Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

30Sep/120

Indicadores y evidencias

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Indicadores y evidencias
El autor se interna en la polémica sobre los indicadores sociales y toma dos estudios ajenos al Gobierno, de la UCA y Cippec, para verificar si se han consolidado los avances después de 2007.

Por Alejandro Rofman *

El proceso de recomposición del tejido social en la Argentina contemporánea sigue teniendo versiones e interpretaciones variadas. El descenso de todos los índices de insatisfacción social en el período 2003-2007 no ha sido cuestionado por ningún observador objetivo y sus evidencias forman parte de los análisis tanto de los que apoyan el modelo vigente como de quienes lo discuten. Pero el estudio de lo acaecido desde el año 2007 ha instalado una polémica que permanece abierta, impidiendo (hasta hace muy poco) alcanzar un juicio certero, aceptado por todos, acerca de la evolución de la situación social en este último tramo.

Esa polémica se fundamenta en el cuestionamiento a los valores de los principales indicadores sociales, cuya certeza se supone afectada en su cálculo. En particular, la severa crítica a los datos del Indec sobre la variación de los precios al consumidor pone en tela de juicio la versión oficial de que la mejoría de la situación social persiste y se ha ido consolidando.

Dos recientes estudios colaboran decididamente en saldar esa polémica.

El primero de ellos fue publicado por la Universidad Católica Argentina, en julio de este año. Resume una investigación de su Observatorio de la Deuda Social Argentina y se denomina “Asimetrías en el desarrollo humano y social (2007-2010/11)”. El documento, prologado por el presbítero doctor Víctor Manuel Fernández, rector de la universidad citada, menciona entre otros agradecimientos, a “la gerencia de responsabilidad social del Banco Galicia y a la Fundación Diario La Nación”, por “la confianza y el permanente apoyo brindado al desarrollo de las investigaciones que hicieron posible la elaboración del presente documento”, así como la valiosa colaboración del área de responsabilidad social de la empresa Cablevisión.

El otro documento es fruto de un estudio realizado por el Cippec (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento). Su actividad, según los logos que se insertan en la carátula y en la página final del informe “100 políticas para potenciar el desarrollo”, exhibe como auspiciantes a empresas de capital nacional o extranjero, como Mapfre, Nobleza Piccardo, Vale y Telefónica, entre otras.

Queda totalmente claro, entonces, que ambos informes están redactados y sostenidos económicamente por sectores sociales totalmente desconectados del aparato oficial y de sus seguidores.

Las informaciones que se pueden extraer de ambos documentos son de muy alto valor testimonial sobre la más reciente evolución de los principales procesos sociales en la Argentina. El documento de la UCA afirma que “durante el segundo año del Bicentenario (se refiere al año 2011, nota mía) tuvo lugar una rápida recuperación del terreno perdido en materia económica después de los embates de la crisis internacional de 2009 y 2010 (...). Según la mayor parte de los especialistas, el año 2007 fue el mejor momento del modelo político-económico postdevaluación a lo largo de la primera década del siglo XXI. Esto hace que dicho año se constituya en un parámetro ideal a partir del cual evaluar los eventuales logros o retrocesos durante los años 2010-2011”.

El documento reconoce que el tramo 2003/2007 fue apreciado por quienes analizan la evolución económica y social de la Argentina como el de más alto desempeño de toda la década. La pregunta, entonces, es si entre 2007 y 2011, la declinación económica acaecida en los dos años de crisis mundial y su impacto en la Argentina logró ser superado o continuó prevaleciendo. Veamos los datos que el instituto de la UCA consigna en su informe para dar respuesta a este interrogante.

“Son bien conocidos los avances que tuvieron lugar en la última década en la ampliación de los derechos sociales, el importante crecimiento que experimentó la economía, la extensión de la asistencia pública y el mayor esfuerzo laboral emprendido en función de aprovechar las nuevas oportunidades de movilidad social” (página 17). El texto no merece demasiado comentario dado que es concluyente en afirmar que, desmintiendo opiniones en contrario, se experimentó un apreciado avance económico y social singular en toda la década inicial de este siglo al amparo del modelo político-económico vigente.

Por supuesto, no se detiene en ese juicio laudatorio, pues agrega que los problemas de marginalidad, pobreza, indigencia, entre otros, siguen “siendo debilidades de una sociedad que crece, consume y progresa (...). A pesar de las mejoras alcanzadas durante casi una década de continuado y extraordinario crecimiento socioeconómico, queda mucho por hacer en materia de desarrollo humano, integración social, justicia social (...) para el alcance de una ciudadanía plena en derechos para todos”. Estas conclusiones son similares a las que se escuchan de importantes dirigentes políticos y sociales que acompañan al gobierno actual, incluyendo repetidas observaciones incluidas en recientes discursos de la señora presidenta de la Nación.

Veamos, entonces, los datos estadísticos básicos para definir la trayectoria del proceso económico y particularmente social entre el mejor año de la década, 2007, y el 2011. Nos centraremos en dos datos estratégicos. El primero se refiere al ingreso per cápita familiar, es decir, el que corresponde a cada integrante de un hogar cualquiera sea el tamaño del mismo en cantidad de personas que lo integran. Esta información, que surge de los registros del Observatorio Social de la UCA, se la estima de dos maneras: con el índice oficial de precios del Indec o con el promedio ponderado de crecimiento de los índices de las siete provincias que llevaban, entre los años 2007 al 2011, registros mensuales de variación de los precios al consumidor.

La media de los ingresos anuales de los hogares a precios constantes, deflacionados según el índice de precios combinados de siete provincias, ascendió a 4768 pesos. Si se coteja este dato con los de los años 2007 y 2010, calculados también en base a la metodología de la UCA, resulta que la variación de los ingresos familiares entre 2007 y 2010 resulta positiva en un 1,2 por ciento, y entre 2007 y 2011 en un 11,9 por ciento. Es decir, que, pese a los efectos negativos de la crisis mundial en 2008 y 2009, prosiguió la expansión de este indicador fundamental del bienestar familiar.

Los datos de Pobreza e Indigencia acompañan el sesgo favorable de la evolución del ingreso familiar arriba comentado. El estudio del Observatorio utiliza canastas básicas totales y canastas de alimentos imprescindibles basadas en los índices de precios de las siete provincias, descartando totalmente los del Indec, pues impugna estos últimos por “manipulación política”. Estos valores de canastas básicas son sustancialmente mayores a los que se calculan por el Indec. Pese a este cambio de medición, el Observatorio Social de la UCA reconoce que la pobreza calculada por ingresos retrocedió desde el 26,9 por ciento en el año 2007 al 26,6 en 2010, y al 21,9 en el año 2011. Debemos recordar que el índice de regresión social en el año 2003 superó el 53 por ciento, por lo que la reducción total entre el inicio del período constitucional bajo la presidencia del doctor Kirchner y el cierre del último año (nueve años de extensión) supuso una disminución de la pobreza en un 60 por ciento, lo que da cuenta de un significativo avance de la equidad social.

En cuanto a la indigencia (que indica la situación específica de un habitante que, con sus ingresos, no está en condiciones de adquirir una canasta básica de alimentos) los datos del Observatorio de la UCA revelan que la tasa respectiva estaba en el 8,1 por ciento de la población en el año 2007 (3 millones de habitantes), subió en el año 2010 al 9,2 y se redujo en el año 2011 al 5,4 por ciento de toda la población (dos millones 100 mil habitantes). Ello indica que la disminución de la indigencia fue entre 2003, cuando afectaba al 27 por ciento de la población del país, y el año 2011, de 22 puntos porcentuales, lo que implica que cayó en nada menos que un 80 por ciento (UCA, página 58).

El documento de la UCA aporta un párrafo muy ilustrativo: “En términos dinámicos, cabe destacar que la caída de la indigencia y de la pobreza exhibida durante el último año (2010-2011) fue particularmente intensa en el estrato social socioeconómico más bajo (25 por ciento inferior) y, asimismo, en villas y asentamientos precarios y en los barrios de sectores populares dentro de la traza urbana formal”.

La información sobre la dinámica social que aporta el estudio del Cippec se refiere a la pobreza por región del país entre los años 2001 y 2010. Esta información ofrece datos sobre pobreza más reducidos, en el año final, que los que consigna el informe de la UCA-Observatorio Social. Así, para el Nordeste, la región con peor situación social, el mapa de la pobreza indica un descenso significativo: era del 57,2 en 2001 y cayó al 18,5 en 2010. En el Noroeste, el descenso fue del 48,3 por ciento de sus habitantes en el año 2001 a 11,8 en 2010. Para la región Cuyo, del 39,6 por ciento de pobres en el 2001 se pasó en el año 2010 a sólo el 9,8. En la región pampeana, los datos consignan un 37,1 de pobreza en 2001 y un 9,6 en 2010. En la poblada área del Gran Buenos Aires, los índices de pobreza caen del 37,1 al 9,6. Y en la región patagónica, donde la situación social es la mejor de todo el país, los índices de pobreza total son del 23,2 en el año 2001 y se repliegan al 5,8 en 2010 (Cippec, cap. 3, página 58).

Como conclusión de este recorrido relevante de datos, entre el cierre de la convertibilidad y los tiempos que corren, sólo cabe agregar que los mismos son impactantes en cuanto al progresivo y firme horizonte de progreso social y justicia distributiva que ha tenido lugar en esta nueva etapa. La fuente de las estadísticas que corroboran esta información es de procedencia insospechada y no se la puede acusar de ser cercana o afín a las ideas de quienes han conducido el país en los últimos nueve años. Es posible afirmar, entonces, que el debate en torno de la bondad del proyecto de desarrollo vigente desde el año 2003 ha sido definitivamente cerrado con los datos transcriptos, que puntualizan los evidentes beneficios que para los sectores sociales que menos recursos e ingresos tienen ha venido deparando la política económica del desarrollo con inclusión y equidad social aplicada en la reciente década.

* Investigador principal del Conicet.

29Sep/120

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29Sep/120

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CEFID/AR

Tenemos el agrado de invitar a Ud. a la presentación del Documento de Trabajo N° 43, en el marco del "VI Encuentro Internacional de economía política y derechos humanos" organizado por la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo y el CEMOP.

"ESTRATEGIAS DE DESARROLLO Y REGÍMENES LEGALES PARA LA INVERSIÓN EXTRANJERA"

Autores:

ENRIQUE ARCEO Y JUAN MATÍAS DE LUCCHI

Viernes 5 de Octubre a las 11:30 hs

Hipólito Yrigoyen 1584. Aula 4

Comentarios a cargo de:

Matías Kulfas - Gerente General del BCRA -

Martín Schorr - Investigador y docente de FLACSO -

Entrada libre y gratuita (no requiere inscripción previa)

Consultas a: informacion@cefid-ar.org.ar

27Sep/120

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La Comisión por la Reconstrucción de la Memoria de la Facultad de Ciencias Económicas invita a Ud. a la segunda de las Jornadas
PODER ECONOMICO Y TERRORISMO DE ESTADO
EL JUEVES 27 DE SETIEMBRE, A LAS 19 HS.
EN EL SALON DE ACTOS DE LA FCE, Av. Córdoba 2122 - 2° piso.

SIN INSCRIPCION PREVIA
Se agradece su difusión

25Sep/120

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DECLARACIÓN DE CARTA ABIERTA
7 de Octubre: el triunfo de Hugo Chávez será un triunfo de la causa latinoamericana

El próximo siete de octubre se realizarán elecciones a los principales cargos nacionales en la hermana República Bolivariana de Venezuela. No es una elección intrascendente: en gran medida se juega en ella la posibilidad de continuar con éxito el proceso de integración latinoamericano, en un marco de soberanía nacional y participación popular. Hugo Chávez Frías pone en juego su liderazgo, confiando en que el pueblo con su voto consolide el proceso de transformación social y político mas importante de ese gran país.

Desde el inicio del gobierno encabezado por Hugo Chávez fue claro su compromiso de aportar, con su sello singular, inteligencia y esfuerzo, a un proyecto popular en el que la unidad de los pueblos latinoamericanos figurase en el primer lugar de la agenda.

En su derrotero de reformas profundas, recuperando dignidad y otorgando visibilidad a una gran mayoría de venezolanos sumergidos, nunca cejó en el esfuerzo de aunar las capacidades de las naciones suramericanas para enfrentar a los poderosos del mundo.

Muchos y constantes obstáculos fueron los que debió sortear su gobierno: las agresiones de los grupos conservadores de su país, las presiones imperialistas e intentos de golpes de estado (fracasados por la intervención popular), y la desestabilización permanentemente fogoneada por los medios de comunicación concentrados en una práctica conocida por todos los argentinos.

Cuando, como respuesta rápida y soberana al vergonzoso atropello institucional en Paraguay, se concreta la incorporación de Venezuela al MERCOSUR, la región se convierte en uno de los espacios socioeconómicos de mayor potencialidad en el mundo. Es un momento de trascendencia histórica con el comienzo de un promisorio proceso de paz en la convulsionada Colombia pero que no termina de despejar las amenazas de intervención imperial que merodean la zona: un contundente triunfo en la hermana Nación es imprescindible.

Así con Venezuela incorporada al Mercosur, la poderosa articulación de Brasil, Venezuela y Argentina se constituye en la espina dorsal de un armazón político, que junto a Ecuador, Uruguay, Bolivia y Cuba, es capaz de contener y potenciar la diversidad de experiencias sociales que alumbran el nacimiento de un nuevo mundo que pugna por la inclusión social, el desarrollo económico y la paz.

En cambio si Capriles, el prototipo echado a rodar por la derecha, aderezado con los atributos artificiales fabricados por los grandes medios del establishment y magnificado por los dólares norteamericanos lograra conmover el escenario favorable a los intereses nacionales del pueblo venezolano, una cuña fatídica se instalaría, echando una sombra siniestra desde Honduras a Paraguay, pasando por Venezuela.
Los lazos entre nuestro país y la Venezuela conducida por Chávez se profundizaron principalmente luego del 2003. El protagonismo conjunto del presidente bolivariano y Néstor Kirchner en el entierro del ALCA y la búsqueda de la paz en la región, puesta en acto al desarmar el conflicto entre el Ecuador de Correa y la Colombia presidida por Uribe, son hitos fundantes de una construcción de fraternidad y unidad política que necesitamos que se continúen y fortalezcan para enfrentar las dificultades de un mundo en crisis.

Venezuela es un eslabón protagónico de nuestro presente y la continuidad de su perfil político es garante de soberanía popular. Una claro victoria de Hugo Chávez en Octubre multiplica las posibilidades de crecimiento, desarrollo y estabilidad para las fuerzas populares de la región que iniciaron un camino emancipador y constituye un espaldarazo a las nuevas instituciones integradoras como la UNASUR, la CELAC y el ALBA, manteniendo abierto un camino de esperanza a los luchadores, que desde la oposición a gobiernos conservadores, intentan sumarse a este histórico proceso.

Si Hugo Chávez triunfa, triunfa el pueblo venezolano pero también el proyecto emancipador que se extiende por Latinoamérica. Significará un afianzamiento de su proyección estratégica hacia la conformación de un polo alternativo en un mundo signado por la convulsión y la crisis.

El gobierno argentino en palabras, gestos y acciones de Cristina Fernández de Kirchner, ha dado muestras claras de la decisión de apoyar y defender una alianza estratégica con la república bolivariana y su gobierno, puesto que esa hermandad expresa el más hondo sentimiento del pueblo que la sostiene.

Por todo esto, para Carta Abierta, no nos es indiferente el resultado de esas elecciones; desde el seno del pueblo argentino damos nuestro más caluroso apoyo a la candidatura de Hugo Chávez Frías a la presidencia de la Nación Bolivariana, repudiamos la campaña internacional mediática de agresión y ataque a su figura y acompañamos la movilización popular que la defiende.

Buenos Aires, septiembre de 2012.

25Sep/120

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Se dice y no se dice sobre la Argentina
Por Mario Rapoport *
En los últimos meses, en junio y agosto de este año, uno de los más prestigiosos diarios franceses, Le Monde, publicó varios artículos sobre la Argentina. Resulta interesante reproducir algunos de sus conceptos para tener una mirada externa acerca de nuestra realidad. En uno de ellos, del 25 de junio, se señala que “El milagro argentino fue un engaño” y que “diez años después de haber repudiado parte de su deuda, el país no tiene acceso al mercado de capitales”. Pero lo más importante, a mi juicio, es cuando dice que “Grecia sería mal asesorada si se inspirara en este precedente”.
Estas frases, tomadas de títulos y subtítulos explican adónde conduce la nota, por cierto bastante extensa: no está dirigida a la Argentina sino que tiene por objeto advertir a Grecia lo que no debe hacer. En otro artículo del mismo diario, el gobernador del Banco de Francia expresa claramente que “la voluntad de autonomía de los Estados de la Zona Euro debe borrarse” (Le Monde, 29 de junio de 2012). Grecia no puede de ningún modo salir del euro, retornar al dracma, devaluar su moneda y repudiar su deuda como hizo la Argentina, a la que le terminó yendo –según los autores del primer artículo– bastante mal. Cierto que se desendeudó, expandió sus exportaciones y tuvo altas tasas de crecimiento por varios años, algo que le atribuyen a una casualidad, los elevados precios de la soja; sin mencionar la reindustrialización ni la recuperación del mercado interno, de los salarios, de la ocupación o de las jubilaciones. Tampoco la suerte que tuvo el FMI al poder recobrar su deuda.
En verdad, la nota que comentamos del 25 de junio relata en forma no demasiado ordenada la trayectoria argentina de las últimas décadas. Parte de equiparar los controles sobre el dólar y las medidas proteccionistas del actual gobierno con la crisis de 2001 y señala el malestar de muchos por el proceso inflacionario y la aparición de un dólar paralelo. En aquel momento, hay que recordarlo, la crisis afectaba a la mayoría de la población y las protestas que suscitó eran por otras razones y contra otro gobierno, cuyos responsables el artículo no nombra, como tampoco menciona las políticas que llevaron a esa crisis, la más profunda de la historia argentina. El FMI, al que los autores de la nota afirman que muchos argentinos llamaban el Fondo de la Miseria Internacional, era el que dictaba las políticas económicas de entonces como ahora dicta el nuevo plan económico griego. Posiblemente en el futuro los griegos lo rebauticen también con ese nombre.
Citando a dos ex banqueros centrales latinoamericanos que arriman la bocha diciendo que “la experiencia argentina debería disuadir más que estimular a seguir tal vía”, el artículo continúa tratando de desmitificar lo que denomina el “milagro argentino”. Tras afirmar que no se han terminado de pagar los costos de la crisis de 2001 se pregunta si eso “¿no será por qué el milagro argentino le ha costado caro al país? Muy caro. Antes que la economía se recupere, el PIB cayó un 20 por ciento, el año del default, y la inflación era del 23 por ciento [...] la devaluación masiva arruinó a ahorristas y empresas, y más de la mitad de la población cayó bajo el umbral de la pobreza”.
Se deja suponer, sin duda, que a Grecia le sucedería lo mismo y no menciona cómo se tuvo que llegar a ese extremo, porque en 2001, cuando verdaderamente se expropió con el “corralito” el ahorro de los argentinos, la deuda externa superaba ampliamente el PIB y la desocupación y la pobreza ya asolaban al país. El Producto no cayó en un año un 20 por ciento por la devaluación, sino a consecuencia de políticas que lo endeudaron y regalaron sus principales activos, destruyendo el empleo y provocando la desindustrialización y destrucción del aparato productivo. Un proceso que empezó con el terrorismo de Estado de la dictadura militar en 1976 y fue profundizado con los últimos gobiernos democráticos de la década del ’90. Todos bajo la supervisión de ese Fondo de la Miseria Internacional que el artículo menciona. Algo parecido a lo que les está pasando ahora a muchos países europeos y en primer lugar a Grecia.
Recordemos que todo esto sucedía cuando Argentina tenía pleno acceso a los mercados internacionales de capitales, en momentos en que Michel Camdessus, entonces presidente del mencionado Fondo, felicitaba a un presidente argentino porque el país se había incorporado al Primer Mundo. Nadie pensaba entonces que todo se basaba en una paridad con el dólar insostenible, quizá similar a la actual situación de muchos países de la Zona Euro, que no cumplían los requisitos para entrar a ella, salvo, como en el caso griego, por las maniobras ilícitas de Goldman Sachs experta en esta cuestión, como nos cuenta Galbraith, desde la crisis de 1929. Cabe recordar además a los autores del artículo que la Argentina no repudió su deuda como señalan, sólo llamó a los acreedores a un canje de la misma, y que parte de ella era deuda odiosa, proveniente de una sangrienta dictadura militar. En síntesis, sobre la cuestión del acceso a los mercados de capitales, debemos reconocer que a la Argentina le fue muy mal cuando estuvo en ellos, aunque llegó a ser felicitada por su conducta y ahora es calificada clase “D”.
Un segundo tema es el del proteccionismo, al que se refiere más extensamente otro artículo del mismo diario del 24 de agosto y que se titula “El proteccionismo argentino es de más en más atacado por sus partenaires de la OMC”. Todo por el hecho de que la Argentina reclama que no se le prohíba la entrada de carnes y limones en los Estados Unidos, mientras aplica medidas proteccionistas, lo que el periodista define en forma alarmista, no muy al estilo del prestigioso diario, como “una nueva escalada en la guerra comercial que opone la Argentina al resto del mundo”.
En la crisis actual, iniciada en Estados Unidos y Europa y que afecta sobre todo al mundo desarrollado, muchos economistas y políticos ya preconizan el retorno al proteccionismo para huir de las finanzas internacionales y de su trampa y proteger las producciones nacionales. En cualquier caso, es necesario cambiar las reglas del juego del comercio internacional, donde los únicos que pueden ser proteccionistas son los países ricos. Preguntemos si no, si se ha suprimido la Política Agraria Común de la UE. O si el proteccionismo no fue también permanente en la política de Estados Unidos desde su independencia hasta casi mediados del siglo XX (y sigue siéndolo para muchos de sus productos agrarios a través de subvenciones). Lo mismo ocurrió durante la crisis de los años treinta en la política de numerosos países, incluida la campeona del libre comercio, Gran Bretaña, y los gobiernos conservadores, ideológicamente liberales, de la Argentina de entonces. No constituye en sí una política de encerramiento económico; es la crisis mundial la que empuja a los países en este sentido.
Si ambos artículos suenan alarmantes, por supuesto con eco en la Argentina, deberíamos decirles que lo que nos piden ya lo tuvimos, y que la expropiación de los ahorros, realizada varias veces por gobiernos militares y civiles –mediante inflaciones, hiperinflaciones, planes Bonex o leyes de convertibilidad–, poco tiene que ver con el control de cambios, que no significa expropiación alguna, salvo para aquellos que lo equiparan a verse impedidos de fugar capitales. Los inversores extranjeros no querrán venir a la Argentina, pero nunca se quejaron de las grandes ganancias y remisión de utilidades que enviaron a sus respectivos países, entre ellas una empresa que se llama Repsol.
Todo indica que lo que se quiere es volver en la misma Europa a un capitalismo del siglo XIX y cualquier ejemplo en contrario les duele un poco. Pero más les va a doler cuando los “indignados” se sacudan en serio de la trampa en la que cayeron, desde las “subprime” a la pérdida de sus empleos. En cuanto a los argentinos, quizás algunos recuerden con igual furor los 500 millones de dólares que confiaron en el gentleman Bernard Madoff, billetes verdes que nunca más verán, o que invirtieron en las ahora desvalorizadas propiedades de Miami o de las costas españolas, verdaderos cantos de sirena.
* Economista e historiador.