Comisión de Economía Carta abierta Buenos Aires

20Abr/170

NEOFASCISMOS LIBERALES

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La expresión neofascismo suena rara, inconveniente, no abandona nunca sus aires nefastos pero imprecisos. Y desde luego, como es un enunciado siempre disponible, se emplea con rapidez, impulsado por sus contornos difusos. ¿Calificaríamos así al gobierno de Macri? Examinaremos la cuestión. El sufijo “neo” modifica, suaviza y da cierto misterio al concepto posterior al que se le aplica. Lo envía hacia una zona ambigua que resiste ser descripta con facilidades dogmáticas. Apenas indica que un concepto original se presentará bajo nuevos ropajes. Deberemos entonces indagar si las actuaciones en el plano del lenguaje, la economía y el control social que ejerce el macrismo, pueden rozarse en ciertos puntos específicos con algunas evidencias del fascismo, no en su sentido literal sino evocativo. Por decirlo así, bajo insinuantes evidencias apenas deslizadas.

No perderemos tiempo con la expresión “fascismo” como acusación rápida. Tal como comprobamos habitualmente, sale veloz entre nosotros la expresión “fachos”. Pero trataremos con calma de ver qué raigambre puede tener ahora esa palabra en la actualidad argentina. Y en especial, en lo que hace un Gobierno que casi siempre suele ser ubicado en los cuadrantes del “neoliberalismo”. Necesariamente, para aliviar este tipo de comparaciones ultristas e insustanciales (en el pasado se llegó a hablar de “nazi-nipo-peronismo”), encerramos la palabra fascismo entre el prefijo “neo” y la expresión “liberal”, como un polvillo imprescindible en un cometa cuya cola atrae toda clase de detritus sobre los que nos debemos pronunciar. Estas mixturas o entrecruzamientos de apariencia insólita pertenecen, en cambio, a los momentos de mayor tensión histórica, como éstos. Y lo que parece contrapuesto, súbitamente, se encuentra.

La expresión “neofascismo liberal” ya la ha sugerido Jorge Alemán en varios trabajos y aquí la sustraigo para comentarla, muy seguramente en el mismo sentido que él le ha dado, aunque tratando de explorar con ella ámbitos de la comunicaciones de masas, formulismos discursivos del Presidente y de sus funcionarios, y demás artilugios del Gobierno “surgido de elecciones democráticas”. Lo resumimos en la pregunta sobre qué tipo de ciudadanía están construyendo. Todas las figuras de la ley, de la lengua, del juicio o de la misma conversación de apariencia trivial, se han transfigurado con el macrismo.

Es claro que la acusación de “fascismo” es proliferante, fulminante y dispendiosa. Tantas veces que hubo de necesitarla, el liberalismo golpista la dirigió como una flecha instantánea contra el peronismo. En su base había un importante equívoco, que costaba deshacer y que en gran parte ocupó la tarea de la publicística peronista... y del propio Perón. En la época del Congreso de Filosofía, fines del 40, se le ofrece a Perón invitar al filósofo alemán Carl Schmitt, recién liberado por los norteamericanos. El líder argentino algo sabía del asunto y les responde a sus colaboradores: “¿qué quieren, ya me dicen fascista, imagínense si ahora traemos a un escritor que tiene teorías consideradas nazis?”.

En las intervenciones del ensayismo peronista solía remarcarse que el peronismo surgía de una sociedad industrial en construcción, con un proletariado nuevo (tesis muy matizada luego por Milcíades Peña y otros autores) que expresaba demandas democrático-sociales y de modernización con justicia distributiva. No un nacionalismo redentista basado en arcaísmos psíquicos en contrapunto con tecnologías capitalistas avanzadas. Sino, un nacionalismo democrático y popular con distintos tipos de negociación con economías después llamadas del “capitalismo más concentrado”. Los fascismos europeos surgían en cambio del mesianismo de la sangre, aliado a los cánticos triunfales del futurismo artístico ante las grandes tecnologías. La epopeya del jefe teatralizado ante las multitudes, junto a la épica de una tecnología heroica en su mismo ser veloz y destructivo, caracterizó a esos fascismos. Funestos mitos operísticos, justificaron matanzas masivas con pensamientos escatológicos amalgamados con delirios de la razón de Estado.

Más allá de la filosofía mesiánica de la superioridad racial, sigue siendo útil para percibir los otros rostros de fascismo apocalíptico, como eran los de la cotidianidad fascista tratando de conquistar los últimos poros de la sociedad. Se puede hacer todo esto con la revisión de grandes films. Ejemplificamos con Amarcord (Fellini), El General Della Rovere (Rosellini) o Un día particular (Scola), entre tantos otros. Un equivalente argentino podría ser el famoso cuento de Bioy Casares y Borges “La fiesta del monstruo”, donde la violencia final antisemita suena impostada, pues lo que realmente les interesaba a los autores de ese gran libelo es acusar al peronismo de vulgaridad lingüística. El narrador desastrado que concurre a la Plaza de Mayo habla un cocoliche entre burocrático y rebuscado, idiomáticamente derrumbado.

Frente a esa crítica, terminante e hiperbólica pero que no hace creíble al “fascismo” de Perón, Borges escribe en cambio el “Deutsches Réquiem”, donde la grave pintura del oficial nazi –un intelectual víctima de un destino catastrófico– intenta ser comprensiva, creíble y trágica. El verdugo nazi y la víctima judía se complementaban, y con ese mismo argumento del tiempo circular, Borges condenó luego a las juntas militares. Borges sabía perfectamente quién era Ernst Jünger, y contrario sensu, el gran filósofo Carlos Astrada, cuando actuó periféricamente en las filas del primer peronismo, llegó a criticarlo sin poner como atenuante su exquisita y siempre reconocida estética de lo aciago. Cuestionó a Jünger precisamente por su tesis de la “movilización total”. Era tocar uno de los núcleos esenciales de lo que, alberdianamente, se condenó como el crimen de la guerra en el siglo XX.

Los sectores medios, como los que en Europa –Italia y Alemania–, hace más de medio siglo, se movilizaban acosados por humillantes derrotas bélicas anteriores junto a la búsqueda de culpables externos, no se dieron así entre nosotros. Aquí el reguero de violencia nacional no siguió necesariamente las formas políticas entrelazadas con una locura mesiánica que pretendía diversas fórmulas mágico-burocráticas de racionalización. Es cierto que en el bombardeo a la Plaza de Mayo se buscaron justificaciones en ideologías egregias. Para los marinos cristianos el “Cristo Vence” y para los militares laicos el fantasma redivivo de Rosas. Eran fórmulas fanáticas y sacramentadas que podrían justificar la masacre de tantas personas. Justificaciones místicas o idólatras que se fueron difuminando, aunque se tomaron su tiempo para hacerlo. Solitarios quedaron los masacrados de la historia, tirados sobre pavimentos y descampados.

La represión con tecnologías delirantes y secretas del 76, en el gobierno de las juntas militares, tuvo revestimiento liberal. Y en lo económico, sabemos cuáles fueron los resultados de estos fotogramas del “capitalismo neoliberal”. Pero en el interior de las mazmorras de exterminio, solía haber ciertas “hipóstasis”: los retratos de Hitler. En su famosa “Carta a la Junta Militar”, uno de los más conmovedores testimonios contemporáneos de denuncia y dialéctica de la esperanza, Walsh dice que los planes de sacrificio masivo de militantes se explicaban por una motivación económica, por la aplicación de un plan trazado por las potencias financieras internacionales. Estas precisas y tan cáusticamente elaboradas sentencias de Walsh sobre las técnicas de tortura y desaparición nos permiten introducir una interrogación sobre esa maquinaria de muerte.

¿Funcionaba como apéndice estricto de los proyectos económicos o tenía un lúgubre goce autónomo, relativamente exento de aquellas determinaciones materiales? Quizás había un autómata exterminador dentro del aparato clandestino del Estado, que se regocijaba turbiamente de esas economías propias de saqueo y la acumulación primitiva devastadora, devorando cuerpos más allá de lo que reclamaba ese mismo plan económico. Ese sería el “neonazismo” oculto de la Gran Represión, que convivía con la frase “los desaparecidos son entelequias” del “liberal” Videla.

Pero era una época en que, todavía, no estaban abolidas las significaciones ideológicas visibles, de plaza pública: nacionalismo, liberalismo, y en un plano más implícito, los diversos populismos, ante los cuales no era necesario que llegaran las más elaboradas reflexiones de Laclau, para intuirlo como una intermediación de nacionalismos democráticos, socialismos populares, jacobinismos republicanos y según los momentos diversos que se atravesaban, proclamas de “capitalismo serio” contra el “indeseable capitalismo salvaje”. Sin duda, una polémica.

El macrismo hace un corte, da un salto definitivo hacia la desconexión total de las ideologías para inaugurar una oscura política pulsional, exacerbando al individuo aislado como un átomo regido por un nuevo tipo de legalidad represiva. El “deseo represivo” es provocado en una nueva definición de un individuo, apenas superficialmente “ciudadano”, pero que expulsó la idea clásica de ley de su clausurada conciencia de hombre unidimensional. Marchamos hacia una concepción de la “ley” que hasta ahora no conocíamos. Es la ley encarnada por el Carro Blindado Antipiquete con Cañón Hidrante. Este artefacto no se halla dentro de la Constitución, sino al revés. La Constitución es su estropajo, su harapo para el guardabarros.  Esto supone la abolición de la norma subjetiva ciudadana, fundada como tal en las diversas vicisitudes de la historia nacional. Es sustituida ahora por la conciencia inmediata, obturada en todos sus poros por el rezo ante el altar del Automóvil Acorazado que actúa en forma intratable, como animal suelto. Verbitsky lo llama teología política, en su última nota en este diario. Dentro de ese carro espectral viajan los voceros escogidos –no son pocos y nos hablan todas las noches– del neofascismo liberal macrista.

La ley moderna, desde el siglo XVIII en adelante siempre se concibió a la manera kantiana –incluso los nacionalismos más “hegelianos” también lo expusieron así–, de modo tal que se relacionase la norma general con la voluntad intrínseca de la persona. La ley moral surgiría entonces de la “voluntaria capacidad de que cada individuo sea un legislador universal”. Lo contrario al blindaje de la conciencia. Era la ley general social reelaborada por una subjetividad abierta del propio “legislador ciudadano”. Yrigoyenismos, peronismos, alfonsinismos, kirchnerismos se convirtieron en el resistente hilo zigzagueante de la reparación nacional democrática, con su más o sus menos y sus préstamos o recelos mutuos. Todos esos nombres se rigieron por ese legado en la interpretación de la ley. Ley social como discusión colectiva y sujetos públicos fusionados en ese debate sobre la norma porosa que hacía a la arquitectura de sus conciencias autónomas.

La novedad es que con el macrismo todo eso ha desaparecido. El fascismo son dos cosas, su nivel historizado y su nivel metafórico. Lo primero, el macrismo no lo frecuenta pues pronuncia palabras republicanas ahistóricas, aunque cada vez menos y sin comprenderlas acabadamente. Pero en el otro plano, su concepción financiera de las conciencias expulsa la ley moral. Concibe apenas conciencias hidrantes, chorros de violencia protocolizada que hostigan cuerpos. Por encima de la ley común hay Protocolos. El Macri-Prinzip, agazapado hasta el momento, ya salió a luz. Actúa al margen de los andamiajes normativos de una trama heredada, imperfecta pero ligada a la idea de hombres sociales libres. El Macri-Prinzip niega todo eso con un complejo y resbaladizo sistema de justificaciones para el pillaje de las conciencias por parte del Estado. El Carro Hidrante-Prinzip va al frente y retrocede un poco. Ejemplo: ataca las bases materiales del cine nacional y al otro día dice que lo “aman”. Las melosas rectificaciones posteriores son la incrustación del melodrama liberal en la conciencia del Protocolo General, y la guía del Carro de Combate Urbano son neometáforas fascistoides que ocupan el lugar de la ley común general.

La voz marginal de Baby Etchecopar, un troll con viscosidades a plena luz que actuaba hace tiempo, se corre progresivamente hacia el centro del sistema macrista. La sociedad argentina, con sus insuficiencias, era una sociedad de debates, una sociedad multilegislativa. La forma abierta de ley hacía que estuviera en los parlamentos y simultáneamente en las conciencias del pueblo del Himno y de la Constitución. El negacionismo macrista, con tantas manifestaciones ya a la vista, implica abandonar esa idea abierta de la ley, esa bellota siempre en debate, por una combinatoria gaseosa y picante. Un neofascismo progresivo, silencioso y sin palabras, con prótesis liberales que cada vez más se alejan de sus actos reales. Ganarle lo más pronto posible las elecciones, lo que no es un sueño descabellado, supone interferir la pesadilla del Gobierno de los Panzer Wagen, adquiridos con el dinero que le falta a la educación, al cine nacional o a la economía popular.

18Abr/170

Qué significa ser maestro

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La escuela pública argentina surge de un gran debate inicial, propio de los comienzos del capitalismo industrial. ¿Hay que educar o instruir? La orientación que surgió siempre en nuestro país y siguió perseverante hasta hoy, fue la de educar. De ahí que su concepto educacional acentuaba lo público, lo colectivo, el sentimiento de participación en un destino común, y de este modo, un sentido de libertad y responsabilidad social. A nadie se lo dirigía hacia la senda de la servidumbre y del menguado aprendizaje, instruyéndolo apenas en la servicialidad a una lógica de sumisión. Este tema del primer nivel de la enseñanza es tan vital que se reproduce en el mundo universitario, donde siempre nos encontramos con la batalla entre formar ingenieros o instruir ingenieros en determinadas tecnologías útiles a ciertas industrias.
Si instruir era crear un nuevo proletario con sus conocimientos sumarios adecuados a la vida industrial que lo masacra, y encerrar allí las conciencias, educar consistía en cambio, en abrir la compuertas de cada alumno a una ciudadanía compleja, a la participación social, a la vocación intelectual y política, a ser hombres y mujeres plenas. Con muchas vicisitudes adversas y proyectos de desmantelamiento diversos de esta concepción humanística, que ocurrieron en demasiados períodos históricos de nuestro país, esta concepción aún sobrevive.
Fue y es la forma educacional crítica e integradora que se mantuvo siempre en el sistema escolar argentino gracias a maestras y maestros que sabían y saben –en un gran legado transmitido de generación en generación- que el protagonista central de la educación es el vínculo asombroso, vital y repleto de emocionante dramatismo entre maestros y alumnos. Ese vínculo nos lleva a una pregunta fundamental de la vida civilizatoria ¿Quién educa a los educadores? Nuestro país siempre mantuvo un horizonte generoso en todo su sistema educacional, un edificio entrecruzado y lleno de escalones interconectados, donde el aprendizaje del que enseña a aprender, la educación del que va a educar, constantemente se realizó como un acto igualitario, sorprendente y esencial. Allí nunca dejó de  considerarse como núcleo fundante la delicada tarea iniciática que supone el primer acto de lectura y escritura.
Ante ello, no puede oponérsele una tabla de inasistencias o de licencias, fruto en gran medida del desprecio salarial hacia los educadores argentinos por parte del gobierno actual. Las estadísticas amenazantes, aunque tomen problemas reales que no es difícil resolver, revelan en cambio el desinterés de los actuales gobernantes, por el núcleo irreductible que mantiene el sistema escolar público: la vocación como saber maestro, el maestro como sujeto vocacional inquebrantable, la presencialidad no como una estadística inerte sino como un pizarrón siempre atravesado por la tiza fundadora, que se hace verbo en la persona de todo profesor y de todo educando.
¿Qué son estos temas gerenciales que regleta en mano condenan a los maestros y maestras a ser sujetos de estadistógrafos represivos y de represiones efectivas al caer la noche? ¡Son pobres hechos magnificados por argumentaciones viscosas ante la gran tarea que a pesar de todas las dificultades, se sigue realizando! Sin duda, es difícil defender la idea de una conciencia como tabula rasa, pero los maestros argentinos están en el centro de una red institucional de múltiples pavimentos, donde en uno de ellos se aloja el núcleo germinativo de algo maravilloso que gracias a ellos nunca dejó de existir. Ellos están siempre en una frontera. Es la frontera donde conviven familias, sociedad, tecnologías, disparidades a resolver, asimetrías a considerar, y fuertes ámbitos de comunidad afectiva irreversible, donde se zambullen en la página en blanco del primer cuaderno escolar, los que luego mantendrán ese iluminado momento en su evocación más sensible.
Por esa epifanía, por llamarla así, han pasado el científico que ha trabajado muy poco tiempo atrás en la construcción de satélites, pasaron los trabajadores argentinos con sus distintos niveles de especialización, los que mueven las máquinas de las fábricas, y deberán pasar los desplazados de hoy para ingresar al torrente de los protagonistas de la vida diaria, la vida social, política y cultural, pasaron los novelistas que han inventado personajes como Erdosain, Emma Zunz, Megafón, Mascaró o La Maga, el ingeniero que ha construido radares o el arquitecto que pensó ciudades laborales donde no se anulara un sentido de sociedad habitable y justa.
Todos vistieron su guardapolvo blanco de formación inicial, vivieron en la escuela su inmersión en la lengua, se asombraron por poder leer, por ingresar en el mundo de los símbolos, por comenzar a saber que vivirían de ahora en adelante en medios sociales amplios, incitantes y conflictivos.
Enseñar es un dramático y sensible acto valorativo que tiene normas y pasos progresivos, pero siempre como una suma de momentos repentinos y descubrimientos maravillosos que ocurren como quien se zambulle al mar. Todo eso se da en la escuela y auspiciado por su personaje central: el vínculo entre docente y alumno, que no es un vínculo administrativo, sino la construcción de la razón educativa, pedagógica, cívica y ética. La escuela argentina fue y es la sede de esa ética de la responsabilidad educativa y de la convicción, del estilo productivo que tienen los saberes. A todo este conjunto, que es el armazón intelectual y moral de una nación, quieren destruirlo. Quieren demolerlo considerando el presupuesto educativo como un gasto a ser comprimido, a la educación una mercancía, a la red de escuelas públicas como un depósito de inutilidades improductivas, al cuerpo de maestros y maestras como personajes prescindibles y reemplazables por nuevas formas pedagógicas, vecinas al entrenamiento, al couching, a la regimentación de conciencias, al acuerdo con corporaciones privadas que consideran la educación un negocio, lo que excede en mucho la distinción entre escuelas privadas y públicas, entre presentismo y ausentismo.
Desarmar el cuerpo docente nacional  es una empresa persistente del gobierno. Retirar la paritaria nacional es un hecho económico que tiene repercusiones en el desprecio por la enseñanza,  realizar pruebas ficticias para demostrar que habría un abrumador fracaso escolar en la escuela pública es una maniobra ya intentada muchas veces, que desconoce la fibra interna del acto de enseñar, que nunca es un registro acumulativo de conocimientos lineales. En cambio, así se lo quiere ver, para aplanar la escuela pública con una hipótesis sobre el conocimiento que sumerja a alumnos y docentes en una cadena de montaje tecnológica, que en vez de poner a  estas al servicio de la enseñanza humanística calificada, pone a esta al servicio de nuevos actos de dominación de burocracias mercantiles de la educación.
La cuestión salarial no es separable de la cuestión educativa, de su debate entre los mismos docentes, de su reconstrucción desde la  degradación a la que los someten las políticas gubernamentales –para después acusar de que reina en ellas un bajo nivel educativo-. Marchemos hacia la posibilidad de realizar medidas de lucha cada vez más sensibles a la complejidad de este momento crucial. Ser maestro es cada vez más una frontera trascendental y perentoria para todo el movimiento social argentino. El apoyo a CTERA, a todos los gremios docentes puestos de pié, a esta escuela itinerante y a los maestros y maestras argentinas, es un imperativo de la conciencia pública, democrática y pedagógica nacional.

 

 Declaración de Carta Abierta, 17 de abril de 2017

12Abr/170

La inflación y el discurso encubridor de “Cambiemos”

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Guillermo Wierzba * (Especial para sitio IADE-RE) | El autor desarticula el argumento oficial sobre la inflación y revela la intencionalidad de su uso: ajustar salarios a la baja y ampliar el excedente de los grupos económicos.

En los 12 años de gobiernos de signo democrático, nacional y popular se desplegaron políticas que reconstruyeron la lógica de la institucionalización de la negociación paritaria en el mercado de trabajo formal, a la vez que produjeron una disminución sustantiva de la tasa de desempleo y una suba -aunque parcial- de la tasa de trabajadores que se encuentran contenidos en ese sector formal respecto del total. Estas reformas fueron posibles tanto por un cambio de la política económica que revalorizó el papel del mercado interno como espacio de dinamización de la demanda agregada y la sanción de instrumentos legales que las habilitaron.

En el comienzo del segundo año del tercer período de carácter neoliberal que se abrió en la Argentina, el presidente Macri en su discurso de apertura de sesiones del Congreso Nacional sostuvo que la “la inflación es tóxica. Destruye el salario de los trabajadores, dificulta ahorrar, paraliza la inversión y nos impide mirar a largo plazo”.  En el típico estilo discursivo de los gobiernos del capital concentrado y las oligarquías tradicionales, el presidente argumentó sobre la necesidad de reducir la inflación como la cuestión clave de la política económica. Su intención es adjudicar a ese fenómeno el carácter de “mal absoluto” y, en consecuencia, proclamar la búsqueda de ese objetivo colocado en el lugar central de su gestión de la economía.

Hay una predilección del discurso oficial -tributario del dogma neoliberal- en designar la inflación como el impuesto de mayor regresividad. El 1 de marzo Macri decidió ir al grano argumentativo de los planes de estabilización tradicionales de las derechas restauradoras del poder oligárquico, ha dicho, como fue citado, que la inflación es la destructora del salario de los trabajadores. Sin embargo es un registro histórico que estos gobiernos de derecha han conducido siempre hacia una redistribución regresiva del ingreso y un descenso de la participación de los asalariados en el reparto del mismo.

El gobierno de Macri, siguiendo la tradición de las gestiones conservadoras y neoliberales, se empeñó en avanzar en la desarticulación de los esfuerzos estatales por construir intervenciones en la formación de precios que apunten a consagrar una distribución del ingreso que mejore la participación de los asalariados y, pese a la perorata anti inflacionaria, el primer año de este tercer ciclo neoliberal finalizó con una tasa de inflación sustantivamente superior al de todos los años de los gobiernos kirchneristas y, a la inversa que en la mayoría de ellos, el salario medio de los trabajadores descendió, haciéndolo en un registro también inédito en todo el período anterior  (por ejeneplo, una tasa del 6,5% interanual para noviembre de 2016 surge de los datos del informe de CIFRA – CTA, febrero 2017).

La lógica de la inflación en ascenso en el período de gobiernos kirchneristas estuvo determinada por la resistencia a las mejoras salariales por parte de los empresarios que defendían su tasa de ganancia,  sumada a las conductas de las grandes firmas formadoras de precios empeñadas en capturar los beneficios producidos por una etapa de importante y rápido crecimiento económico. La vigencia de paritarias libres y los dispositivos -aunque erráticos e insuficientes- de intervención y regulación de precios permitieron la suba de los salarios reales en la economía.  Fabián Amico concluye en su investigación “Los salarios reales en el largo plazo. Surgimiento de un nuevo piso estructural de las remuneraciones en Argentina” (CEFID-AR, marzo de 2015)” que en relación a su ascenso “se destaca su persistencia: no hay prácticamente comparación con otra etapa histórica ya que la década 2004-2013 es el período más largo de la historia argentina mostrando aumentos persistentes del salario real. En segundo lugar, se destaca la velocidad de crecimiento: en el lapso 2003-2013 el salario real crece a un ritmo del 4,6% anual mientras el PIB por ocupado lo hace al 2,9% anual promedio”.

En cambio, las razones de la escalada de precios del período del gobierno de Cambiemos se desencadenó por el cambio de precios relativos devenido de la devaluación, la quita de las retenciones, la suba descomunal de las tarifas de servicios públicos y la desarticulación de las políticas tendientes a la contención de los precios. O sea, una inflación que no refleja la resistencia empresaria a la suba del salario real sino la ofensiva de los dueños del poder económico por reducirlo, ampliar el excedente y apropiárselo. Ofensiva habilitada por medidas de un gobierno cuya composición y elenco de funcionarios exponen cabalmente los intereses de ese poder.

A pesar de las palabras que asignan a la inflación el carácter de destructora del salario, que declamaban la preocupación por defender los ingresos de los trabajadores, en el discurso mencionado el presidente fue recurrente en el intento por pautar la tasa de aumento salarial  -entre el 12 y el 17%- que según su criterio deberían discutir las paritarias en el sector privado requiriendo a empresarios y trabajadores poner atención sobre la misma que es la tasa de crecimiento de precios que se fijó como meta el Banco Central. O sea que, mientras enuncia el objetivo de defender el salario, el instrumento elegido sería evitar que este crezca nominalmente compensando el desfasaje del año anterior más la inflación esperada para el presente, como piso.

Es la vieja y falsa promesa de los gobiernos antipopulares: mejores sueldos mañana provendrán de admitir su descenso hoy, la mejora de la tasa de ganancia presente garantizaría mejores ingresos fijos mañana. En el año 2016 los funcionarios de Cambiemos estrenaron su política de comunicación anunciando una tasa de inflación esperada del 20% o apenas superior al mismo y ésta terminó orillando el doble de lo prometido. La subestimación del índice, si hubiera sido consensuada para la negociación paritaria -con ajustes salariales aun inferiores a los que se produjeron- habría significado un mayor retroceso del salario medio real y una caída del PIB aún mayor a la que se produjo (3,8% para el tercer trimestre de 2016 acelerando el 2,4% del primer semestre; CIFRA- CTA – informe febrero 2017). Por su parte la caída del empleo, los despidos y la desocupación también hubieran sido agravadas respecto de la dinámica crítica que tuvieron: entre diciembre de 2015 y febrero de 2016 se despidieron 249.153 trabajadores, correspondiendo el     60,85% al sector privado y el 30,15% al público (CEPA, documento de trabajo Nº8, 2017).

Los primeros meses del presente año arrojaron incrementos de precios que descolocan y desmienten la posibilidad de que se verifique en la realidad la inflación, objetivo del Banco Central, coincidiendo con la conducta del año pasado. Queda explícita, entonces, la metodología intencionada que se utiliza desde el BCRA de fijar una tasa de inflación meta inferior a la razonablemente esperada, comportamiento que persigue el fin de ajustar salarios a la baja, refrendado por el presidente. Fue lo no dicho en el discurso de Macri, pero resulta de las políticas y el tipo de comunicación elegida: bajar el salario, aumentar la tasa de ganancia y, sobre todo, incrementar la renta agraria y financiera que constituyen ingresos de los sectores privilegiados y “elegidos” por el gobierno neoliberal de la tercera fase, como lo fueron también en las dos primeras. Entonces el discurso de Macri no busca explicitar sino encubrir su programa y su diseño de país, encubrimiento siempre necesario para los gobiernos que defienden intereses minoritarios pero que necesitan construir hegemonía y consenso para mantenerse en el poder, conquistando densidad electoral.

Pero no sólo hay discurso encubridor, también hay abandono de la sustancialidad republicana, cuando se incumple con lo legislado buscando interpretaciones que contradicen el sentido de la ley o intentan construir el condicionamiento de otros poderes del Estado, o directamente omiten o parcializan la aplicación de dispositivos legales en su sustancia. Son ejemplos de estas conductas la no convocatoria a la paritaria nacional docente, el intento de modificar el índice de ajuste jubilatorio dispuesto por ley mediante una resolución de menor jerarquía y la aplicación del Banco Central a priorizar con exclusividad  la consecución de una meta inflacionaria obviando que los fines dispuestos por la Carta Orgánica aprobada en el año 2012 son de carácter múltiple y definen que la entidad debe ocuparse también del empleo y el desarrollo con equidad social. Todas estas políticas afectan o intentaron/intentan hacerlo negativamente a los sectores de ingresos fijos. La primera busca fracturar la negociación salarial para debilitar a los docentes en su lucha por un aumento que recomponga sus ingresos, la segunda hubiera implicado una caída en el ajuste a los jubilados, la tercera importa el mantenimiento de tasas de interés elevadas.

Las tasas de interés altas significan un beneficio directo a la renta financiera, en una economía en la que se han eliminado, desde este mismo gobierno, los controles al ingreso y egreso de capitales. Esas tasas estimulan la entrada de capitales especulativos con una conducta destinada a la obtención de altas ganancias en el corto plazo sin actividad productiva alguna. Por otro lado, el enfoque teórico de aplicar altas tasa de interés para bajar la inflación sostiene que ésta es causada por excesos de demanda que no pueden ser atendidos por la oferta y que ese supuesto desequilibrio debe ser corregido deprimiendo la demanda agregada, o sea el consumo y la inversión, mediante un ajuste que enfríe la economía. Ese enfriamiento provocaría una caída en el nivel de empleo que debilitaría, por la precarización laboral, el poder de negociación sindical y permitiría la contracción de los salarios reales.

Así el enfoque de Metas de Inflación aplicado por el BCRA desnuda el carácter encubridor de un discurso que proclama una lucha contra ésta bajo la advocación del beneficio a los trabajadores. La lógica de este régimen que enamora a Sturzenegger explica los enunciados y preparativos para el intento de introducir reformas institucionales en el mercado de trabajo de carácter “flexibilizador”, eufemismo que designa -a la vez que encubre- la vocación por precarizar la legislación laboral.  El discurso neoliberal del gobierno va por la recuperación de la condición de pensamiento “único y objetivo” en el debate económico. Cabe evocar, para quitarle ese velo de “neutralidad”, la caracterización del economista y revolucionario ruso Nicolai Bujarin quien adjudicó a la economía marginalista (reconocible hoy con el nombre de economía neoclásica) el carácter de “economía política del rentista” y afirmó, ya hace más de un siglo, en un texto concluido en 1914, que: “La evolución capitalista ha asistido en las últimas décadas a una rápida acumulación. Como resultado del desarrollo de las diferentes formas de crédito, la plusvalía acumulada es apropiada a menudo por individuos que no tienen a menudo ninguna relación con la producción. El número de estos individuos crece continuamente, al punto de llegar a conformar una clase social: la de los rentistas”. Esta evocación de un texto ya centenario es para develar el fin que los neoclásicos han perseguido, y en buena parte logrado cuando se constituyeron en soporte teórico de los gobiernos neoliberales, de ser reconocidos como portadores de la verdad objetiva en el ámbito del pensamiento económico. Ambición que desnudaron claramente con el cercenamiento del nombre de la disciplina cuando mutaron el de Economía Política por “La Economía” a secas.

Las altas tasas de interés y el escandaloso pago a los fondos buitre constituyen muestras de los beneficios que el gobierno de Macri ha otorgado a la escoria de esa clase de rentistas a la que ya se refería Bujarin, y que hoy opera a nivel global apropiándose de los recursos de las naciones más pobres y de las clases populares. Lo dicho por el discurso presidencial, citado al principio,  también encubre, cuando se refiere a los efectos de la inflación sobre el ahorro y la inversión, que la política que lleva a cabo el gobierno remunera altamente a la inversión especulativa y provoca el desestímulo de la productiva al deprimir la demanda agregada, produciendo la caída del PIB e impactando también en la erosión del tamaño del mismo para el futuro porque, como se demuestra en enfoques de la economía heterodoxa, las caídas en el producto del presente importan una afectación en las potencialidades de su nivel futuro.

* Economista.

12Abr/170

CASH  

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Efectos de la megadevaluación de Macri

​2 de abril de 2017​


Decisión innecesaria

Por Alejandro Rofman *

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Se discute mucho en estos días, con el tema del dólar a futuro, quiénes son los responsables de esa maniobra especulativa, que llenó los bolsillos de pocos y produjo una sensible erogación de fondos del Banco Central el año pasado. ¿Por qué tuvo el Estado que afrontar ese costo y quiénes se beneficiaron con la jugada especulativa? Este interrogante es clave en esta encendida discusión aún cuando todavía el Poder Judicial no ha sancionado a los verdaderos responsables. No se discute otra cuestión fundamental ligada al negociado del dólar a futuro. Se trata de la modificación del tipo de cambio ocurrida apenas asumió Mauricio Macri la Presidencia de la nación. 

Antes de las elecciones redacté un texto que circuló por las redes sociales. Fechado a inicios de noviembre del 2015, afirmaba que si ganaba el actual presidente, el precio del dólar aumentaría entre 50 y 60 por ciento para llegar a 15 pesos por unidad. No me equivoqué. Con la excusa de sincerar las variables macroeconómicas y anular el supuesto aislamiento argentino del mundo, el nuevo gobierno dejó sin efecto el sistema regulatorio del manejo de las divisas. Se pasó a otro escenario de total libertad en el movimiento de moneda extranjera.

 Con la devaluación de más del 50 por ciento, por la presión de especuladores (grandes ahorristas insatisfechos), filiales de empresas deseosas de girar sus utilidades a las casas matrices y consumidores de bienes no indispensables se justificó la medida alegando efectos beneficiosos significativos. Se aseguraba que iba a haber una “lluvia” de dólares, que se estimularía decididamente las ventas de productos nacionales al exterior, y que la economía podría crecer sensiblemente porque desaparecerían las restricciones o regulaciones de bienes de capital y productos intermedios importados. Nada de eso ocurrió, como se sabe. La economía se derrumbó, las exportaciones apenas subieron 2,2 por ciento, con caída de las de origen industrial, y el rubro de bienes de capital e intermedios observó datos negativos por el deterioro industrial de cerca del 5, por ciento en comparación al 2015.

En el texto citado de mi autoría, predecía que el salto inflacionario iba a ser inevitable como en otras ocasiones de devaluaciones elevadas, lo que supondría una reducción del ingreso real de trabajadores activos y pasivos, que constituyen la mayor parte del empleo en la Argentina. No solo esto tuvo lugar, sino que se pretendió limitar el aumento salarial vía paritarias, lo que se logró finalmente, porque se le mintió a la población diciéndole que no habría aumento de precios pues ya estos habían sido calculados con la cotización del dólar ilegal. Con los jubilados fue peor porque el aumento de haberes resultó 13 puntos porcentuales menor que la tasa de inflación.

Sin embargo, tan grave como lo antedicho, fue el engaño que se instaló luego que, ya cerrado 2016, se conoce cuánto variaron las ventas de bienes nacionales al exterior y cuál fue el impulso al crecimiento económico que provocaron las modificaciones en valor y en volumen de las normas sobre el precio de la divisa y modalidades del comercio exterior. 

¿Quiénes fueron entonces los reales ganadores de este engaño? Recordemos que el candidato del FPV afirmó rotundamente que nunca variaría de un modo significativo el tipo de cambio, sino que sería gradual en relación a la variación de su nivel de competitividad. No hay dudas al respecto. Además de los funcionarios que apostaron a obtener grandes beneficios con la devaluación en la determinación del dólar a futuro, aparecen como grandes favorecidos sectores del poder económico ligados estrechamente a la nueva conducción política. Entre ellos, se destacan los exportadores de soja y maíz, cuando ya se habían realizado las respectivas siembras, por lo que nunca la devaluación (además de la quita o reducción de retenciones) les podía servir como aliciente para expandir sus siembras. Lo mismo ocurrió con los que manufacturaban productos siderúrgicos (el complejo Techint) los que producían agroalimentos (Arcor, Molinos Río de la Plata) y otros grupos económicos. O ya habían sembrado o manufacturado sus bienes exportables o enfrentaban mercados externos muy complicados. Ellos dependen para sus ventas de la demanda internacional (entonces y hoy), en baja o estancamiento, y los precios de las transacciones se deciden en otros ámbitos ajenos al  mercado argentino.

 Lo que en última instancia le interesaba a quienes aplicaron la fuerte devaluación, y trataron de disimular sus efectos con las excusas inválidas que arriba citamos, fueron los que remesan utilidades o especulan con inversiones financieras “golondrinas” o adquieren bienes de consumo altamente sofisticados (autos de alta gama, por ejemplo). No nos equivocamos en el documento de noviembre de 2015 cuando decíamos que no debía devaluarse bruscamente. Era preciso seguir administrando el comercio exterior para evitar el ingreso de bienes que sustituyan producción local (como ocurre hoy), ni acordar con los fondos buitre para desarmar los controles financieros que impedían la especulación de corto plazo y facilitar así el creciente endeudamiento externo. Queda para el futuro reconstruir una política de control económico–financiero que sirva a los intereses de la mayoría del pueblo y no a las ansias de lucro de una minoría.

* Doctor en Economía (Universidad Nacional de Córdoba, 1963). Doctor Honoris Causa (Universidad Nacional de Rosario, 2015).


Judicialización de  la política económica

Camino peligroso

Por Andrés Asiain *

Las acusaciones contra la ex-presidenta y varios de sus funcionarios motivadas por la venta de dólar futuro, abre el debate sobre si es posible y deseable la judicialización de la política económica. La denuncia se basa en afirmaciones de haber “regalado dólares” en detrimento del patrimonio público ya que los contratos fueron realizados a un precio de venta 30 por ciento inferior al precio del mercado de Nueva York.

Al respecto, ¿cómo es la operación del BCRA cuestionada por la oposición, cuyo nombre técnico es Futuro No Entregable (NDF, por sus siglas en inglés)? Lo primero que debe aclararse es que no se trata de ventas de dólares a futuro, sino de un contrato en pesos sobre el valor futuro del dólar. Es decir, el que compra dólares NDF a un año a 13,20 pesos no recibirá dólares por ese monto cuando se cumpla el plazo del contrato. Recibirá (o pagará) la diferencia en pesos entre la cotización del dólar oficial en un año y el valor del dólar en el contrato NDF. Por ejemplo, si en un año el dólar oficial está a 13 pesos, el que compró hoy el NDF al Central 13,20 pesos tendrá que desembolsar 20 centavos de pesos. Es decir, que esas operatorias comprometen ganancias o pérdidas en pesos, pero no afectan las reservas del BCRA. 

Por su parte, el hecho de que en Nueva York, los NDF sobre el tipo de cambio futuro del peso en relación al dólar supere el valor de esa operatoria en Buenos Aires, no puede ser el fundamento de ninguna denuncia penal.

En Nueva York, la diferencia entre el valor del cambio peso/dólar a futuro pactado en los NDF y el que efectivamente rija al cumplirse el tiempo del contrato, se salda en dólares. Es decir, si hoy compro dólares a futuro a 15 pesos en Nueva York y una vez vencido el plazo el dólar oficial está a 13 pesos, la diferencia se salda en dólares (15 centavos de dólar, que sería el valor de los 2 pesos al hipotético cambio futuro). En cambio, el mercado en Buenos Aires opera en pesos, por lo que no hay arbitraje ya que las condiciones en ambos mercados son de difícil alcance y existían restricciones a la compra/venta de dólares. 

De esa manera, sostener que el BCRA no puede vender futuros a un valor menor al de Nueva York implica señalar que la política cambiaria argentina no la tiene que determinar el Banco Central, tal como le está encomendado por su Carta Orgánica, sino un grupo de operadores financieros estadounidenses. 

La operatoria en que se basa la denuncia judicial es una política económica que se implementó para contener la devaluación a finales del mandato de Cristina Kirchner que tuvo como resultado un determinado costo fiscal cuyo tamaño fue determinado por otra política económica: la devaluación implementada en el marco de la desarticulación de los controles cambiarios aplicados por el gobierno de Mauricio Macri. Y que podría ser, por lo tanto, materia también de controversia judicial. 

Al respecto, la política de tasas y absorción por Lebac del Banco Central tuvo un costo fiscal que casi duplicó las pérdidas de esa entidad por dólar futuro. Tomando como base el fallo Bonadio, una serie de diputados de la oposición inició por ello una denuncia penal.

Excluyendo casos de medidas con costos fiscales destinados a favorecer a grupos empresariales vinculados, se abre el debate social sobre la conveniencia o no de judicializar la política económica y sobre quienes deben determinar si el resultado de una determinada política puede ser considerado o no un delito, no en beneficio personal, sino en desmedro de la sociedad en su conjunto. ¿Debe considerarse un delito el incremento de la pobreza generado por la suba del dólar y las tarifas durante el primer año de gestión de Cambiemos? ¿Lo es el costo fiscal y externo del pago a los fondos buitre? ¿No deberá juzgarse como tal el deterioro del nivel de vida de las próximas generaciones provocado por la actual política de endeudamiento externo?

* Economista. Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche.


La definición  del tipo de cambio

Precio estratégico

Por Guillermo Wierzba * 

La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central sancionada en 2012 tuvo como objetivo ampliar el rol de la institución asignándole cuatro fines: la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo con equidad social. Esta modificación fue de trascendencia porque significó la asunción de objetivos múltiples en reemplazo de lo establecido por la ley promulgada durante el régimen de convertibilidad que definía como misión primaria y fundamental la defensa del valor de la moneda, limitándose sólo al primero de los fines asumidos por la legislación actual.

La asunción de esos objetivos múltiples se extiende al articulado de la ley que faculta al Banco Central a regular tasas de interés, a determinar medidas de direccionamiento de los préstamos y otras del mismo carácter, o sea a funciones que implican su participación en las definiciones de precios y cantidades para la orientación del crédito a fin de alcanzar los fines enunciados. Estas atribuciones se desprenden de lo dispuesto por el artículo 18 inciso a) que también dice que el BCRA “podrá comprar y vender a precios de mercado, en operaciones de contado y a término, títulos públicos, divisas y otros activos financieros con fines de regulación monetaria, cambiaria, financiera y crediticia”, así la regulación posible no se resume en el manejo de la cantidad de dinero sino también en el de la tasas de interés, en asignaciones cuantitativas del crédito –por ejemplo a pymes o regiones–, en regulaciones del precio de la divisa, en la determinación de límites o restricciones a su compra y venta.

El cambio en la Carta Orgánica ha resultado clave en términos de recuperar grados de libertad para intervenir en la economía en los temas que le compete al BCRA para lograr sus objetivos. Las políticas de anti-represión financiera que se habían desplegado en la desregulación de las tasas de interés dejando su fijación al libre mercado y también habían dispuesto un retiro de las regulaciones y limitaciones cuantitativas en las finanzas condujeron a crisis financieras y a una asignación del crédito que en nada favoreció al crecimiento industrial y al desarrollo económico. Estas políticas sumadas a otras de asignación de recursos por medio de las señales de precios de libre mercado promovieron la concentración de la riqueza y causaron el estancamiento del Producto y la desindustrialización durante el último cuarto del siglo pasado. Contribuyó a estos efectos devastadores la Ley de convertibilidad que impedía la flexibilidad en la administración de la política cambiaria.

El tipo de cambio es un precio clave de la economía. Esa importancia es más intensa en nuestro país, como en el conjunto de las economías periféricas cuyas monedas no han adquirido el carácter de divisas, es decir que no son aceptadas para funciones que exceden su ámbito local, pues la disposición de monedas que reúnan esta característica es indispensable para poder impulsar un proceso de desarrollo sostenido, en tal sentido es un recurso estratégico. 

En Argentina la restricción externa que irrumpió cíclicamente luego de las fases de crecimiento y expansión da cuenta de ello. La experiencia vivida enseña que regulación cambiaria constituye una necesidad.

Los mercados son ámbitos de transacciones, o sea de ventas y de compras. Un debate recurrente entre las distintas corrientes de pensamiento económico se suscita alrededor de la conveniencia respecto a que los precios en los mercados queden sujetos a la determinación privada, es decir al resultado de las negociaciones entre oferentes y demandantes, a la determinación estatal, a una combinación de ambas, a lógicas de acuerdos. Para  corrientes que pretenden programas transformadores y críticos de las lógicas neoliberales,la definición pública de los precios de los bienes y servicios que atienden a los derechos económicos y sociales tienen el objetivo de garantizar que su acceso sea universal. Por otra parte, esos enfoques sostienen que en mercados muy concentrados –que en las economías actuales son predominantes– la intervención en su determinación apunta a evitar la imposición de condiciones por parte de los oligopolios. Los exponentes de la teoría del desarrollo han señalado que los mercados de recursos estratégicos requieren de la determinación de precios que modifiquen las señales mercantiles, porque éstas no resultan buenas asignadoras de los mismos.

Sin embargo, un fallo judicial de segunda instancia, en relación a las ventas de dólares en el mercado futuro sostiene que “determinar el precio de intervención en los mercados no es ofertar a precio de mercado” y a su vez afirma que se “vendieron dólares a futuro a precios sometidos a una cotización cambiaria de naturaleza administrativa y no de mercado”. Juzga desde un fundamentalismo liberal extremo la no pertinencia de la intervención pública para modificar señales de precio o establecerlos en un dispositivo de mercado, y en la práctica ilegaliza una regulación efectiva del BCRA sobre el cambio, que es una de las herramientas con que cuenta para alcanzar sus fines. Dictamina sin reparar en el carácter estratégico que tienen las divisas para el desarrollo nacional y el bienestar social. En el mismo fallo se le da entidad al mercado ilegal de divisas (denominándolo paralelo). Corresponde explicitar que el BCRA no intervino arbitrariamente sino con un criterio técnico específico, pero aunque el mismo hubiera sido más laxo o hubiera operado con más discrecionalidad para garantizar su objetivo regulatorio, tampoco hubiera sido reprobable.

En el fallo en primera instancia que lo antecedió se sostiene que el BCRA debió emitir dinero para cubrir posiciones vendidas de futuro y ello provocó inflación. Esta sentencia le reconoce al diagnóstico monetarista categoría de verdad sancionando que la emisión provoca inflación. Desde otras corrientes, de carácter heterodoxo y/o crítico, se sostiene con sólidos fundamentos que la inflación fue provocada por la gran devaluación que causó la liberalización cambiaria dispuesta por la nueva gestión y la forma en que se hizo. 

Así sectores del Poder Judicial fallan sobre la base de la adopción del enfoque teórico de la economía ortodoxa como verdad irrefutable y de cumplimiento sin alternativas, y pretenden castigar el ejercicio del poder regulatorio de autoridades que no adhieran a las lógicas del paradigma de la globalización financiera.

Así mediante la judicialización de la política económica y basándose en la naturalización de las consignas de los grandes centros del poder financiero se procede a impulsar la condena de quienes en el ejercicio de funciones, legal y legítimamente asignadas, se basaron en un pensamiento nacional autónomo de imposiciones externas, así como también se intenta construir un precedente respecto a la inmutabilidad de una manera de pensar y formular las políticas económicas.

* Economista