Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

9Jun/100

Las falacias de Davos

Mario Rapoport
Por si no bastara la crisis, otro viejo fantasma recorre el mundo: el fantasma del proteccionismo. Al igual que las desacreditadas agencias calificadoras, que no sólo erraron en sus pronósticos sino también estuvieron en colusión con países, empresas y bancos para dar informaciones interesadas o falsas, una fundación surgida del Foro Mundial de Davos, donde anualmente se reúne el poder económico y político mundial, proporciona en un informe reciente un ranking de naciones por su mayor o menor grado de apertura al comercio internacional: The Global Enabling Report 2010.

Siguiendo una serie de pautas que va desde las tarifas aduaneras al costo del terrorismo, pasando por la inseguridad física o los problemas del transporte, la idea es mostrar qué países son los más amigables tanto al desarrollo del comercio como al de la inversión externa. La Argentina está ubicada en uno de los últimos lugares (95 de 125 países) en ese ranking y varios diarios y revistas de negocios locales ponen el grito en el cielo sobre el proteccionismo de que hace gala el Gobierno nacional y que ha derivado en roces con otros países. Según uno de ellos, el documento “que también tiene en cuenta el clima de inversiones de empresarios, reveló que las regulaciones que afectan los derechos de propiedad, la competencia interna y la apertura a la participación extranjera aumentan la dificultad de hacer negocios en el país” (Fortuna, 27-5-2010).

En verdad, el ranking se contradice con la realidad mundial. Entre los diez que lo encabezan, señalados por sus virtudes aperturistas, cuatro de ellos fueron puestos en la picota por el G-20 como paraísos fiscales, responsables en parte de la crisis mundial que se abate sobre el mundo: Singapur, Hong Kong, Suiza y Luxemburgo. Allí no se afectan los derechos de propiedad ni existen grandes barreras (salvo los secretos bancarios). Capitales y comercio van a refugiarse en esos lugares, hasta ahora seguros y permisivos, al estilo de lo que se hacía antiguamente escondiendo tesoros en las islas del Caribe. Una permisividad que incluye diversas formas de evasión, ocultamiento o criminalidad.

Seguir el ranking nos produce otras sorpresas. Muy bien ubicados están algunos de los países más afectados por la actual crisis europea, como Irlanda que se halla en el 21 lugar, España en el 22, Portugal en el 36 y ¡Grecia!, cuyo Partenón podría correr peligro de ser embargado por los acreedores (el juez Griesa no dudaría), que supera ampliamente la performance argentina (lugar 55). Se supone que los inversores, ahora bien enterados de las condiciones "amigables" de esos lugares, irán corriendo a mercados tan apetecibles y que abundantes corrientes comerciales aliviarán sus crisis. Se salvarían así de recurrir a los severos planes de ajuste del Banco Central Europeo y el FMI, cuyos funcionarios, otrora adalides del libre comercio, parecieran no concordar con los criterios del informe. ¿O será que reconocen que el grado de apertura de sus economías los ha llevado al caos que padecen?

Pero no están solos en su desgracia, otros que también sufren fuertemente la crisis como Islandia (una economía poco accesible y de frágil geografía que está en el 11º lugar) o Hungría (39) sobrepasan ampliamente a nuestro país o a Brasil (87). Es claro que el ranking no olvida a las naciones ricas, donde la debacle comenzó, mucho mejor ubicadas que los más protegidos "emergentes", aquellos que siguieron creciendo a pesar de todo y sostienen con su comercio a la economía mundial. Así tenemos que Estados Unidos está en el puesto 19, Gran Bretaña en el 17, Francia en el 20 y Japón en el 25. China, por el contrario, se halla bien debajo por su trato menos amigable hacia el comercio mundial (puesto 48), aunque le vaya mucho mejor económicamente que a su principal deudor. La India (84), a la que no le va tampoco mal, está ubicada cerca de Brasil y la Argentina.

O el mundo funciona al revés o algo está fallando en estas estimaciones. Les va bien a los díscolos "proteccionistas", a los que debería irles mal, y no funciona el aperturismo de los que conforman las reglas de Davos. Es posible que la falla esté en una insuficiencia de conocimientos históricos, propia no sólo de quienes confeccionaron el informe sino también de los medios de información locales para quienes lo que viene de afuera es palabra sagrada.

En primer lugar, las economías subdesarrolladas o en desarrollo ya hicieron suyo en el pasado –la Argentina es un buen ejemplo de ello– el argumento de que la liberalización de sus economías las haría más eficientes y competitivas y el resultado se sufrió en carne propia: en 2001 tuvimos la crisis más formidable de nuestra historia.

En segundo término, no fue adoptando la libertad de comercio sino políticas proteccionistas la manera en que se desarrollaron países líderes en la economía mundial, como Estados Unidos. El presidente estadounidense Grant lo explicaba bien a fines del siglo XIX: “Durante siglos Inglaterra ha usado el proteccionismo, lo ha utilizado hasta sus extremos y le ha dado resultados satisfactorios. No hay duda de que a ese sistema debe su actual poderío. Después […] Inglaterra creyó conveniente adoptar el libre cambio, por considerar que ya el proteccionismo no le puede dar nada, Pues bien señores, el conocimiento de mi patria me hace creer que dentro de doscientos años, cuando Norteamérica haya obtenido del régimen proteccionista todo lo que éste puede darle, adoptará firmemente el libre cambio”.

Tercero, si vamos al nudo de la cuestión, y no a la multitud de indicadores que utiliza el informe, los países más proteccionistas de productos agrícolas no competitivos a nivel internacional, que ayudan a sus productores con cuantiosas subvenciones (barreras no arancelarias), son Estados Unidos y los que integran la Unión Europea (con su Política Agrícola Común). Ningún indicador, entre los que exhibe el informe de la fundación de Davos, tiene más importancia que estas políticas para países como el nuestro, como se ha demostrado en las sucesivas rondas de la OMC. Los otros se asemejan más a cortinas de humo para ocultar la verdadera situación.

Un ilustre historiador económico, el belga Paul Bairoch, demostró que las naciones que proclaman las virtudes del libre cambio son siempre las más pujantes y las más avanzadas económicamente, como fue el caso Gran Bretaña desde mediados del siglo XIX y de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial (Victoires et déboirs, París, 1997). Pero cuando la crisis de 1930 se les vino encima los británicos no vacilaron en volver al proteccionista sistema de preferencias imperiales. Ese fue el origen del "famoso" Pacto Roca-Runciman firmado presurosamente por la Argentina, cuya clase dirigente era de ideología liberal, con los entonces privilegiados amigos de ultramar. Un tratado que nos ponía, al menos por corto tiempo, bajo la protección de un imperio agonizante.

Como dice Keynes en su ensayo El fin del laissez faire (1926), el mundo no está “gobernado por la providencia de manera de hacer coincidir el interés general con el interés particular”, y así ocurre a nivel de individuos, organizaciones sociales o países. El comercio mundial no es un comercio entre iguales, por eso existe el proteccionismo, de uno y otro lado.

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