CAPITALISMO Y DESARROLLO SOCIAL
Nota publicada en la Revista "Caminopropio" - Buenos Aires- Setiembre 2010
Norberto Alayón (*)
(*) Trabajador Social. Profesor Titular de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Conviene recordar, taxativamente, que la existencia de la pobreza deviene y está en la propia naturaleza del sistema capitalista. La esencia del capitalismo se centra en la ganancia y en la acumulación, en desmedro de la distribución equitativa de la riqueza socialmente producida, es decir por todos.
El modelo de funcionamiento capitalista genera y construye, por su propia lógica, una permanente conflictiva social, de muy complejo abordaje. De todas maneras las propias sociedades capitalistas igualmente fueron desarrollando instituciones sociales de protección, que contuvieron parcialmente los conflictos a partir de garantizar ciertas seguridades a quienes vivían de su trabajo.
En las últimas décadas del siglo XX, el fundamentalismo neoliberal arrasó con muchas de esas protecciones y destruyó buena parte de los derechos sociales, dando lugar a un fuerte proceso de degradación social, que acarreó innumerables y graves secuelas que llevará muchos años poder mitigar y reparar.
Si la acumulación por parte de un sector social se basa en la apropiación diferenciada de la riqueza y en una distribución desigual, la construcción y cristalización de sectores ricos y pobres se transforma en algo “natural”, inherente a las propias características del modelo de funcionamiento social. De ello deriva la existencia de sociedades duales, con polos opuestos de altísima concentración de riqueza por un lado y de enorme concentración de exclusión y de pobreza por el otro.
Se verifica, en consecuencia, la existencia de una importante contradicción entre el capitalismo y la democracia. Con pobreza y exclusión, la democracia pierde inexorablemente legitimidad. Pero el carácter esencialmente antidemocrático del capitalismo se puede (y se debe) atenuar o neutralizar políticamente por la acción del Estado, mediante el derecho laboral y las políticas sociales.
Muchas de las críticas despiadadas a la presencia fuerte y extendida del accionar del Estado y que propagandizaban las eventuales bondades de un “Estado mínimo”, apuntaban -elíptica o abiertamente- hacia la transformación del Estado y su desmantelamiento como garante del bienestar general, tal como debe ser una de sus funciones básicas. Si está “ausente” o defecciona el Estado como equilibrador de los intereses de los distintos sectores, la cruel y voraz lógica del mercado se impondrá muy fácilmente, sin que nada, ni nadie pueda controlarla o atenuarla.
En rigor, los Estados nunca están “ausentes”. Por presencia o por “ausencia”, los Estados siempre están presentes. En el auge del neoliberalismo, nuestros Estados no se “achicaron”; lo que aconteció es que redefinieron sus objetivos y su presencia activa se direccionó abiertamente hacia la defensa de los intereses de los sectores de mayor concentración y poder económico. Era cierto aquello de que detrás de la propuesta de los Estados mínimos, estaba la ambición de que se transformaran en Estados máximos… del capital, vulnerando la noción de bienestar general y erosionando impúdicamente los principios de equidad y solidaridad. En idéntico sentido operaba aquella perversa promesa, impulsada exitosamente por la dictadura y luego por el menemismo, de que “achicar el Estado es agrandar la nación”.
Capital y trabajo son los factores esenciales en la generación de riqueza. Ambos debieran ser considerados y valorados como simétricos e igualables, en la perspectiva de la vigencia de relaciones humanas que dignifiquen la vida social y la existencia de sociedades verdaderamente democráticas en pos de un mundo sustentable para todos y todas.
Durante el gobierno peronista de 1946-1952 la distribución funcional del ingreso llegó a ser casi del 50 % para el capital y 50 % para los trabajadores. Después de la crisis del 2001 la participación de los trabajadores cayó a menos del 30 % y, en la actualidad, estará por el 35 %.
Los capitalistas (pequeños, medianos o grandes) no son personas “malas” en sí, que desean perjudicar a otras personas, por pura “maldad innata”. Lo que acontece es que al asumir la propia “racionalidad” del funcionamiento capitalista (el lucro, la ganancia), quedan irremediablemente encorsetadas en una lucha feroz con sus pares competidores (de una misma rama de actividades, por ejemplo), que los empuja -si quieren sobrevivir- a asumir las reglas y rigores de la competencia y la rivalidad. Sólo la intervención del Estado puede poner límites y otras regulaciones a los distintos intereses en juego.
El desarrollo económico no implica automáticamente desarrollo social. Para ello es necesario que el desarrollo económico vaya acompañado de vigorosas políticas de Estado, de carácter distributivo, que apunten a eliminar la pobreza y que tiendan hacia una mayor igualdad. Los impulsores de aquella falaz y encandiladora “teoría del derrame”, nos proponían su aceptación “a ciegas”, con el embuste del futuro goteo de riqueza que luego se produciría, aunque después se verificó un enorme derrame de pobreza.
Por cierto no es lo mismo la apropiación de riqueza por la vía de un salario significativo que perciban los trabajadores, que la distribución de la riqueza excedente por la vía de políticas de subsidios, políticas asistenciales, etc. Por supuesto, la variante preferida debiera ser la apropiación directa de riqueza por parte de los trabajadores, y si se tuviera que optar entre apropiación y distribución, la alternativa óptima sería la primera.
No obstante resulta estratégica la defensa, la reivindicación y el fortalecimiento de los derechos sociales y la existencia de amplias y crecientes medidas de inversión en lo social, ya que cumplen una función de redistribución de la riqueza y de contribución hacia una mayor igualdad en la sociedad. Toda medida que procure mejorar la distribución (primaria o secundaria) de la riqueza requiere ser apoyada firmemente. Por ejemplo, la moratoria previsional y la permanente actualización de las jubilaciones, como así también la asignación universal por hijo constituyen importantes políticas de distribución secundaria de la riqueza.
Hace ya muchos años que venimos sosteniendo que en nuestras injustas sociedades, todo lo que se le transfiere a los sectores sociales previamente empobrecidos y vulnerados, es siempre inferior a lo que les corresponde como seres humanos.
Enfatizamos que el empleo formal, los salarios dignos, las políticas sociales universales y las políticas asistenciales, nos conectan con una propuesta de sociedad que tienda hacia la integración y no hacia la exclusión; que tienda hacia la equidad y no hacia la injusticia social; que tienda hacia el fortalecimiento de una nación para todos y no hacia la dualización de sus habitantes, con derechos marcadamente diferenciados, según pertenezcan a uno u otro sector social.
En definitiva, la democracia política con sólidos y extendidos derechos sociales podrá limitar la intrínseca injusticia del sistema capitalista.
¿Te gustó este artículo?
Publicado por admin
Aún no hay trackbacks.
Páginas
- ¿QUIÉNES SOMOS?
- DOCUMENTO DE CARTA ABIERTA FRANCIA /1
- DOCUMENTOS CARTA ABIERTA ESPAÑA
- DOCUMENTOS COMISIÓN ECONOMÍA
- PRESENTACIÓN
- ENLACES
- DOCUMENTOS DE CARTA ABIERTA BUENOS AIRES
- Carta Abierta 8
- DOCUMENTOS CARTA ABIERTA PROVINCIAS
- PRIMER ENCUENTRO NACIONAL DE CARTA ABIERTA: DECLARACIÓN
- Carta Nº 9
- Carta Abierta 10
- Carta N° 11 de la igualdad
- Carta de adhesión al compañero Sabbatella
- Carta Abierta/12: La diferencia
- Carta Abierta/13: Lo justo
- Carta 14 Vivimos tiempos de urgencia y de esperanza
- Carta Abierta 15 La patria en peligro
- Carta Abierta 16 Encrucijadas del futuro
- Carta 17 BUITRES DE LA ECONOMÍA Y HALCONES DE LAGUERRA
- Carta 18 Entre el texto y la sangre
- Carta Abierta 19 Con convicciones, sin pantomimas
- Carta N° 20 “Las urnas y el fuego: el trabajo de los símbolos”
- CARTA DEL “ESPACIO CARTA ABIERTA”, ARGENTINA, AL GOBIERNO Y PUEBLO GRIEGOS.
- Espacio Carta Abierta sobre el pedido de destitución del juez Rafecas
- Carta abierta / 21
- Carta Abierta/22 El Frente como nuevo llamamiento histórico
- CARTA ABIERTA NÚMERO 23
- Carta Abierta número 24 Ante una hora crucial
- La medida de lo humano Carta 25
- Carta Abierta 26 Un Llamado ante esta Hora Crucial: Cristina Fernández de Kirchner Presidenta
Entradas recientes
Categorías
- Artículos del Bicentenarios (5)
- ARTÍCULOS SOBRE CRISIS (93)
- ARTÍCULOS SOBRE INFLACIÓN (44)
- ARTICULOS SOBRE INTEGRACION REGIONAL (9)
- ARTÍCULOS SOBRE JUBILACIÓN (5)
- ARTÍCULOS SOBRE LA DEUDA (19)
- ARTÍCULOS VARIOS (136)
- BCRA (22)
- El neoliberalismo (5)
- ENTREVISTAS (5)
- GENERAL (46)
- INFORMACIÓN (242)
- PARA EL DEBATE (129)
- Aportes para una política agropecuaria (2)
- Caminos para el progreso (10)
- Desarrollismo y politicas keynesianas (9)
- El capital financiero (33)
- El FMI (4)
- El neoliberalismo (6)
- La ciencia económica (11)
- La cuestión social (12)
- Las retenciones (10)
- Pensamientos (20)
- Problema del agua y Glaciares (5)
- Revista realidad económica (1)
- SUBCOMISIÓN DE DIFUSIÓN (9)
- Textos breves (9)
- TEMAS AGROPECUARIOS (26)
- TEMAS INTERNACIONALES (65)
- VIDEOS (7)
Archivos
- mayo 2021 (2)
- abril 2021 (1)
- marzo 2021 (4)
- febrero 2021 (4)
- enero 2021 (4)
- diciembre 2020 (5)
- noviembre 2020 (4)
- octubre 2020 (1)
- septiembre 2020 (4)
- agosto 2020 (4)
- julio 2020 (3)
- junio 2020 (3)
- mayo 2020 (2)
- febrero 2020 (1)
- diciembre 2019 (2)
- noviembre 2019 (2)
- octubre 2019 (1)
- septiembre 2019 (2)
- julio 2019 (3)
- junio 2019 (2)
- septiembre 2018 (1)
- agosto 2018 (1)
- junio 2018 (2)
- mayo 2018 (3)
- abril 2018 (7)
- marzo 2018 (1)
- enero 2018 (2)
- diciembre 2017 (1)
- octubre 2017 (1)
- julio 2017 (2)
- mayo 2017 (6)
- abril 2017 (4)
- noviembre 2016 (2)
- septiembre 2016 (2)
- junio 2016 (3)
- mayo 2016 (2)
- febrero 2016 (1)
- enero 2016 (8)
- diciembre 2015 (3)
- noviembre 2015 (5)
- octubre 2015 (1)
- septiembre 2015 (1)
- agosto 2015 (1)
- julio 2015 (1)
- junio 2015 (6)
- abril 2015 (4)
- marzo 2015 (2)
- enero 2015 (1)
- diciembre 2014 (3)
- noviembre 2014 (5)
- octubre 2014 (3)
- septiembre 2014 (5)
- agosto 2014 (1)
- julio 2014 (4)
- junio 2014 (1)
- mayo 2014 (1)
- marzo 2014 (3)
- febrero 2014 (1)
- enero 2014 (2)
- diciembre 2013 (3)
- noviembre 2013 (4)
- octubre 2013 (12)
- septiembre 2013 (3)
- agosto 2013 (7)
- julio 2013 (12)
- junio 2013 (10)
- mayo 2013 (10)
- abril 2013 (9)
- marzo 2013 (7)
- febrero 2013 (5)
- enero 2013 (12)
- diciembre 2012 (2)
- noviembre 2012 (6)
- octubre 2012 (12)
- septiembre 2012 (17)
- agosto 2012 (3)
- julio 2012 (1)
- junio 2012 (3)
- mayo 2012 (7)
- marzo 2012 (2)
- enero 2012 (2)
- diciembre 2011 (7)
- noviembre 2011 (6)
- octubre 2011 (7)
- septiembre 2011 (11)
- agosto 2011 (5)
- julio 2011 (1)
- junio 2011 (1)
- mayo 2011 (4)
- abril 2011 (2)
- marzo 2011 (1)
- febrero 2011 (1)
- enero 2011 (3)
- diciembre 2010 (2)
- noviembre 2010 (21)
- octubre 2010 (7)
- septiembre 2010 (13)
- agosto 2010 (9)
- julio 2010 (17)
- junio 2010 (22)
- mayo 2010 (20)
- abril 2010 (13)
- marzo 2010 (7)
- febrero 2010 (4)
- enero 2010 (29)
- diciembre 2009 (10)
- noviembre 2009 (15)
- octubre 2009 (17)
- septiembre 2009 (20)
- agosto 2009 (20)
- julio 2009 (23)
- junio 2009 (18)
- mayo 2009 (25)
- abril 2009 (10)
- marzo 2009 (29)
- febrero 2009 (21)
- enero 2009 (2)
- diciembre 2008 (21)
- noviembre 2008 (17)
Leave a comment