentos tenían menos un destino local que una idea de lo americano. Que tiene su punto de inicio en la revolución de los esclavos haitianos y se consolida recién en 1824. Cuando hoy América Latina traza acuerdos y composiciones, cuando construye Unasur y afianza los compromisos políticos y económicos, cuando procura un destino común, vuelve a proyectarse sobre el fondo de la unidad anunciada en los primeros gritos libertarios, y la Argentina a reencontrarse con el destino que soñó al nacer.
Esta Argentina tiene en su corazón profundo una vida popular que ha sido gravemente dañada y que es, así y todo, potente y creativa. El antiguo pueblo del himno ha sido rehecho por dictaduras atroces, persecuciones violentas, modificaciones profundas de la economía y el Estado, tecnologías y lenguajes comunicacionales capaces de generar las condiciones para que un sentido común amasado entre la dictadura y los años noventa, corroa las fuerzas de nuestra vida social y cultural e inhiba el diálogo activo con el pasado.
Ha sido reconfigurado y avasallado el pueblo. Y sin embargo, ha sido y es el sustrato de las resistencias, la potencia creadora de nuevas formas de vida, de lenguajes, de símbolos, de modos de encuentro, el horizonte de una real autonomía simbólica y política de la nación. Ese pueblo tiene múltiples y heterogéneos rostros políticos, se despliega en organizaciones diversas y en experiencias no siempre concordantes. Los que aquí manifestamos lo hacemos como parte de ese pueblo, como parte de las organizaciones en las que se nuclea y se recrea.
Son los rostros de los trabajadores asalariados y sindicalizados, herederos de los que un 17 de octubre del 45 le dieron forma a sus exigencias de justicia y dignidad en una novedosa articulación política y que en mayo de 1969 hicieron temblar la ciudad de Córdoba. Son también los rostros sufridos de los desocupados que intentan recuperar una trama social devastada por el neoliberalismo y que en los noventa fueron el alma y el cuerpo de las resistencias, esa parte de los incontables que hoy marchan en pos de la equidad y el reconocimiento. Son los rostros de los activistas sociales y de los creadores culturales. Son los rostros de las militancias por los derechos humanos y de los pacientes articuladores de los barrios. Son los rostros de los estudiantes que supieron arrojarse a las luchas populares. Son los rostros de los empresarios comprometidos con ideales de autonomía nacional y los de los profesores y maestros que trajinan diariamente por la educación pública. Son los rostros de los migrantes latinoamericanos que han elegido estas tierras para construir sus propios sueños y de quienes dan testimonio de la expoliación a los pueblos originarios y de la defensa de sus derechos. Y recuerdan que sólo una América Latina de nuevas solidaridades podría alojar esas diferencias sin diluirlas en el relativismo cultural ni trasvasarlas a persistentes racismos. Son los rostros de la desdicha, del temor ante el peligro, de la alegría por la reunión y la voluntad colectiva.
La conmemoración del Bicentenario no puede desligarse de la consideración de ese pueblo que encuentra en estos días una remozada capacidad de movilización callejera y reconocimiento público. El futuro de la Argentina depende de la atenta vigilia popular, una vigilia hecha de alerta y compromiso, de reacción frente al peligro y de entusiasmos compartidos. Mucho se ha hecho en estos años del siglo XXI para restañar la vida popular dañada. Todos deben saber -todas las dirigencias políticas y sociales- que ningún retroceso es aceptable. Que este pueblo tiene compromisos profundos con las transformaciones realizadas y las faltantes y que encontrará en la memoria de sus luchas pasadas y en las necesidades del presente, la fuerza para resistir cualquier intento de restauración conservadora. No hay vuelta atrás que pueda resultarnos tolerable. No hay interrupción que consideremos viable. La Argentina actual, capaz de enjuiciar los crímenes del pasado y generar políticas de reparación para las desigualdades contemporáneas, no puede ser suprimida por los agentes de la reacción.
Deben ser conjuradas las maniobras de quienes conspiran en las sombras y agitan desde los espacios mediáticos. Pero también resguardar al país de la corrosión de sus lenguajes y de una sensibilidad social, cultural y política menguada en sus capacidades críticas y creativas, como de los condicionamientos en los modos de vida y de pensamiento impuestos por las culturas imperiales. Sabemos que no se sale indemne de las heridas infringidas por los poderes de la dominación y que las diversas formas de la injusticia, la humillación y la fragmentación marcaron a fuego el tejido social. Pero también percibimos que algo poderoso vuelve a manifestarse en la patria de todos. En la particular situación de América Latina en estos inicios del siglo XXI, este pueblo, hecho de memoria y de presente, escrito su cuerpo por las mil escrituras de la resistencia, las derrotas y los sueños, tiene la potencia de realizar ese llamado ante los peligros y la afirmación de su resistencia ante toda forma de la devastación.
El estado de este pueblo es, hoy, la vigilia: apuesta a la defensa de las reparaciones alcanzadas y a la perseverante insistencia en lo pendiente. Si es capaz de mirar al pasado de la nación e inspirarse en la épica americanista de los revolucionarios de mayo, lo hará porque su realización está en las señales del presente y en la apuesta al futuro. Tiene ante sí el desafío de dar lugar a lo nuevo que surge y de contribuir a que se extiendan y fortalezcan los modos en que los argentinos deciden vivir su libertad para afianzar la de todos. Estamos convocando a un acto de emancipación, capaz no sólo de enfrentar las trabas que interponen, ayer como hoy, los intereses poderosos, sino de proponer nuevas soluciones imaginativas y nuevos objetivos que estén a la altura de una sociedad enfrentada al desafío acuciante de ser más equitativa. Y a través del ejercicio de la libertad, de la participación y de la movilización, a llevar a cabo las grandes tareas pendientes, particularmente las que conducen a enfrentar las desigualdades sociales que persisten como una llaga que no se cierra –tareas cuyas señales han sido dadas en estos últimos tiempos-. Un mayo de la equidad y de la igualdad, un mayo en el que la riqueza sea mejor distribuida entre todos los habitantes de esta tierra.
Por todo esto convocamos, con el entusiasmo y la pasión que emanan de nuestra historia compartida, a emprender las transformaciones estructurales y culturales que se necesitan para contrarrestar el saldo de décadas de deterioro y desguace, y avanzar hacia nuevos modos de relación entre los ciudadanos, la política y el Estado. Somos esos sueños y esas múltiples y diversas experiencias sin las cuales no podríamos imaginar un futuro. Conmemorar el Bicentenario implica tomar nota de lo nuevo y convocar lo existente hacia una profundización de la democracia. Los hombres de Mayo tuvieron ante sí la tarea de construir una nación despojada de la herencia colonial. Lo hicieron en parte y la situación de América Latina exige la continuidad de ese esfuerzo. Como para ellos antes, para nosotros hoy no hay retroceso tolerable y sí un enorme desafío histórico: la construcción de una sociedad emancipada y justa.

Carta Abierta

19May/100

La vieja Europa y la nueva América Latina

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Desde España

Mientras tanto

Pascual Serrano

Rebelión

 Mientras creíamos que aquellos eran gobiernos populistas que sólo buscaban ganar votos, les subían el salario mínimo a los ciudadanos (el mes de febrero se aprobó en Nicaragua una subida salarial del 12 % para 2010) y aquí en Europa se lo congelaron a los pensionistas y se lo bajaron a los funcionarios.

Mientras acusábamos a aquellas economías de pobres y subdesarrolladas, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) anuncia que los países de Unasur crecerán un 5 % y aquí rezamos para que la cifra no sea negativa.

Mientras acusábamos a sus democracias de ser repúblicas bananeras mal salidas de dictaduras, están encarcelando y juzgando a sus militares golpistas (este mes de mayo Argentina procesó y dictó prisión preventiva contra el dictador Jorge Rafael Videla) aquí a quien sentamos en el banquillo es al juez que osa investigar al franquismo.

Mientras nuestra xenofobia y soberbia nos impide aceptar que todos los hombres y mujeres son iguales y encerramos a los inmigrantes, allí consideran iguales a todos los humanos, nacionales o emigrados, (véase la nueva ley de Emigración en Argentina consagra la igualdad a los emigrantes).

Mientras acusábamos a Fidel Castro de enriquecerse (revista Forbes), nuestros banqueros, como el consejero delegado del BBVA, Alfredo Sáenz, se jubila con 85'7 millones de euros y su sueldo era de diez millones al año.

Mientras acusamos de caudillos y dictadores a aquéllos, en Venezuela dos millones y medio de militantes del partido de Chávez eligieron a sus candidatos al Parlamento, y aquí los eligen a dedo las cúpulas de los partidos.

Mientras ellos han curado gratuitamente de la ceguera a un millón y medio de pobres a través de la Misión Milagro, nosotros recortamos el presupuesto de cooperación.

Mientras nos hundimos en nuestra soberbia ellos crecen en su dignidad.

Www.pascualserrano.net

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

18May/101

Sepa lo que es el capitalismo

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Atilio Boron*,

 El capitalismo tiene legiones de apologistas. Muchos lo hacen de buena fe, producto de su ignorancia y por el hecho de que, como decía Marx, el sistema es opaco y su naturaleza explotadora y predatoria no es evidente ante los ojos de mujeres y hombres. Otros lo defienden porque son sus grandes beneficiarios y amasan enormes fortunas gracias a sus injusticias e iniquidades. Hay además otros ("gurúes" financieros, "opinólogos", "periodistas especializados", académicos "bien-pensantes" y los diversos exponentes del "pensamiento único") que conocen perfectamente bien los costos sociales que en términos de degradación humana y medioambiental impone el sistema. Pero están muy bien pagados para engañar a la gente y prosiguen incansablemente con su labor....

Para contrarrestar la proliferación de versiones idílicas acerca del capitalismo y de su capacidad para promover el bienestar general examinemos algunos datos obtenidos de documentos oficiales del sistema de Naciones Unidas. Esto es sumamente didáctico cuando se escucha, máxime en el contexto de la crisis actual, que la solución a los problemas del capitalismo se logra con más capitalismo; o que el G-20, el FMI, la Organización Mundial del Comercio y el Banco Mundial, arrepentidos de sus errores pasados, van a poder resolver los problemas que agobian a la humanidad. Todas estas instituciones son incorregibles e irreformables, y cualquier esperanza de cambio no es nada más que una ilusión. Siguen proponiendo lo mismo, sólo que con un discurso diferente y una estrategia de "relaciones públicas" diseñada para ocultar sus verdaderas intenciones. Quien tenga dudas mire lo que están proponiendo para "solucionar" la crisis en Grecia: ¡las mismas recetas que aplicaron y siguen aplicando en América Latina y África desde los años ochenta!

A continuación, algunos datos (con sus respectivas fuentes) recientemente sistematizados por CROP, el Programa Internacional de Estudios Comparativos sobre la Pobreza radicado en la Universidad de Bergen, Noruega. CROP está haciendo un gran esfuerzo para, desde una perspectiva crítica, combatir el discurso oficial sobre la pobreza, elaborado desde hace más de treinta años por el Banco Mundial y reproducido incansablemente por los grandes medios de comunicación, autoridades gubernamentales, académicos y "expertos" varios.

Población mundial: 6.800 millones, de los cuales

  • 1.020 millones son desnutridos crónicos (FAO, 2009)
  • 2.000 millones no tienen acceso a medicamentos (www.fic.nih.gov)
  • 884 millones no tienen acceso a agua potable (OMS/UNICEF 2008)
  • 924 millones “sin techo” o en viviendas precarias (UN Habitat 2003)
  • 1.600 millones no tienen electricidad (UN Habitat, “Urban Energy”)
  • 2.500 millones sin sistemas de dreanajes o cloacas (OMS/UNICEF 2008)
  • 774 millones de adultos son analfabetos (www.uis.unesco.org)
  • 18 millones de muertes por año debido a la pobreza, la mayoría de niños menores de 5 años. (OMS)
  • 218 millones de niños, entre 5 y 17 años, trabajan a menudo en condiciones de esclavitud y en tareas peligrosas o humillantes como soldados, prostitutas, sirvientes, en la agricultura, la construcción o en la industria textil (OIT: La eliminación del trabajo infantil: un objetivo a nuestro alcance, 2006)
  • Entre 1988 y 2002, el 25% más pobre de la población mundial redujo su participación en el ingreso mundial desde el 1,16% al 0,92%, mientras que el opulento 10% más rico acrecentó sus fortunas pasando de disponer del 64,7 al 71,1% de la riqueza mundial . El enriquecimiento de unos pocos tiene como su reverso el empobrecimiento de muchos.
  • Sólo ese 6,4 % de aumento de la riqueza de los más ricos sería suficiente para duplicar los ingresos del 70% de la población mundial, salvando innumerables vidas y reduciendo las penurias y sufrimientos de los más pobres. Entiéndase bien: tal cosa se lograría si tan sólo se pudiera redistribuir el enriquecimiento adicional producido entre 1988 y 2002 del 10% más rico de la población mundial, dejando intactas sus exorbitantes fortunas. Pero ni siquiera algo tan elemental como esto es aceptable para las clases dominantes del capitalismo mundial.

Conclusión: si no se combate la pobreza (¡ni se hable de erradicarla bajo el capitalismo!) es porque el sistema obedece a una lógica implacable centrada en la obtención del lucro, lo que concentra la riqueza y aumenta incesantemente la pobreza y la desigualdad económico-social.

Después de cinco siglos de existencia esto es lo que el capitalismo tiene para ofrecer. ¿Qué esperamos para cambiar al sistema? Si la humanidad tiene futuro, será claramente socialista. Con el capitalismo, en cambio, no habrá futuro para nadie. Ni para los ricos ni para los pobres. La sentencia de Friedrich Engels, y también de Rosa Luxemburgo: "socialismo o barbarie", es hoy más actual y vigente que nunca. Ninguna sociedad sobrevive cuando su impulso vital reside en la búsqueda incesante del lucro, y su motor es la ganancia. Más temprano que tarde provoca la desintegración de la vida social, la destrucción del medio ambiente, la decadencia política y una crisis moral. Todavía estamos a tiempo, pero ya no queda demasiado.

*Académico profesor de la UBA