Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

1Nov/100

Entrevista a Guillermo Wierzba*

Es viernes y la usual asamblea de la comisión de economía de Carta Abierta está más revuelta que nunca. Guillermo Wierzba no pierde la calma, pero habla con fervor, con marcado énfasis. En apenas unos minutos se mudará de mesa para dar comienzo a esta entrevista que concedió a Buenos Aires Económico:

"Néstor Kirchner dio un cierre a las políticas que transferían ingresos de los sectores más debilitados a los más concentrados". "La derecha pretende leer la muerte de Kirchner como el fin de la era que él fundó, pero el proyecto no sólo que continúa, sino que tiene todavía muchísimo por desplegar",
señalará también el Director del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (Cefid-Ar), ya alejado de los otros intelectuales de Carta Abierta, pero todavía bajo el cobijo porteño del Centro Cultural de la Cooperación donde suelen reunirse habitualmente. El economista y también docente universitario afirmará además -en este primer balance tras el último adiós al ex presidente que "uno de los desafíos pendientes" de este proceso político continúa siendo "desarticular la estructura concentrada en algunos rubros de la economía".

-¿Sobre qué pilares se construyó la economía durante el gobierno de Néstor Kirchner?

-Lo fundamental fue, en un principio, asumir el fin de una época de política de ajustes. Néstor Kirchner dio un cierre a las políticas que trasferían ingresos de los sectores más debilitados de la sociedad a los más concentrados. Esta forma fue sustituida por una política progresiva, que se construyó sobre un retorno a la autonomía nacional. Se logró una quita inédita en el nivel de la deuda y esa fue la base que nos lleva hoy a tener un cambio sustantivo en términos de la relación Deuda-Producto, que durante la década anterior fue fuertemente condicionante. Esa relación había sido la fuente sobre la cual se construía la debilidad de los gobiernos, y de allí la exigencia externa de políticas económicas regresivas. Con el gobierno de Kirchner se decidió definitivamente no regresar jamás a las políticas de sumisión nacional y regresividad social. Sobre esta base se construye una autonomía nacional que permiten mayores grados de libertad. La derecha pretende leer la muerte de Kirchner como el fin de la era que él fundó, pero el proyecto no sólo que continúa, sino que tiene todavía muchísimo por desplegar. Esa derecha quiere aprovechar las circunstancias para interrumpir el proceso en curso y transitar subrepticiamente hacia otro modelo.

-¿Cuáles fueron las deudas pendientes que dejó su mandato?

-No me parece que la palabra deuda en este momento sea la más adecuada. Es un tiempo político en el que hay que resaltar este proceso que tuvo como corazón un proyecto esencialmente progresivo para el país. Quisiera ser justo con la historia, porque estamos cerca del fallecimiento de quien yo considero el fundador de un modelo en el país. Sí, en cambio, uno puede mirar los desafíos pendientes, entre ellos por ejemplo desarticular una estructura económica que en algunos casos tiene una fuerte concentración, que explica la resistencia de los agrupamientos empresarios a las políticas de profundización del modelo. La estructura concentrada es un reproductor permanente de desigualdades sociales. Pero yo creo que Kirchner fundó una época donde el sentido es avanzar hacia la inclusión social. Fue la etapa de la fundación; hoy hay que discutir cómo se profundiza eso y cómo se continúa con esta recuperación de la política como un aspecto unido a la economía.
-¿Puso a la economía al servicio de la política?

-No. Puso a la política con potencia de intervención para transformar la economía, operando sobre la base de que los mercados ya no iban a determinar por sí solos las lógicas que el poder concentrado pretende. Se inició un proceso de redistribución del ingreso, con la suba de salarios, aumento del empleo, valorización del consumo interno, convenciones colectivas de trabajo y desmercantilización de las negociaciones salariales.

-¿Existió un verdadero proyecto industrialista o fue una empujón del proceso de devaluación monetaria?
-En realidad, en la Argentina en la era de Kirchner la política que se ha designado como tipo de cambio competitivo merece, por lo menos, un adicional. Porque además de sostener el cambio competitivo, también era administrado con intervención pública, cosa que es condenada por el neoliberalismo y que Kirchner reconquistó para la economía. Pero además es un tipo de cambio diferencial y por eso se dio la pelea por las retenciones. En aquel momento perdimos la posibilidad de establecer una medida sustantivamente correcta, pero en el discurso de aquella época Kirchner señalaba que esto también había servido para ir construyendo un bloque político dispuesto a impulsar una verdadera transformación. Quiero decir… no es sólo una devaluación. Hay mucho más que eso. Además se decidió que la inversión pública crezca a tasas muy importantes y sirvió luego, por ejemplo, para afrontar una crisis mundial. Esa política vino para quedarse.

-¿El alza en los precios se podría haber enfrentado de otra forma?

-Este es un modelo que ha rechazado siempre las políticas de control de inflación recomendadas por el FMI, que incluso otros países de la región con perfil progresivo las han adoptado. No es un modelo tirado por exportaciones sostenidas a partir de salarios bajos. Es un modelo, en buena parte, impulsado por la demanda interna. Claro que todavía hay problemas y hay que resolver situaciones que implican una mayor diversidad productiva por ejemplo. Hay temas estructurales de la economía argentina que se arrastran desde hace muchos años y esta fundación que hizo Kirchner requiere ahora de un despliegue mayor. Pero la virtud acá es que se renunció a cualquier política ortodoxa del control de la inflación. Hemos podido recuperar la tasa de crecimiento de la economía… la inflación no es una barrera al crecimiento. Una economía que crece a este ritmo es inevitable que tenga algún nivel de inflación. Lo que hay que tener en claro es que los disciplinamientos antiinflacionarios tienden a mantener la economía en un nivel bajo y evitar políticas distributivas; por lo que, en el fondo, no persiguen controlar la inflación sino frenar
los procesos redistributivos.

-A Kirchner se lo criticó muchas veces por sus formas. ¿Cuánto influyó verdaderamente este factor en la economía real?

-Las derechas tienen el discurso del consenso que, por lo general, implica una formula donde los gobierno se asumen dóciles ante las corporaciones del poder concentrado. Acá lo que se llaman formas en realidad es contenido. Y ese contenido es la soberanía popular; hacer valer la voluntad ciudadana y los intereses del pueblo. No hay procesos donde el poder económico concentrado ceda, sin ningún tipo de coerción, retazos de sus ventajas o ganancias. Kirchner lo sabía muy bien eso. Y además era un gran negociador. Los grupos concentrados sintieron que el poder había finalmente ganado grados de autonomía respecto de su posibilidad de incidencia y entonces comenzaron a hablar de crispación o conflictividad. La garantía del no cambio de paradigma sería la ausencia de conflicto.

-¿Qué dirá un docente universitario de economía sobre el gobierno de Néstor Kirchner dentro de unos 30 o 40 años?

-Espero que dentro de 30 o 40 años también hayamos tenido una transformación universitaria digna. Si logramos profundizar este proyecto, el pensamiento económico y la enseñanza de la economía va a ser muy revalorizante de esta etapa y se resignificará como una era fundacional de un nuevo paradigma.

* Profesor de “poder económico y derechos humanos”, de la Universidad de Buenos Aires, economista recibido en esa misma casa de altos estudios. Desde 2004 está al frente del Cefid- Ar. Antes se había desempeñado como asesor en la gerencia de estudios de la superintendencia de seguros y, también tuvo un prolongado paso en bancos, como analista financiero.

Fuente Tiempo Argentino 1/11/2010

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