JORGE MOLINERO 18/07/2016
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RESUMEN
¿Cuáles de las tesis de Lenin sobre el imperialismo se mantienen vigentes a cien años de su formulación y veinticinco de la disolución del campo socialista? ¿Qué cambios en la realidad económica, social y política las alteraron? ¿Era correcta la definición de superimperialismo de Kautsky? ¿Está desarrollando China las características de país imperialista? ¿Qué cambios se produjeron en las clases trabajadoras en Europa? ¿Cuál es la importancia de “El Imperialismo” de Lenin para los países dependientes? Esos son algunos de los principales interrogantes que el trabajo analiza, así como las consecuencias políticas de estos cambios. Cien años con su historia justifican su revisión.
PALABRAS CLAVE
Reconfiguración de las potencias imperialistas – Estados Unidos y China - Crisis económicas - Ascenso y caída del socialismo – Cambios en las fuerzas productivas – Clase obrera – Capital financiero y capital industrial
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1.- Introducción
En la primavera europea de 1916 Vladimir I. Lenin escribía “El Imperialismo, fase superior del capitalismo” (1) en Zurich, Suiza, donde estaba refugiado de la persecución zarista por su actividad política revolucionaria.
Europa estaba inmersa en la Gran Guerra (1914-1918), así se conocía en su época a la Primera Guerra Mundial que congregaba al Imperio Alemán, el Imperio Austro-Húngaro y el Imperio Otomano (“Potencias Centrales”) de un lado, y el resto de las potencias europeas del otro (la “Triple Entente”) formada por el Imperio Británico, el Imperio Ruso, la Francia colonialista, más Italia y otros). Estados Unidos aún se mantenía neutral y entraría en el conflicto recién el 2 de Abril de 1917, a posteriori del inicio de la revolución rusa (febrero de 1917). Se mantuvieron al margen del conflicto los países escandinavos, España y el paraíso fiscal Suiza.
La era del imperialismo había comenzado alrededor de 1875, en la definición del historiador marxista Eric Hobsbawm (2) con la colonización masiva de territorios africanos, de Asia y de Medio Oriente. Las guerras mundiales fueron la forma de reacomodar las esferas de influencia de las principales potencias imperialistas. El ensayo popular de Lenin es un libro de divulgación y formación para la militancia de obreros y cuadros políticos del partido Bolchevique en Rusia, cuando Lenin aun no suponía inminente el estallido de la revolución en su país.
Repasaremos brevemente las condiciones del capitalismo para la época en que fue escrito el ensayo, las tesis de Lenin en ese contexto, y finalmente nos volveremos a preguntar sobre la etapa actual del capitalismo. Cien años con su historia lo justifican.
2.- La Europa de 1916 y el “Imperialismo” de Lenin
Al momento del estallido de la Primera Guerra, el centro del capitalismo estaba en Europa, con preeminencia británica. En Europa continental el país más desarrollado era Alemania, seguido por Francia. El desarrollo alemán comenzó a tomar impulso a partir de la unificación de sus distintos estados para la década del setenta del siglo XIX, bajo la hegemonía prusiana. Fuera de Europa ya descollaban los Estados Unidos, cuyo producto bruto estaba superando al de Gran Bretaña, y en menor medida Japón.
Karl Marx ya había previsto la tendencia del capitalismo a la concentración monopólica (3), mucho antes de que esta tendencia fuese una realidad en los países capitalistas. Marx escribió la mayor parte de su obra en Inglaterra que era en aquellos momentos el único país con un desarrollo capitalista importante.
El cambio que se produce entre el desarrollo del capitalismo competitivo tal como brotó en Inglaterra y la concentración monopólica con la emergencia de un capital financiero independiente del capital industrial es analizado por Lenin en su ensayo.
Al inicio del capítulo 7 Lenin hace una apretada y didáctica síntesis del concepto de imperialismo, que aquí reproducimos:
“Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente repartido.”.
Y poco más adelante, en el mismo capítulo:
“….conviene dar una definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales siguientes, a saber: 1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este "capital financiero", de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes. El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del mismo entre los países capitalistas más importantes.”
Lenin, utilizando las estadísticas disponibles en esos momentos, describe el proceso de concentración industrial y financiera, especialmente en Alemania y Estados Unidos, que por ser representantes de la segunda ola de crecimiento capitalista tuvieron que utilizar en sus inicios una estructura proteccionista que reforzó esa misma concentración. A diferencia de Inglaterra - donde el resultado natural de un capitalismo competitivo fue una gradual y progresiva concentración ante cada avance tecnológico y la acción “depuradora” de las crisis periódicas de sobreproducción - en los nuevos países industriales muchas ramas se concentraron desde casi el inicio de su capitalismo nacional. Fue la estrategia del proteccionismo industrial – y un extraordinario esfuerzo en ciencia y técnica - que los conducía a cerrar la brecha con el pionero británico. Más adelante en el tiempo, una vez que hubieron logrado la madurez de sus propios desarrollos industriales, serían los nuevos campeones del “libre comercio”, pateando la escalera que les permitió llegar a la cima para que no suban otros, como nos lo recuerda Ha-Joon Chang (4) en su libro homónimo al citar la frase del economista alemán Friedrich List (1789-1846).
Sobre la tendencia hacia la concentración en el primer capítulo Lenin indica que “Es extraordinariamente importante hacer notar que, en el país del librecambio, en Inglaterra, la concentración conduce también al monopolio, aunque un poco más tarde y acaso en otra forma” y luego “Medio siglo atrás, cuando Marx escribió "El Capital", la libre concurrencia era considerada por la mayor parte de los economistas como una "ley natural". La ciencia oficial intentó aniquilar por la conspiración del silencio la obra de Marx, el cual había demostrado, por medio del análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre concurrencia engendra la concentración de la producción, y que dicha concentración, en un cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio. Ahora el monopolio es un hecho. Los economistas escriben montañas de libros en los cuales describen manifestaciones aisladas del monopolio y siguen declarando a coro que "el marxismo ha sido refutado". Pero los hechos son testarudos -- como dice un refrán inglés -- y, de grado o por fuerza, hay que tenerlos en cuenta.”
Cien años después de estas palabras, cualquier parecido con la realidad actual no es mera coincidencia. Los defensores actuales del “neoliberalismo” siguen sin incluir en sus análisis la existencia dominante de los monopolios y la concentración, insistiendo en los beneficios universales de la libre competencia.
En el capítulo 6 Lenin analiza el reparto del mundo por las grandes potencias, indicando que en un cuarto de siglo tomaron el 90 % de África, casi llegaron al 100 % de la Polinesia y subieron los elevados porcentajes que ya tenían en los otros continentes.
Es Inglaterra el poder colonial más extenso en ese período, ya que sumando Canadá, Oceanía, la India y sus posesiones en Asia y África llegaba, al inicio de la Primer Guerra Mundial, a los 33,8 millones de Km2.
Las posesiones del imperio zarista en aquellos momentos eran las que están más allá de los Urales con sus yacimientos de petróleo y gas, un conjunto de países de tradición islámica más los territorios de Bielorusia, Ucrania, Georgia y Polonia. Francia concentraba sus posesiones en África e Indochina. Portugal y Bélgica también tomaron importantes posesiones coloniales.
Frente a esos valores, las posesiones coloniales alemanas al inicio de la guerra no alcanzaban los 4 millones de Km2, lo que la ascendente burguesía alemana consideraba un desbalance del reparto previo, dada la potencia industrial del nuevo país.
La otra categoría que desarrolla Lenin, en paralelo con la de colonias formales, es la de semicolonia. Uno de los ejemplos destacados de país semicolonial citado por Lenin es la Argentina.
Es importante la crítica de Lenin a autores que se consideraban marxistas, en especial Karl Kautsky y Rudolf Hilferding, dirigentes del Partido Social Demócrata Alemán, el partido de inspiración marxista más importante de Europa al inicio de la Gran Guerra, y que poco después se opusieron a la revolución rusa conducida por los bolcheviques. De este último cita varios párrafos de su libro “El capital financiero”(5), aunque en varios de ellos le reprocha su interpretación no marxista.
Sin embargo las críticas principales fueron dirigidas a Kautsky, reconocido hasta antes de la guerra como el máximo teórico viviente del marxismo:
“La definición de Kautsky está concebida así: "El imperialismo es un producto del capitalismo industrial altamente desarrollado. Consiste en la tendencia de cada nación industrial capitalista a someter y anexionarse regiones agrarias, cada vez mayores, sean cuales sean las naciones que las pueblan”…. “El imperialismo es una tendencia a las anexiones; he aquí a lo que se reduce la parte política de la definición de Kautsky. Es justa, pero extremadamente incompleta, pues en el aspecto político es, en general, una tendencia a la violencia y a la reacción. Pero lo que en este caso nos interesa es el aspecto económico que Kautsky mismo ha introducido en su definición. Las inexactitudes de la definición de Kautsky saltan a la vista. Lo característico del imperialismo no es justamente el capital industrial, sino el capital financiero” …………….."Desde el punto de vista puramente económico -- escribe Kautsky --, no es imposible que el capitalismo pase todavía por una nueva fase: la aplicación de la política de los cartels a la política exterior, la fase del ultraimperialismo", esto es, el superimperialismo, la unión de los imperialismos de todo el mundo, y no la lucha de los mismos, la fase de la cesación de las guerras bajo el capitalismo, la fase de la "explotación general del mundo por el capital financiero unido internacionalmente"…………..…….Las divagaciones inconsistentes de Kautsky sobre el ultraimperialismo estimulan, entre otras cosas, la idea profundamente errónea y que echa agua al molino de los apologistas del imperialismo, según la cual la dominación del capital financiero atenúa la desigualdad y las contradicciones de la economía mundial, cuando, en realidad, lo que hace es acentuarlas”
Dos guerras mundiales por contradicciones interimperialistas hablan a las claras que la visión de Kautsky sobre el imperialismo, y la creencia en una dominación mundial en donde cesarían las guerras, era cuanto menos indulgente y en aquellas circunstancias cómplice.
Volveremos sobre la noción de ultraimperialismo o superimperialismo cuando analicemos las características de la Pax Americana que hegemoniza la etapa actual del capitalismo.
El último punto que revisaremos es la visión de Lenin sobre el reformismo de las clases obreras de los países imperialistas.
“El imperialismo tiene la tendencia a formar categorías privilegiadas también entre los obreros y a divorciarlas de la gran masa del proletariado. Es preciso hacer notar que, en Inglaterra, la tendencia del imperialismo a escindir a los obreros y a acentuar el oportunismo entre ellos, a engendrar una descomposición temporal del movimiento obrero, se manifestó mucho antes de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Esto se explica porque, desde mediados del siglo pasado, existían en Inglaterra dos importantes rasgos distintivos del imperialismo: inmensas posesiones coloniales y situación de monopolio en el mercado mundial. Durante decenas de años, Marx y Engels estudiaron sistemáticamente ese lazo existente entre el oportunismo en el movimiento obrero y las particularidades imperialistas del capitalismo inglés”.
Hemos citado in extenso aquellos párrafos y conceptos que son medulares para la comprensión de la caracterización que hacía Lenin sobre la etapa del capitalismo en su época. En lo que sigue trataremos de contrastar esa caracterización con la etapa actual.
3.- Los cambios en los cien años
En estos cien años hubo cambios impresionantes en el mundo: dos guerras mundiales que costaron cerca de cien millones de muertos, el surgimiento de la Unión Soviética como proyecto socialista en solitario hasta el fin de la segunda guerra, en los años treinta la depresión económica más importante de la historia del capitalismo, la ampliación del campo socialista al fin de la segunda guerra, inicio de la guerra fría, el proceso de descolonización y la ola de revoluciones socialistas en China, Corea, Cuba, Vietnam, Laos, Camboya y Nicaragua. Luego comienza el reflujo con el advenimiento al poder del neoliberalismo en las potencias centrales, el cambio político hacia el capitalismo en China, la rebelión de Solidaridad en Polonia, la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética en 1991, la consolidación de Estados Unidos como potencia hegemónica, el surgimiento de China como la segunda potencia mundial y la crisis mundial de 2008, segunda en importancia luego de la gran depresión de los treinta.
Recapitulemos brevemente los cambios que se produjeron en las potencias imperialistas, cambios de hegemonía, ascensos y descensos, con posterioridad a la Primera Guerra.
El Imperio Británico después de 1914
Lenin indica en su libro la posición dominante británica en el conjunto de países imperialistas, con un imperio formal de 33,8 millones de Km2 y una superficie metropolitana de apenas 0,3 millones de Km2. La importancia económica de Estados Unidos no se traducía aún en un dominio político y militar equivalente a su tamaño, Francia como segunda potencia colonial tenía 11 millones de Km2, y la ascendiente Alemania “apenas” 3,4 millones. Rusia era un imperio atrasado, con incipiente desarrollo industrial a pesar de su extensión de 22,8 millones de Km2. Las otras potencias imperiales eran sensiblemente menores. Pero a pesar de esa superioridad Lenin no le reconoce condición hegemónica. La guerra que se estaba desarrollando aun tenía resultado incierto en 1916.
Además de su temprano desarrollo industrial la principal ventaja que contaba Gran Bretaña para haber logrado su expansión imperial era la superioridad militar. Hasta la Segunda Guerra Mundial su armada era muy superior a todas la demás, incluida la de Estados Unidos (Brittania rules the waves, como decía la canción de Thomas Arne de 1740).
A la finalización del conflicto la victoria de la Triple Entente conducida por Gran Bretaña rearmó los límites de los territorios en disputa, tanto dentro de Europa como con cambios de influencia y dominio sobre posesiones imperiales en territorios coloniales de ultramar.
Gran Bretaña obtuvo el control de Palestina y la Mesopotamia (Irák y Arabia Saudita actuales), antes bajo la órbita otomana. También tomaron las colonias alemanas de Camerún, Togolandia, Tanganica, Ruanda y Burundi, la actual Namibia y la Nueva Guinea Alemana.
Pero el costo de la guerra había reducido el poder financiero británico para mantener su extendido imperio, ya que las oposiciones nacionalistas tenían un costo militar muchas veces superior a las riquezas saqueadas, con la importante excepción del petróleo en la Mesopotamia.
En la entre guerra habían adquirido independencia política Canadá, Australia y Nueva Zelandia, aunque permaneciesen dentro del Commonwealth. Tras la Segunda Guerra el Imperio Británico enfrentó, sin éxito, el proceso de descolonización formal que se inició con la independencia de la India en 1947 y la pérdida gradual de las colonias africanas en la siguiente década. Las demás potencias imperiales también tuvieron que ir desmantelando sus imperios, en algunos casos con acuerdos políticos manteniendo influencia económica, en otros luego de cruentos enfrentamiento como el caso de Argelia (1962) al separarse de Francia. Portugal fue uno de los últimos en disolver su imperio africano al reconocer la independencia de Angola y Mozambique en la década del setenta.
La hegemonía norteamericana
Al finalizar la primera guerra en 1918 había existido un ensayo de ordenamiento internacional, con la creación de la Sociedad de las Naciones en 1919, en la Conferencia de Versalles, por inspiración del presidente norteamericano Wilson. Pero todavía Estados Unidos no había logrado una hegemonía sobre Gran Bretaña. Son éstos y los franceses, al imponer una extraordinaria dureza a las condiciones de rendición de Alemania, los que terminan por esterilizar el nuevo ordenamiento, desembocando veinte años después en la nueva guerra. Una vez más, Estados Unidos entrará en la segunda guerra una vez que los beligerantes europeos ha habían agotado parte importante de sus capacidades, decidiendo, junto al avance soviético sobre Alemania, el destino del conflicto.
La abrumadora superioridad tecnológica, económica y militar hizo emerger en 1945 a Estados Unidos como la potencia occidental hegemónica (6). Ello se plasmó desde el fin de la guerra en un conjunto de nuevas instituciones que bajo su control se probaron más duraderas que la Sociedad de las Naciones: la creación de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el GATT (ahora Organización Mundial de Comercio), y tantas otras instituciones internacionales. No es casual que la sede de las Naciones Unidas haya sido Nueva York, el centro del capital financiero mundial una vez que la guerra había menguado la preeminencia de Londres. Desde esos años el centro de la diplomacia internacional se reúne a la vista (y bajo la supervisión se podría agregar) de la City neoyorkina. El FMI y el BM tienen su sede en Washington, no en ningún país europeo. Los símbolos cuentan.
Más adelante la alianza militar occidental se concretaría en la NATO (Organización del Tratado del Atlántico Norte). Por la destrucción de las economías europeas y del Japón, a la salida de la guerra el Producto Bruto de Estados Unidos rondaba el 50 % del mundial y su intervención fue fundamental para la recuperación de las economías europeas, comenzando con el Plan Marshall en 1948.
Estados Unidos tenía pocas colonias formales antes del conflicto (Puerto Rico, Filipinas) y no avanzó en ello a su finalización, pero incrementó muy fuertemente su presencia e influencia directa en todos los continentes, ante el vacío que se producía por la debilidad temporal de las potencias europeas y Japón.
Del colonialismo a la dependencia
La debilidad relativa de las potencias imperiales europeas a la salida de la segunda guerra generó las condiciones objetivas para que las fuerzas independentistas de las colonias lograsen sus objetivos políticos. Si por un lado el proceso de independencia dejó atrás el oprobioso período de las colonias formales, con sus innumerables estigmas, el cambio no significó muchas veces en los hechos más que una formalidad y concesión al orgullo nacional de los pueblos, sin cambiar demasiado la dependencia económica, en especial en los países de África, el continente de menor desarrollo entre las áreas coloniales.
De una u otra forma, se ampliaban los países semi coloniales, tal como había ejemplificado Lenin con la Argentina. Algunos de ellos iniciaron un avance independiente hasta lograr un desarrollo considerable, como los casos de China y otros países del Extremo Oriente. La experiencia fue más mezclada en Latinoamérica, con procesos nacionales importantes en Brasil, México, Argentina, Cuba y otros países, con avances y retrocesos. La mayoría de los países africanos se mantuvieron estancados y expoliados en sus materias primas. Las especiales condiciones de tierras pobres y desiertos, grandes reservas de petróleo y la religión islámica creó un capítulo especial en todo Medio Oriente, donde la lucha por la independencia se enfrentó con las apetencias de las potencias imperialistas.
Ascenso y caída del campo socialista
La ampliación del campo socialista con los países de Europa Oriental llevaron al período de la Guerra Fría, que se exacerbó con el triunfo de la revolución en China (1949) y el período revolucionario de los años cincuenta a setenta (Cuba, Vietnam, Laos, Camboya, Nicaragua). El resto de los países imperialistas aceptó la conducción de los Estados Unidos. Este país enfrentó, al borde de la destrucción nuclear, al campo socialista conducido por la Unión Soviética. Ello no impidió que durante cerca de treinta años el crecimiento de este país fuese muy significativo, pero luego comenzó a estancarse progresivamente.
La presión militar de Estados Unidos obligó a la URSS a un enorme esfuerzo militar, llegando a representar entre el 15 al 17 por ciento de su PBI mientras Estados Unidos gastaba el 6 o 7 por ciento (7). A esa presión externa se sumaron contradicciones internas (8) para continuar el avance de la producción y las mejoras de las condiciones de su población, habiendo entrado en un estancamiento a partir de mediados de los años setenta. Cuando la dirigencia política quiso hacer las reformas a partir de 1985, con la perestroika o reestructuración de Mikhail Gorbachev (9) terminó en una debacle económica y la disolución desordenada del sistema socialista (caída del Muro de Berlín en 1989 y disolución de la URSS en 1991), y la independencia de Rusia de varias de las naciones que la componían previamente.
Previamente, tras la muerte de Mao en China, en 1978 asumió el liderazgo Deng Tsiao ping, quien condujo los cambios graduales que llevaron a su país de un sistema de propiedad estatal de los medios de producción a un sistema mixto con el crecimiento acelerado concentrado en la economía privada, reteniendo (hasta ahora) el control de sectores estratégicos de la industria, la infraestructura y casi todas las actividades financieras y bancarias.
4.- La situación actual
Muy a vuelo de pájaro hemos pasado por los cien años que separan el momento de la escritura de “El Imperialismo” y la situación actual, en donde se ha afianzado la hegemonía norteamericana. Es pertinente preguntarse si todos estos cambios significan que estamos en una etapa diferente respecto de la caracterización hecha por Lenin. Para ello conviene repasar los cambios por un lado en el sistema político del imperialismo y por el otro en el sistema económico del capital financiero.
En el plano político, el imperialismo actual no está basado en la dependencia formal de colonias, sino en la dependencia económica y financiera, cultural y militar (la garantía de última instancia) de las áreas bajo su influencia. A diferencia de la época anterior, en que varios imperialismos europeos se disputaban áreas de influencia y recursos naturales, el sistema imperialista actual tiene un centro en Estados Unidos con el conjunto de los países imperialistas europeos y Japón que aceptan su conducción estratégica en general, sin renunciar a sus propias áreas de influencia y sus propios desarrollos.
Son pocos los países importantes que quedan fuera de la órbita del país hegemónico. Notoriamente China y Rusia. La primera está desarrollando las características propias de un país imperialista aunque aún sean incompletas: a la exportación de mercancías ha seguido la exportación de capitales, tanto de capital industrial, minero o agrario, como de capital financiero en la forma de bancos, compañías de seguros y préstamos financieros para obras de infraestructura. Esas inversiones son necesarias para vehiculizar los recursos naturales hacia la metrópoli china. El hecho que las empresas financieras chinas sean de capital estatal en nada cambia la modalidad, similar a la privada de los otros países capitalistas, aunque con objetivos estratégicos de más largo plazo que la ganancia inmediata de estas. Su poderío militar es creciente y tiene importancia regional en sus fuerzas convencionales, además de su importante y creciente capacidad nuclear y misilística de largo alcance. No tiene aun - a diferencia de Estados Unidos y algunos de los países imperialistas más antiguos - bases militares en el exterior. Las características faltantes se irán desarrollando en el tiempo, en especial luego que el Yuan adquiera el status de moneda de reserva internacional, a fines de la presente década.
Es una ironía de la historia que China, país dirigido por el Partido Comunista, haya sido una de las armas con que los países de Occidente disciplinaron a sus propias clases obreras, mediante la competencia de sus baratas producciones industriales. Aprovechando esa vía de expansión China se transformó – siguiendo su propia lógica de desarrollo industrial con alta intervención estatal - en una potencia económica crecientemente capitalista que pronto llegará a ser la economía más grande del mundo. Ello no quiere decir la más importante ni la hegemónica, al menos en las próximas décadas.
Estados Unidos diseñó al fin de la guerra el sistema mundial en donde opera el capital, tanto el capital industrial, mediante los acuerdos de libre comercio, inversiones externas, reconocimiento de patentes, etc., como acuerdos sobre la libre circulación del capital financiero. La creación bajo su patrocinio de las Naciones Unidas y los distintos organismos como el FMI, BM, OMC y otros tantos fijaron las nuevas reglas del juego, que fueron en el sentido de la restauración de las condiciones de circulación sin restricciones de mercancías (eliminación progresiva de aranceles) y capitales, y una creciente liberalización financiera que llevó mucho tiempo en función de la debilidad de esas instituciones al finalizar el conflicto armado.
En el plano económico la hegemonía del capital financiero de los países imperialistas no es función de alguna característica más avanzada de la actividad financiera en sí misma, sino del grado de desarrollo del capitalismo industrial al cual domina. El capital financiero norteamericano no es el dominante a nivel internacional porque sus ejecutivos hayan desarrollado los instrumentos financieros más sofisticados (y letales) sino porque su base de operación es el capitalismo industrial más desarrollado del mundo, aquel de mayor productividad y creatividad en el desarrollo de nuevos procesos, nuevos productos y nuevos servicios. El centro del capitalismo financiero fue pasando de la potencia económica principal de inicios del siglo XX, Inglaterra, a la potencia emergente, Estados Unidos, exclusivamente por la fortaleza del capitalismo industrial que le da la base de sus operaciones financieras, preeminencia plasmada en la superioridad militar.
Es totalmente válida la afirmación de Lenin sobre la hegemonía del capital financiero imbricado íntimamente con el capital industrial monopolista sobre todas las otras formas de capital. No hay otra fracción de clase capitalista al comando del sistema en su conjunto ni ese orden ha sido suplantado por la propiedad social de los medios de producción. En realidad hemos vuelto a esta forma “pura” de hegemonía tras haberse puesto en entredicho la preeminencia del capital financiero. Fueron tres cuartos del siglo XX en que se puso en duda si el capitalismo en general, no solo la fracción del capitalismo financiero, iba a ser la forma dominante.
Primero fue la Revolución Rusa, que inició un período de construcción del socialismo que amplió su campo tras la Segunda Guerra Mundial. Esta división del mundo entre sistemas enfrentados se mantuvo hasta la disolución del campo socialista. Hasta la mitad de los setenta, la alternativa socialista disputó seriamente el orden del capitalismo. Luego las contradicciones internas en los países socialistas que se manifestaron en su estancamiento, sumado a la presión sobre el presupuesto soviético del esfuerzo militar para mantener paridad bélica con Estados Unidos, y el estancamiento de los procesos revolucionarios en el Tercer Mundo, congelaron esta perspectiva.
Pero también hubo una reacción contra el accionar especulativo del capital financiero en los países capitalistas. Fue el New Deal de Franklin Delano Roosvelt en 1934 el que, ante la debacle de la crisis que estalló en 1929, impuso crecientes e importantes regulaciones a las actividades financieras, y dio lugar a una elevada intervención estatal en la economía. En forma teórica la crítica al liberalismo fue expresada por Keynes en su obra de 1936, con gran influencia luego de su muerte al final del conflicto. La Segunda Guerra significó un aumento extraordinario de esa intervención, en Estados Unidos y también en Europa, en especial tras el conflicto. La extraordinaria destrucción de la guerra no solo arrasó con millones de vidas, bienes personales y el capital físico en industrias e infraestructuras. También hizo reducir a una fracción de su valor de preguerra los valores bursátiles y las reservas del sistema financiero privado. La reconstrucción de posguerra se hizo con un sistema financiero muy endeble, apenas una sombra de su poder previo a la crisis de Wall Street de 1929. En Europa los bancos e instituciones estatales nacionales y supranacionales habían suplantado a la banca privada en la tarea de poner la economía capitalista nuevamente en movimiento. Las regulaciones a las actividades privadas y la mayor presencia del Estado, tanto en la esfera de la producción como en la financiera marcaron esa etapa de reconstrucción que dio lugar al Estado de Bienestar.
Es recién a partir de los setenta en adelante, con la eliminación de la convertibilidad del dólar en 1971 y el incremento de los precios del petróleo (1973 y 1978) y la necesidad de recircular esos excedentes como petrodólares financieros, que la actividad financiera recupera su papel. Ese poder financiero se rehízo por la reconstrucción económica europea y el manejo de esos crecientes excedentes.
Es en esos años que el conjunto de las clases propietarias percibieron que las clases trabajadoras europeas no sentían atracción por el socialismo de tipo soviético, dando comienzo a la contrarrevolución conservadora de fines de los setenta con Thatcher y Reagan. La eliminación progresiva de las regulaciones y propiedades estatales en el campo financiero, del comercio exterior, en los servicios públicos, la industria, etc, marcó el cambio de época. Fue el inicio del retorno – no exento de contradicciones y retrocesos – al liberalismo previo al estallido de la Gran Guerra.
Si bien no hay cambio de sujeto social hegemónico (el capital financiero unido al capital industrial monopólico), sí hay cambios importantes en las características de la nueva etapa. La hegemonía de Estados Unidos a partir de 1945 sobre el resto de las viejas potencias imperialistas llevó a importantes cambios. El retorno a la reducción progresiva de los derechos arancelarios y la liberalización financiera internacional – unido a la revolución científico técnica de la computación y las comunicaciones – permitió la globalización de las actividades productivas. Ahora se desmiembran en distintos países los procesos que antes se realizaban en un solo establecimiento, expandiendo cadenas de valor internacional con centro en los países imperialistas y apéndices productivos en los países de salarios más baratos. En el centro la producción más avanzada y compleja, la ingeniería de producto y la de proceso, así como el equipamiento original y las redes comerciales. En la periferia la producción fabril de esos bienes desarrollados en el centro, repartida en los distintos países donde la relación entre productividad y costo laboral fuese más conveniente. Una repetición a otro nivel de la vieja dicotomía entre países industriales y de base primaria. En esta nueva configuración el control social sobre los trabajadores de los países participantes es evidente: si los salarios suben en un país por encima de la variación de su productividad, esa parte del proceso se mudará a otro con mano de obra más barata. Este es el planteo que vienen escuchando los trabajadores de los países centrales desde hace treinta y cinco años. Los bajos costos de entrada y salida (ausencia de aranceles, irrestricta movilidad del capital, progresiva pérdida de derechos laborales) son los instrumentos acordados con los organismos internacionales teóricamente neutrales (FMI, BM, OMC, etc.) que fueron acorralando a esos trabajadores. China y el resto de los productores industriales baratos de Asia fueron los arietes utilizados para abrir las brechas.
Estos cambios en la esfera de la producción globalizada están combinados con el crecimiento y el retorno a la hegemonía del capital financiero luego de superados los traumas causados por la última guerra mundial. Por un lado con la hipertrofia de los derivados (contratos a futuro sobre precios de productos, o de otros derivados, esto es derivados de derivados), en una especulación permanente y creciente. Capital ficticio cuyo valor nominal excede varias veces el valor del PBI mundial y cuyas oscilaciones pueden hacer caer la economía mundial como un castillo de naipes al estilo de lo que ocurrió en la última gran crisis de hipotecas subprime que se desató en 2008.
Así como en el campo privado la especulación financiera basada en los derivados conduce periódicamente a crisis como la mencionada, la acción del capital financiero con los estados marca claramente la dependencia de la política del capital privado. Los ciudadanos votan cada dos años mientras el capital financiero “vota” todos los días, condicionando a los gobiernos que – de buen grado o a la fuerza de golpes de mercado – terminan cediendo.
Ejemplo de ello son las condiciones impuestas a los estados para recibir ayuda financiera ante dificultades en sus balances de pago, como condición previa para el acceso al mercado de capitales privado. Los países latinoamericanos tienen una larga experiencia en este tipo de extorsión. Esto no es una “nueva etapa” (Argentina tomó su primer empréstito de Baring Brothers al inicio del siglo XIX) pero su extensión y lazos condicionantes son mucho más importantes hoy que en la época de Rivadavia o posteriormente, la de Lenin.
El superimperialismo
Dentro de las tesis de Lenin un punto importante es la crítica a las posiciones de Kautsky, en especial el superimperialismo como hegemonía pacífica de una potencia sobre las restantes. En la visión de Lenin era una forma de embellecer un futuro de paz bajo la mirada benevolente del primus inter pares. Kautsky no lo llega a expresar claramente, pero se puede deducir que el superimperialismo benevolente iba a ser Alemania, si como pensaban la mayoría de los alemanes su país triunfaba en la guerra.
Las dos guerras son la demostración palmaria que las disputas entre las principales potencias imperialistas de la época no se resolvieron pacíficamente, pero la emergencia del campo socialista de un lado, y el ascenso hacia posiciones hegemónicas de los Estados Unidos en el campo capitalista, cambiaron, al fin de la última contienda, las condiciones de equilibrios inestables previos.
Podría decirse entonces que la previsión de Lenin sobre las abiertas guerras inter imperialistas fue una correcta interpretación de la forma de dirimir esferas de influencia, al menos hasta el fin de la última guerra mundial. A su vez Estados Unidos, el superimperialismo que surgió tras el debilitamiento de los europeos, no encaja en la visión edulcorada que le asignaba Karl Kautsky a ese estadio superior.
El mundo se reorganizó de acuerdo a los intereses generales de los Estados Unidos, que dominó a las ex potencias imperiales y al conjunto de países ex coloniales y dependientes, rebautizados “en desarrollo”, con la oposición del campo socialista hasta su disolución. Esa reorganización se plasmó en organismos internacionales como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio, entre otras. Estas instituciones son manejadas por las principales potencias con una clara predominancia de los Estados Unidos.
Pero si bien no se repitieron las guerras abiertas entre las potencias imperialistas, y desde hace 25 años la Pax Americana no ha tenido desafíos a su hegemonía, los setenta años que siguieron al último conflicto están lejos de haber sido un período de paz. Son incontables las intervenciones armadas de los Estados Unidos, sólo o acompañado por alguna o varias de las potencias de segundo grado. La diferencia en esta nueva etapa es que los objetivos atacados eran en general terceros países que de una u otra forma estaban desafiando alguna de las ventajas estratégicas de Estados Unidos o de alguno de sus aliados incondicionales. Petróleo y Medio Oriente, con las infinitas variables y complicaciones pensables, sintetizan la parte más importante de este escenario.
Una de las características importantes de esa etapa de posguerra fue el incremento sideral de las inversiones directas de capital industrial norteamericano en los países ex beligerantes, que fue seguido, luego de la recuperación europea, por inversiones directas cruzadas entre los países centrales por sobre las inversiones en colonias o países dependientes que había caracterizado al inicio del imperialismo. También las exportaciones se multiplicaron dentro de los países desarrollados, con especializaciones interindustriales más que el intercambio industria vs. materias primas que caracterizó el período anterior. Estos cambios en la economía real comenzaron antes del retorno de la hegemonía plena del capital financiero.
Las condiciones de vida popular bajo el capitalismo en los países centrales, en especial Europa Occidental y Japón de posguerra, mejoró ostensiblemente en el período de los treinta años del Estado de Bienestar. Ello podría llevar a pensar que las previsiones de Kautsky sobre el ultraimperialismo benévolo eran acertadas, al menos para los trabajadores de los países metropolitanos. Sin embargo no es totalmente así, y lo que parecía un nuevo e irreversible estadio del capitalismo, con amplias concesiones a los trabajadores, era una etapa de equilibrio inestable mientras se disputaba la primacía económica, política y militar del campo capitalista frente al socialista.
Una vez que el campo socialista implotó las tendencias previas a la liquidación progresiva del Estado de Bienestar y aumento de las diferencias sociales se fueron profundizando también en los países centrales, proceso lento e inacabado pero continuo. Continúan los cambios científicos y tecnológicos modificando la estructura productiva, tanto en procesos como en bienes y en especial servicios, pero la distribución de esos incrementos productivos es cada vez más desigual, en los países centrales y más aun en la periferia menos desarrollada.
Existe en la posguerra un elemento que no existía en la época de Lenin: el arsenal atómico, que a diferencia de la capacidad militar de principios del siglo XX, es capaz de hacer desaparecer todo tipo de vida en el mundo. Estados Unidos y Rusia tienen arsenal nuclear suficiente para ello, y se deben agregar un puñado de países con capacidad bélica nuclear: Gran Bretaña, Francia y China (los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas). Al margen de estos cinco otros cuatro han detonado bombas o tienen capacidad de hacerlo: India, Paquistán, Corea del Norte e Israel.
La hegemonía actual de los Estados Unidos está basada no sólo en los avances científicos y tecnológicos que le permiten contar con una mayor productividad laboral en los campos decisivos y ser la base de su capital financiero. El elemento que consolidó ese dominio fue la ampliación de la presencia militar, con un poder de destrucción muy superior a cualquier rival actual, y con más de 600 bases militares en todo el mundo. El dominio en la esfera ideológica y cultural, a través de la hegemonía sobre los medios de comunicación y entretenimiento, es la consecuencia de la preeminencia en las áreas mencionadas, y no existiría sin ellas.
Las clases obreras en el centro
Lenin indicaba que ya Marx y Engels hablaban de las desviaciones oportunistas de fracciones importantes de la clase obrera inglesa, conscientes de recibir parte de los beneficios de la explotación colonial. Al momento del estallido de la primera guerra, también la clase obrera alemana estaba muy imbuida del pensamiento reformista, encarnado en Eduard Bernstein (11), el jefe del ala derecha del Partido Socialdemócrata Alemán. Es que la lucha sindical había arrancado concesiones al capitalismo alemán, que las podía dar en función de su elevada productividad y el acceso a materias primas baratas en sus zonas de influencia, las que buscaba ampliar para consolidar su preeminencia en el continente europeo. Muchos de los líderes sindicales alemanes, formalmente marxistas, eran conscientes que su bienestar dependía de la fortaleza de “sus” capitalistas, y de las posibilidades de ampliar la influencia imperial de ese país que había llegado tarde a la rapiña del mundo. Recordemos que para cuando se acelera la colonización formal de los continentes a partir de 1875, Alemania estaba recién en un proceso de unificación.
Muy distinta era la posición de la pequeña clase obrera de Rusia, el atrasado Imperio de los Zares, con grandes fábricas concentradas en Petrogrado (San Petersburgo) y Moscú. La combinación de los desastres de la guerra para Rusia, y un proletariado joven y muy concentrado conducido políticamente por una organización revolucionaria lograría, a poco más de un año de la escritura de “Imperialismo”, el control político por el partido bolchevique del país más grande del mundo.
Las clases obreras de los países centrales recorrieron distintos y cambiantes caminos tras el estallido de la primera guerra. La derrota de Alemania no llevó al socialismo a su clase obrera. Los socialistas eran el partido más importante, pero no se movieron de su estrategia reformista. La revolución espartaquista conducida por el nuevo, pequeño y mal preparado Partido Comunista de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fue derrotada en 1919 y sus líderes asesinados. La república soviética de Hungría (1919) duró poco en el poder y el resto de los conatos revolucionarios terminó en derrotas. Las clases obreras de Francia e Inglaterra estuvieron lejos de la revolución y la huelga británica de 1926 marcó su punto de lucha más alto, para declinar desde allí. La revolución rusa quedó aislada de la clase obrera europea y sometida a años de bloqueo e intervención de los ejércitos extranjeros y los de las clases propietarias rusas.
El pensamiento marxista se expandió en los países de Europa Meridional y Oriental, y ello dio una base de crecimiento a los partidos comunistas tras la derrota del fascismo. Nunca hizo pie firme en Estados Unidos ni fue importante en el Reino Unido o sus colonias, ni en los países de Europa Septendrional. Sí fue un factor político importante, junto al antiimperialismo, en muchos países del Tercer Mundo.
Los beneficios conseguidos por las clases obreras europeas tras la segunda contienda los fueron llevando hacia posiciones cada vez más reformistas, al margen de su adhesión formal a centrales sindicales socialistas o comunistas o a los PC nacionales.
En ese sentido, las tendencias esbozadas por Lenin, lejos de ser una desviación momentánea del proletariado de los países centrales, fue cada vez más una tendencia consolidada a la obtención de reformas progresivas dentro del capitalismo.
Esos beneficios de los sectores trabajadores en el centro son el resultado de dos factores simultáneos que se refuerzan.
Por un lado las clases obreras participaban – en medida menor pero no desdeñable – de los beneficios de “sus” burguesías imperialistas conseguidas mediante la exportación de productos industriales, la importación barata de materias primas, la exportación de capital con su repatriación de dividendos, y las distintas formas de rapiña y explotación de los países dependientes. Esa faceta fue claramente identificada por Lenin.
La otra parte del incremento del nivel de vida de las clases obreras estuvo dado por el extraordinario crecimiento de la productividad laboral – resultado de la aplicación a la industria de los avances de la ciencia y de la técnica - que posibilitó el aumento de los salarios reales. Ello fue evidente no solo en Inglaterra sino en Estados Unidos desde antes del inicio del siglo XX y aceleradamente en Europa Occidental tras la segunda guerra.
Este factor no fue debidamente analizado por el pensamiento marxista clásico, y cuando fue estudiado fue negado explícitamente, como en el caso de Rosa Luxemburgo (12). Si desde el ángulo del dominio de clase a nivel mundial no hay una etapa superior, dado que continúa la preeminencia de la forma capital financiero, los cambios en la esfera de la economía real con el aumento permanente de la productividad produjeron cambios en la estructura social y en la esfera política, tanto en los países centrales como los periféricos.
La noción de Marx sobre el salario de subsistencia tuvo que pasar a interpretarse en sentido relativo, subsistencia en las condiciones sociales de una sociedad determinada, lo que es un reconocimiento oblicuo de un hecho incontrastable: el “salario de subsistencia” iba incorporando cada vez más bienes y servicios y la condición objetiva de esos trabajadores – con sus avances y retrocesos - iba mejorando, al margen del calificativo que se le ponga. Las consecuencias de estos cambios en el nivel de vida y en la conciencia política de los trabajadores en los países centrales alejaron las posibilidades revolucionarias imaginadas por el pensamiento marxista del siglo XIX y por el pensamiento leninista en el siglo XX. Esas mejoras casi se han detenido en el centro, en especial en Estados Unidos, desde hace treinta y cinco años, a pesar del continuo incremento de la productividad, dando origen a contradicciones crecientes.
En el capítulo 8º Lenin analiza el parasitismo del capital financiero, como capital ficticio que termina conduciendo en su propio beneficio a todas las otras formas previas de capital, en especial subordinando al capital industrial. En este sentido sus tesis se mantienen plenamente vigentes. Pero al mismo tiempo indicaba que ello era el indicador de una descomposición que por lógica llevaría a su pronta disolución. Por tratarse de un libro “legal” (escrito para poder ser publicado en la Rusia de los zares como lo indica en su prólogo posterior a la revolución) no lo expresa claramente, pero los socialistas revolucionarios como Lenin, Trotsky o Rosa Luxemburgo, no dudaban sobre el rol de la clase obrera como enterradora del capitalismo, tarea que llevaría adelante en un futuro cercano. Han pasado cien años y la clase obrera no fue el sujeto revolucionario que eliminó un sistema social parasitario. Ello al menos en los países imperialistas y los más desarrollados, donde se profundizaron las tendencias reformistas indicadas por Marx para Inglaterra y por Lenin para la situación europea de preguerra. Las revoluciones socialistas se concentraron en países periféricos, allí donde las contradicciones sociales son más agudas. El inicio fue en Rusia, el eslabón más débil de las potencias imperialistas según Lenin, un imperialismo con fuerte dependencia financiera e industrial de los imperialismos más adelantados de Francia, Alemania e Inglaterra.
La tendencia a la concentración económica le hizo pensar a Marx en una división social en donde un número creciente de proletarios se opondría a una ciudadela cada vez más pequeña de capitalistas, con la disolución de todas las clases precapitalistas desembocando en la clase obrera. En un cierto momento esa concentración de obreros industriales llegó a ser el sector más importante de las sociedades avanzadas, pero luego el crecimiento incesante de la productividad hizo que la producción industrial creciese con cada vez menos obreros, y la ocupación de las poblaciones se fue inclinando cada vez más hacia trabajadores de servicios. La asalarización creció, pero la fracción de los obreros manuales dentro de esos asalariados se ha ido reduciendo cada vez más, y actualmente los obreros industriales son poco más del 10 % de la población económicamente activa de los países centrales. Es un proceso similar al ocurrido previamente con la población campesina, que del 80 % de la población europea hoy es menos del 5%, con una producción primaria superior varias veces a la que obtenía en otros siglos. Las consecuencias políticas de estas mutaciones sociales han sido decisivas.
Imperialismo y Nación
Si el concepto de imperialismo desarrollado por Lenin tuvo una importancia histórica trascendente en estos cien años no ha sido en los países centrales sino en aquellos que lo padecen, en los países coloniales y semi coloniales, o dependientes , o en desarrollo, o Tercer Mundo. Es en la doble condición de trabajador y ciudadano de un país dependiente donde se concentran las contradicciones sociales del régimen capitalista a nivel mundial. Sufren la explotación de las clases propietarias en su país y además el país sufre las exacciones a que es sometido por los países imperialistas, desde el intercambio comercial, la remisión de utilidades y regalías, y el oneroso financiamiento de las deudas públicas, verdaderas cadenas de la dependencia.
Para las clases populares de estos países la dependencia de las metrópolis imperialistas es el principal obstáculo para su propio desarrollo. Solo muy pocos países periféricos han pasado al estadio de desarrollados o están en vías de lograrlo, casi todos en Asia. Por su magnitud se destacan China e India, aun con las diferencias de desarrollo entre ellas y con respecto al centro. En otros casos como nuestra Latinoamérica varios han logrado un desarrollo parcial, dependiente, desigual y combinado, con actividades de alta productividad, ligadas al mercado internacional, y otras de atraso profundo. La dependencia del centro es una de las principales causas de esos desbalances profundos.
5.- Síntesis y Consideraciones Finales
Este trabajo no pretende hacer un balance de todo el pensamiento de Lenin, o de la experiencia del socialismo en el siglo XX, que hemos analizado en otro trabajo. Nuestro objetivo era el análisis de sus tesis sobre la naturaleza del imperialismo como sistema político del capital financiero en la era de los monopolios.
A pesar de los innumerables cambios que ha habido entre el momento de la escritura de “Imperialismo” y hoy, la tesis principal (el imperialismo como última fase del capitalismo) ha resistido el paso del tiempo: la monopolización ha avanzado fuertemente y el capitalismo ha permeado todos los poros de la actividad económica mundial. La lógica interna del capitalismo que lo lleva al monopolio y el dominio del capital financiero a nivel internacional es una descripción certera de su tendencia. Durante tres cuartos de siglo esa tendencia fue detenida o revertida parcialmente por un proceso de revoluciones y cambios sociales que crecieron, se amesetaron y retrocedieron.
Por un lado no hay una fase superior desde el punto de vista de la fracción de clase hegemónica: sigue siendo (más intensamente ahora) el capital financiero internacional. Por otro lado domina un superimperialismo, contra la opinión de Lenin en su disputa con Kautsky, pero el mismo no tiene las características “benévolas” que suponía éste. La Pax Americana se impone por poder financiero, económico y militar, por acción o por amenaza, todo encubierto a la opinión pública gracias al dominio de los medios de comunicación que embellecen sus actos.
A su vez las consecuencias políticas de este estadio superior no se correspondieron con las expectativas puestas por Lenin y los revolucionarios del siglo XX. En especial el papel de la clase obrera en los países centrales.
En el siglo XX hubo un desafío a la hegemonía capitalista en su conjunto, con la aparición de la Unión Soviética en 1917 y la ampliación del campo socialista tras la finalización del segundo enfrentamiento inter imperialista en 1945. Pero la ofensiva neoconservadora de los años 80 del siglo pasado – aprovechando contradicciones internas y con una gran presión militar – logró que se quebraran esas experiencias.
Hemos vuelto a las tendencias imperantes al momento del estallido de la Primera Guerra Mundial: el dominio político del mundo por un conjunto de potencias imperialistas lideradas ahora por Estados Unidos, como representantes del capital, que a su vez es hegemonizado por el capital financiero en la época de la monopolización.
Son distintos los actores. La preeminencia británica ha sido sustituida por la hegemonía norteamericana. Los desafiantes también son distintos. En la primera y segunda guerra fue Alemania. Actualmente el país más importante luego de Estados Unidos es China, que no es un país subordinado a Estados Unidos como lo son las potencias europeas o el Japón. China junto a la muy disminuida Rusia son los países más importantes fuera de la órbita de influencia de la potencia hegemónica.
China puede disputar la hegemonía de EEUU en el futuro. Ello es a condición de que logre – como se ha propuesto - descontar la distancia en la generación autónoma en ciencia y técnica con aquellos (13). Uno de los problemas principales que enfrenta Estados Unidos es cómo acomodar las exigencias que irá haciendo China a medida que la importancia de ésta entre en contradicciones con sus propias zonas de influencia, como por ejemplo Medio Oriente con el acceso al petróleo, entre otras (14). Pero será una disputa sobre quién es el país hegemónico en el proceso de acumulación capitalista, no sobre el capitalismo versus el socialismo.
A los efectos prácticos, el mundo es hoy tan capitalista como lo era en 1916. Solo Cuba y Corea del Norte no tienen relaciones capitalistas. A diferencia de hace cien años ya no quedan “áreas vacías”, y continentes enteros precapitalistas han entrado en relaciones capitalistas. El capitalismo “globalizado” inunda los poros de todas las sociedades con una intensidad y profundidad muy superior a la que existía hace cien años. El imperialismo domina al mundo aunque algunos países opongan sus intereses nacionales – con mayor o menor éxito - a las tendencias hegemónicas al libre movimiento de mercancías y capital. El intermedio del “corto siglo XX” como lo denomina Hobsbawm (15), en donde se morigeraron algunas de las tendencias del capital financiero y el capital en general, ha quedado atrás. Luego del retorno de los (neo)liberales al poder político las tendencias a la concentración de ingresos y riquezas han vuelto a dominar la escena, como bien lo documenta Piketty (16).
El dominio del capital financiero es el principal motivo de las crecientes desigualdades sociales, tanto al interior de los países centrales y más aun en la periferia dependiente y semi-desarrollada.
El imperialismo, en sus distintas expresiones y modalidades, siguió siendo un elemento condicionante del tipo de desarrollo de los países dependientes, y muy pocos países (asiáticos) han podido superar ese estadio, en condiciones muy especiales que quedan fuera de este análisis. El resto de los países periféricos, incluida nuestra América latina, soportan la presión de las potencias imperialistas que condicionan su desarrollo y agravan las condiciones de sus clases populares.
Si el imperialismo tradicional necesitaba las colonias formales para legalizar su extracción de recursos, el imperialismo del siglo XXI utiliza los controles de los organismos internacionales creados por la potencia hegemónica (Naciones Unidas, FMI, BM, OMC, etc), que se suma a la presión tradicional de las embajadas imperialistas.
El capitalismo revoluciona permanentemente los medios de producción y en su afán de riquezas utiliza e incentiva los avances de la ciencia y de la técnica cuyos frutos podrían liberar a la humanidad del hambre, las enfermedades y la miseria. La riqueza socialmente creada alcanzaría hoy para que esos objetivos sean realidad para todos los habitantes del planeta. Sin embargo la apropiación desigual de los esfuerzos colectivos ha llevado a una diferenciación creciente de consumos y patrimonios dentro de los países centrales y a la profundización de la transferencia de recursos desde los países dependientes hacia el centro.
No sabemos cuándo las fuerzas sociales sometidas al vértigo del capitalismo lograrán poner un freno a las injusticias e irracionalidades de un mundo dominado por el afán de lucro de unos pocos. Tampoco sabemos cómo se resolverá el acelerado agotamiento de los recursos naturales y el deterioro del medio ambiente en el afán de incrementar la tasa de ganancias, o si las contradicciones inter imperialistas derivarán en conflagraciones más amplias en el futuro. Cuando las contradicciones sociales de nuestra época sean resueltas por una reconfiguración del sujeto social que la lleve adelante, esa resolución dará nacimiento a otras contradicciones, y así de seguido. No hay fin de la historia, ni imperios permanentes ni sistema social eterno.
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Notas y Bibliografía:
1.- V.I. Lenin. “El Imperialismo, fase superior del capitalismo” (1916). Lenin Internet Archive, cuya versión en castellano se encuentra en http://www.marx2mao.com/M2M(SP)/Lenin(SP)/IMP16s.html
2.- Eric Hobsbawm. La era del Imperio (1875-1914). Labor Universitaria. Monografías.
3.- Karl Marx. “El Capital”. Tomo I. Editorial Cartago (1956), Sección Séptima, Cap. XXIII “La ley general de la acumulación capitalista”. El concepto de concentración tras la etapa de competencia está presente en muchos de los trabajos de Marx.
4.- Ha-Joon Chang. “Kicking away the laden” (Pateando la escalera) (2002). Anthem Press.
5.- Rudolf Hilferding. “El capital financiero” (1910). Editorial Tecnos S.A. Madrid (1963).
6.- Josep Fontana. “Por el Bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945”. Pasado y Presente. Barcelona (2011). Detallado análisis del ascenso de EEUU.
7.- Josef Fontana, op.cit. cap. 13.
8.- Jorge Molinero. “La caída del socialismo” (2013) https://www.dropbox.com/s/0uuz3fmx0o7x39h/2013-07-27-%20La%20ca%C3%ADda%20del%20socialismo.pdf?dl=0.
9.- Mikhail Gorbachev. “Perestroika - Mi mensaje a Rusia y al mundo entero”. Ediciones B, Grupo Zeta. Barcelona (1987).
10.- Jorge Molinero: Las Crisis Económicas (2011): https://www.dropbox.com/s/b9a19y7epxdgvr5/2011-06-21%20Las%20Crisis%20Econ%C3%B3micas.pdf?dl=0
11.- Eduard Bernstein,” Die Voraussetzungen des Sozialismus und die Aufgaben der Sozialdemokratie”, Stuttgart (1899). (Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia). Hay versión en inglés en Lenin Internet Archive.
12.- Rosa Luxemburgo. “La acumulación del capital” (1912). Editorial Tilcara (1963. Un análisis crítico de sus tesis se puede encontrar en El centenario de “La acumulación del capital” de Rosa Luxemburgo – Jorge Molinero (2012) https://www.dropbox.com/s/8hq5m23o79sso83/2012-09-24-%20Luxemburgo.pdf?dl=0
13.- Los esfuerzos de China para reducir la ventaja en el campo científico se pueden medir de varias maneras. En cantidad de publicaciones científicas en revistas de primer nivel, Estados Unidos está primera seguida por China, Alemania, Gran Bretaña, Japón y Francia, mientras que en cantidad de graduados en ciencias e ingeniería, China ya ha superado a Estados Unidos. (Nature Index 2014). A su vez su participación en el registro de patentes industriales ha pasado del 3.4 % en 1995/1999 al 12.9 % en 2010/2014 (World Intellectual Property Organization)
14.- Pormenorizados análisis de estos desafíos a EEUU se pueden encontrar en los recientes libros “Strategic Vision”de Zbigniew Brzezinsky, ex consejero de Seguridad Nacional de Jimmy Carter, Basic Books (2012), y “Orden Mundial” de Henry Kissinger, ex Secretario de Estado de Nixon, Penguin Random House Grupo Editorial SA, Argentina (2016).
15.- Eric Hobsbawm. “Ages of extremes. The short twentieth century: 1914-1991”. Pantheon books (1994). Existe traducción en castellano (La era de los extremos. El corto siglo XX: 1914-1991)
16.- Thomas Piketty. “Capital in the Twenty-First Century” (2014). The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts. Anexo estadístico disponible en: http://piketty.pse.ens.fr/files/capital21c/en/Piketty2014FiguresTablesSuppLinks.pdf