Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

21Nov/101

“El desendeudamiento tiene un fuerte sentido nacional”

El economista e historiador Mario Rapoport analiza los alcances del avance en la negociación con el Club del París y la relevancia de dejar afuera al Fondo Monetario Internacional

¿Quiénes son los acreedores del Club de París?
La creación del Club de París tuvo que ver con la Argentina y, más precisamente, con la caída del segundo gobierno de Perón, en 1955. Al año siguiente, ya en pleno gobierno de la Revolución Libertadora, Francia le acercó al país una propuesta para llegar a un acuerdo con once acreedores europeos. En ese entonces, se debían quinientos millones de dólares y el plazo para la cancelación que se había propuesto originalmente eran diez años. Entre 1956 y 1980, el Club de París firmó más de treinta acuerdos con el país. Esta institución sólo hacía convenios con países muy endeudados, ése era su negocio. Actualmente, está integrado por diecinueve naciones europeas y, por supuesto, Estados Unidos. La relación con esta institución también está muy ligada a los vínculos que se entablaron con el FMI y el Banco Mundial, luego de la Segunda Guerra Mundial. Obedece, de alguna manera, a esa matriz neoliberal del sistema financiero internacional.
¿Cuáles son las implicancias políticas de excluir al FMI de toda negociación y del monitoreo de la economía local?
El Fondo ha tenido una influencia nefasta en la Argentina y la sigue teniendo en los países europeos. Si uno ve el plan de ajuste aplicado en Grecia se dará cuenta de que es una iniciativa similar a la aplicada durante la década menemista o durante el gobierno de la Alianza. El FMI no realizó ninguna política beneficiosa para la Argentina. Por eso, no debe estar inmiscuida en sus asuntos.
Sin embargo, desde el establishment económico -y el de los medios de comunicación- se pide a gritos la subordinación con el Fondo. ¿Por qué?
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz definió al FMI como el guardián de los intereses financieros internacionales. Por eso el establishment lo reclama tanto. El Fondo se creó luego del acuerdo de Bretton Woods, en 1944, y su función era evitar cualquier tipo de crisis financiera, sin embargo, se limitó a tratar de solucionar los desequilibrios en las balanzas de pago de los países con planes de ajuste. El FMI debe, por estatuto, ayudar a la expansión de las economías, pero, en realidad, siempre propuso el ajuste. La injerencia de este organismo multilateral había desaparecido del mapa, sin embargo, curiosamente, volvió a la agenda internacional a partir del G-20 (el grupo de los veinte países más desarrollados). Algo interesante para señalar es que el actual titular del Fondo, Dominique Strauss Kahn, cuando era ministro de economía de Francia había reclamado una reforma del sistema financiero internacional, pero sin la intervención del FMI porque decía que respondía a los intereses de Estados Unidos. Las críticas hacia el Fondo no son nuevas ni tampoco son un patrimonio de los países en desarrollo. Las primeras potencias también lo cuestionaron.
El último año, el G-20 se había propuesto reformar al FMI tras la crisis financiera, pero, hasta ahora no hay indicios de cambios profundos.
Es más, durante el último encuentro en Seúl, la reunión empresaria que se realiza en ese ámbito de forma paralela al encuentro de presidentes, exhibió las mismas recetas neoliberales de siempre. No se sabe a ciencia cierta qué pretenden las empresas del mundo. Un economista austríaco dijo que la crisis económica mundial terminará recién en 2014. Hay una gran encrucijada a nivel mundial, por un lado, hay que solucionar el tema de la crisis, pero por el otro, las medidas que se adoptan no conforman a nadie. La derecha europea y la norteamericana, con el Tea Party, está ganando posiciones debido a las decisiones que se toman en materia económica. El gobierno francés de Nicolas Sarkozy se vio jaqueado por la reforma que quería impulsar en las jubilaciones; en Italia, Silvio Berlusconi también hace lo que quiere y quedó muy debilitado por eso; Alemania está aplicando un plan de discriminación muy fuerte y planes de ajuste, a pesar de que no lo necesitan. Así que es muy incierto el rumbo de las principales potencias.
¿Cómo califica el proceso de desendeudamiento generado por las dos administraciones kirchneristas?
En la historia argentina, quienes llevaron adelante procesos de desendeudamiento lo hicieron con un fuerte sentido nacional. Así fue durante el primer gobierno de Perón y durante el breve período de Arturo Illia. El desendeudamiento es especialmente significativo para el país, ya que los procesos de endeudamiento han sido críticos para la Argentina, hemos sufrido condicionamientos de todo tipo. El tipo de endeudamiento propuesto durante la década del noventa trajo al país inversiones especulativas, inversiones que dejaban poco en el país, pero, a cambio, se llevaban grandes recursos. El tema central de un proceso de desendeudamiento, pensando en el día después, es qué tipo de deuda le conviene tomar al país, cuáles son las condiciones que deben exigirse a los futuros acreedores para que esa deuda o préstamos sirvan para el desarrollo del país. El endeudamiento del pasado no sirvió para nada.
A partir de este anuncio, ¿cuál cree que será el impacto en la economía real?
La Argentina ha sido considerada por distintos sectores locales e internacionales como un país maldito. Sin embargo, dentro de la esquizofrenia internacional en la que vivimos, en 1998, fue considerado por el FMI como el mejor alumno de la economía mundial por seguir al dedillo sus políticas. Para el concierto internacional, la Argentina siempre va por el buen camino si es que obedece al Fondo, pero cuando se escapa de los parámetros “normales” es vista como un enemigo. Por ejemplo, las calificadoras de riesgo tardaron mucho tiempo en bajar el riesgo país, luego de los dos canjes de deuda, realizados en 2005 y 2010, cuando no ocurrió lo mismo con Brasil. Por lo tanto, existe cierta mitología sobre el país que debería desvanecerse a partir de solucionar el tema de la deuda externa. Una vez que la negociación con el Club de París concluya, la Argentina debería poder encontrar fondos frescos a tasas razonables, como corresponde. Europa está en una situación muy complicada, hoy por hoy tiene los países más endeudados del mundo, por lo tanto, le conviene arreglar sus acreencias. Es el momento oportuno para acordar con el Club de París.
Hasta ahora, la Argentina creció a partir del ahorro interno y con fuentes de financiamiento como las surgidas del Banco Central o la Anses. ¿Por qué se debería solicitar un préstamo en el exterior a partir de la colocación de un bono?
En realidad, no hay apuro para hacerlo, pero siempre es bueno prever una situación de estas características. Si bien no es un tema urgente para el Gobierno, puede favorecer al sector privado que sí tenga interés, más o menos urgente, de financiarse. Las reservas del país son más que adecuadas (ndr: actualmente, superan los 51 mil millones de dólares), y tener la puerta abierta para acceder a fondos frescos siempre es una situación que descomprime las tensiones con el mundo financiero internacional. De todas maneras, lo más interesante de este proceso es que los diferentes países de América Latina están llevando adelante políticas que no coinciden con el establishment internacional.
Todavía no se conocen los plazos en los que se realizará el pago al Club de París. ¿De qué manera puede impactar en la economía local si el pago se hace en un año o en cinco?
Por regla general, si se establecen mayores plazos para el pago, la situación puede ser más holgada. Pero, lo principal en este contexto, es que la política de desendeudamiento ha ayudado muchísimo, especialmente, por un buen manejo de los ciclos económicos. La Argentina puede hacer este tipo de pagos en esta coyuntura cuando en otros momentos históricos ni siquiera podía pensarlos. El pago al FMI fue duramente criticado por haber sido un desembolso único. Pero lo que no se dice es que hubo una lectura correcta de la coyuntura. Las reservas internacionales estaban en pleno crecimiento y había que aprovechar el momento. El pago al FMI fue una política contracíclica que buscó evitar problemas futuros. Además de un tema financiero, obviamente, se pretendió la independencia de la política económica. Eso fue lo que más molestó al establishment.
¿Las complicaciones para aprobar el presupuesto 2011 podrían incidir en las negociaciones con el Club de París?
Son cosas que se manejan por carriles diferentes. Todavía falta definir qué recursos se utilizarán para cancelar esos pasivos pero los temas de política interna no tienen nada que ver con la deuda externa. Ahora, lo del presupuesto es una vergüenza nacional. Todo gobierno debe tener su previsión de recursos y gastos y el Congreso debe ayudar para que eso ocurra.

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